martes, 30 de diciembre de 2008

Nacimientos

Hola a todos. Por miles de circunstancias no he subido escritos últimamente, aunque de hecho es evidente. Incluso ahora subiré un artículo sobre la Navidad. Ya sé que el 25 (noche del 24) ya pasó, pero tomaré como pretexto que en la liturgia todavía estamos en el tiempo de la natividad, así que aquí les dejo este texto, y prometo, ahora sí lo prometo, subir más escritos próximamente. Gracias, y un saludo a todos.

La necesidad de la Navidad
Sergio Pérez Portilla

Todo comenzó con el frío, aunque, a decir verdad, en nuestra bella ciudad las temperaturas bajas no son novedad. Y después vendrá la noche, la noche más extraordinaria, la noche del milagro.

Empezó diciembre y trajo consigo unas ciertas ondas gélidas, y todos nos abrigamos y nos reunimos en torno al calor humano, con nochebuenas por doquier. Como cristianos, también tomamos algunas medidas de preparación: es el tiempo del Adviento, el que precede a la Navidad. Adviento que significa llegada, más que espera, pero siempre es un
lo que está en función de lo que estará. Un tiempo de profunda reflexión.

Ahora, estamos a unos cuantos días de la noche que dividió la historia, que abrió las entrañas que estaban cerradas y que trajo consigo la plenitud de los tiempos. Es la noche en que el amor del Padre se hace evidente. Pero esto debemos dialogarlo.

Los cristianos –no todos, eso es cierto– celebran, y rememoran, en la noche del 24 de diciembre el nacimiento de Jesús de Nazaret, el hijo de María engendrado en ella por el Espíritu santo. Dejando a un lado las cuestiones de si fue ese día o no, puesto que no es el momento, queremos más bien abundar sobre la necesidad de que naciera el pequeño del pesebre. El hombre tiene dentro de sí el anhelo de libertad plena, de felicidad perfecta y de existencia ilimitada. Pero por su misma constitución no puede alcanzar ninguna de ellas, pues aunque está en vías de perfeccionamiento y cada día que pasa va creciendo, no cuenta con la capacidad activa de lograr esos fines. Más aún, por males y azares, un sinnúmero de veces en lugar de avanzar se estanca o retrocede. ¿Cómo, pues, continuar cuando esto pasa? Todavía más, ¿cómo dar ese salto de lo limitado a lo ilimitado? Una barrera para él infranqueable se forma en derredor suyo.

Pero entonces aparece uno, que es hijo de hombres pero también es hijo de Dios, que puede ofrecerle la satisfacción verdadera de todos sus anhelos. Si ese que se presenta fuera sólo un hombre, entonces no podría ofrecer más de lo que cualquiera de nosotros puede hacerlo, pero de igual forma, si sólo –perdón por este sólo– fuera Dios, no podría sin más dar al hombre lo que él mismo ha decidido que tiene que ser un trabajo de dos. Dios, al respetar la libertad y la naturaleza inmanentes del hombre, está respetándose a sí mismo, y por ello puede y debe el hombre alcanzar la libertad plena y la naturaleza trascendente a la que está llamado una vez que se le ha dado la gracia necesaria para hacerlo. Se necesitaba de Dios, sí, pero de Dios hecho hombre, para que el hombre pudiera realizarse, y alcanzar la libertad plena, la felicidad perfecta y la existencia ilimitada. De esta forma, la necesidad de que naciera el hijo de Dios queda patente, y es una necesidad no instrumental sino sustancial.

Estaremos recordando y celebrando la llegada del pequeño del pesebre, su nacimiento que, como hemos dicho, ha dividido a la historia: la historia no podría dividirse por sí misma, sólo algo ajeno a ella podría hacerlo. Dios, que no es historia, se hace historia para nuestra salvación. El único hijo por naturaleza de Dios, su logos –palabra increíblemente difícil de definir–, nos ha dado la oportunidad de ser hijos adoptivos y amados del Creador. O como podríamos resumir en una frase: el hijo de Dios se ha hecho hijo de los hombres, para que los hijos de los hombres pudiéramos llegar a ser hijos de Dios.

El frío se irá con la llegada de Jesucristo, quien no sólo nos dará calor, sino que también nos enseñará a permanecer unidos para soportar y continuar. Y la noche, por su parte, se verá iluminada por la luz magnífica, preciosa, del que es, sin más, la verdadera Luz.

lunes, 15 de diciembre de 2008

Tiempo después

Serenata
Sergio Pérez Portilla

Todavía no termino de ver la luna en tu pelo y ese viento vagabundo se aparece con tu aroma. Las hojas del almendro de flores blancas danzan con tu voz, lentas, siluetas de mil y un sueños. Sentada y sencilla me cuentas tus lugares y tus tiempos, tu vida y tu sangre. Sonríes, volteas, te quedas callada y de repente vuelves a cantar.
He logrado aprender tus líneas de tanto verte, podría jurar que terminaré aprendiendo también tus miedos, pero no dejaré que ninguno te seduzca.
Laguna de reflejos de estrellas, sé mi recuerdo y mi presente en esta noche, déjame esconder la aurora en tu tranquilidad, déjame de nuevo verte antes de marchar.

sábado, 29 de noviembre de 2008

Paloma

Viandantes
Sergio Pérez Portilla

Si me dieras un poco de tu brisa, un segundo de tu tarde y un color de tu arcoíris…
El barro ha sido moldeado, cocido, pintado, y aun así se puede romper. ¿Qué se mantendrá de pie después de la tormenta? ¡No todo puede perderse! Caos y confusión. Tohu vabohu. Caos y confusión.
¿Todo en orden? No. ¿Todo al azar? De ninguna manera. Es todo en movimiento. Un fluir constante agarrado de un permanecer sin condiciones. Y todo río es llamado por el mar, pero hay muchos que su cauce se extravía, por ellos o por otros. Hay unos más que poco a poco disminuyen su paso y desaparecen en medio de las piedras, a un lado de la tierra. ¡Pero sin duda hay cientos más que día a día están llegando al encuentro!
Ríos peregrinos reunidos en un único mar.
Acompáñame a través de las piedras, busquemos al mar que nos espera. Dame un poco de tu brisa, un segundo de tu tarde y un color de tu arcoíris, para ser contigo calma, eternidad y razón.

jueves, 27 de noviembre de 2008

Reseña

Hola. Les comparto otra reseña que hice para la misma publicación Palábrate, del SAX. Ya escribí la tercera, así que próximamente la tendremos por acá, y espero subir más textos por estos días. ¡Un saludo y un abrazo enorme a todos!





¿Cómo es el Reino de Dios?
Sergio Pérez Portilla

La mayoría de los hombres y mujeres han escuchado o leído alguna de las parábolas que aparecen en los evangelios, y que se atribuyen a Jesús de Nazareth. En ellas se encuentra gran parte de la riqueza espiritual del cristiano, pues partiendo de la vida diaria se logra, unas veces, encontrar desde la fe el sentido de lo que acontece y, otras, contemplar el rostro más cotidiano de Dios.
Thomas Keating (Nueva York, 1923), monje trapense (Orden cisterciense de la más estricta observancia, OCSO), es un reconocido maestro de oración contemplativa, fundador del movimiento Oración centrante y de la organización Dimensión contemplativa, y a través de sus numerosos escritos y presentaciones ha puesto al alcance de los cristianos de hoy la tradición cristiana de la contemplación.
En su libro
El reino de Dios es como… Reflexiones sobre las parábolas y los dichos de Jesús (Desclée De Brower, Bilbao, 19992, 134 pp.), el padre Keating presenta una serie de reflexiones –nacieron, de hecho, como homilías– sobre las parábolas que tratan del Reino mostrándolas como un auténtico camino de liberación que parte de la inversión de valores. Esta liberación de todo lo que nos han –y hemos– programado, de todo plan de vida que en lugar de guiar encarcela, de toda visión meramente parcial, llega a ser el gozne que cede al suave empuje del descubrimiento del Reino de Dios en lo más sencillo, lo más común, lo más ordinario, más que en aquello que rara vez ocurre.
De esta forma Keating nos presenta, en una suerte de revolución, una nueva perspectiva interpretativa de las parábolas con la intención de acercarnos a Dios a través de las palabras de Cristo, pues, como él dice, “la parábola de Jesús implica que si aceptamos al Dios de la vida cotidiana, podemos encontrar a Dios en la vida cotidiana”.

Además...

Todo lo escrito
Sergio Pérez Portilla

Hoy leí la carta que me enviaste las primeras vacaciones, ¿la recuerdas? La que escribiste con tu lapicero azul, el que tenía forma de todo, menos de lapicero. ¡Cómo me hizo bien volver a tenerla en mis manos! Tú sabes que la guardé mucho tiempo porque era mi tesoro. Pero me di cuenta de que de nada valía un tesoro, por inmenso que fuera, encerrado y por momentos olvidado. Así que la liberé de su prisión y la leí y la disfruté. Después me recosté para dejar volar mis ideas, e inventé muchos finales a nuestra historia.
Me doy cuenta de que no todo tiene que cambiar así como lo nuestro cambió. Hay situaciones que tienen que hacerlo, ser completamente diferentes. Pero hay muchas en las que no es necesario cerrar un ciclo, sino perfeccionar su camino. Elevarlo más que anudarlo. Sublimarlo más que enterrarlo.
Hoy la historia ya está contada. Sabemos el final. Lo sé y sin embargo, aunque no me gusta, no intento cambiarlo porque decidí y decidiste, y respetar lo que pasó es respetarnos a ambos.
¿Podría haber un tal vez? No lo sé. Sólo sé que todo lo que he escrito, todo lo escrito le da razón a mi disnea y luz a mi afasia.

martes, 11 de noviembre de 2008

De regreso


La memoria de los vientos
Sergio Pérez Portilla

Cuelga de mi ventana la mañana con listones color belleza, y me parece ver a través de ella un pequeño persiguiendo vientos con su sonrisa, y para mi sorpresa los alcanza, los toma entre sus ojos y luego los libera, y son más libres de lo que antes eran. Viento entre sus ojos.
En un arrebato más bien ingenuo me levanto y salgo, y ya fuera comienzo a buscar al infante. Lo veo a lo lejos, persiguiendo ahora un par de nubes. Va montado en sus sueños y es imposible alcanzarlo. Por un momento me siento, no sé, extraño. Levanto mi mirada y veo que el viento juguetea entre los árboles y después se esconde, pero vuelve a salir y ahora juega con las mariposas y las aves.
Quizá nunca me he atrevido a ir más allá, pienso, a ser más yo por mí que por los demás, pero siempre más yo para ellos que para mí. He hecho demasiadas cosas mal. Entonces preparo mi sonrisa para ir a perseguir vientos, de los que siempre me dijeron que nadie podría alcanzar. Pero yo he visto al niño alcanzarlos con tanta facilidad, que mi corazón me dice que yo también puedo. Quiero correr pero sólo me salen dos pasos y me detengo. Otra vez el ayer. Mis ojos se humedecen, pero recuerdo los del pequeño, los que tomaron al viento, y mis manos dejan de apretar mis anhelos, se abren y me siento de nueva cuenta animado, no sé, me siento feliz.
Ahora no sólo quiero correr, ahora no sólo son dos pasos, ahora mis ojos están preparados, ¡estoy corriendo tras los vientos!

lunes, 3 de noviembre de 2008

Hadas

Hadas
Sergio Pérez Portilla

Las aves revolotean y tú duermes, y sus giros semejan tus ojos cuando sonríes, y su canto se parece al susurro que se oye cada mañana tibia, cuando los primeros rayos de la estrella amarilla tocan a nuestra puerta.
Tu sueño es misterioso, es como la mano cerrada o como el silencio y la sombra. Y me asombras.
¿Quién habrá bordado en el aire tu silueta? ¿Cuándo te soñé y te hiciste realidad?
Una lámpara encendida y otra sin su luz. Un ruido de cascada dentro de mi habitación. Un espejo en la esquina, donde nadie se puede ver. Es hora de tu salida, es hora de leerte un cuento, de darte un abrazo, de despertar y después abrir los ojos.
¿Quién habrá llorado como lloran las quimeras?

Contigo

Contigo
Sergio Pérez Portilla

Amo la forma en que me miras, como si buscaras un tesoro en mis ojos cafés, o como si quisieras simplemente entrar en ellos.
Amo la forma en que me hablas cuando debes decirme algo muy serio, y la forma en la que ni siquiera puedes hablar por la risa que te he causado.
Amo tu piel, tus manos cuando tocan las mías, tu manera de distraerte y tu aroma inconfundible. Amo tu aroma y lo recuerdo todos los días.
Amo tu voz, sincera y serena en medio de chubascos, fuerte en la oscuridad y transparente en el aire.
Te amo poco a poco, pero te amo muchísimo.
Te amo, y amé el momento en que supe que tú también lo hacías, y amo los momentos en los que me demuestras que mis sueños se realizaron en ti, contigo…

viernes, 31 de octubre de 2008

Reseña

Hola a todos. En esta ocasión comparto una reseña que se publicó en el primer número de Palábrate, revista interna del Seminario de Xalapa. El tema resulta paralelo a las fechas que celebramos este fin de semana (1 y 2 de noviembre). Espero que les resulte amena, y pronto compartiremos algunos escritos más. Gracias por todo.

Atte. Sergio Pérez Portilla


Para pensar la muerte
Sergio Pérez Portilla

¿Se puede hacer un verdadero discurso sobre la muerte? ¿No es acaso algo tan distinto a lo que podemos conocer –que no tan lejano, en muchos aspectos– que ni siquiera podemos hacernos una verdadera idea sobre ella? Vladimir Jankélévitch, filósofo francés (Bourges 1903-París 1985), escribió sobre la muerte, allá por 1966, y esto dio paso a una serie de entrevistas, de las cuales cuatro se encuentran en el libro aquí reseñado.
En Pensar la muerte (FCE, Buenos Aires, 20062, 131 pp.) encontramos algunas tesis importantes: a) existen 3 tipos de muerte: i) la muerte en tercera persona, la de no importa quién, del que no conozco y por tanto no influye en mí; ii) la muerte en segunda persona, la más parecida a la mía sin ser la mía, y ésta sí afecta sentimientos y pensamientos; y iii) la muerte en primera persona, la mía, de la que no puedo hablar en absoluto porque es mi muerte; b) no se puede hacer un verdadero estudio sobre la muerte, pues, aunque parezca irrisorio por lo que ya hemos dicho, cuando se experimenta ya no se tiene un después; c) la muerte no es una transformación, sino el pasaje a la ausencia de forma; d) el lenguaje no está hecho para expresar la muerte porque aquél se basa en la experiencia; e) nunca es necesario morir y sin embargo un día hay que hacerlo. Si bien Jankélévitch es filósofo, también es cierto que se auxilia de las perspectivas antropológica, sociológica y religiosa, primordialmente, para elaborar su propuesta.
Un libro interesante por la temática y muy bueno por la “invitación forzosa” a la crítica objetiva que, incluso, podríamos decir que se adelantó a la reflexión que vemos en nuestros días.

jueves, 30 de octubre de 2008

Antes de la comida

De vuelta
Sergio Pérez Portilla

Apenas me es posible ver tu silueta. Me recuerdas a los barcos que se alejan y son devorados por el horizonte, por el espejismo del azul de niebla. Te vas, pero no es para siempre, has prometido volver, y yo te he creído. Así que a partir de este momento prepararé todo para tu regreso. Escribiré todo lo que pase por aquí, y te lo leeré cuando estés de vuelta, mientras estemos sentados en la alfombra, recargados en el sofá. Prepararía algún exquisito platillo para decirte todo lo que te extrañé, pero nunca he sabido cocinar. Así que pediremos pizza y tomaremos un buen vino tinto.
Después, después quizá te vuelva a abrazar para saber que estás a mi lado.

viernes, 24 de octubre de 2008

BN

Ojos antiguos
Sergio Pérez Portilla

Hoy soñaré con tus ojos, pero los quiero soñar en blanco y negro. Soñaré que estamos juntos, pero tú ves hacia el oeste mientras yo veo tus ojos en blanco y negro. Es tan rápido tu parpadear que se confunde con el aleteo del colibrí de 7 colores que ha pasado veloz, que sólo se detuvo a libar de tus ojos, pero al verlos en blanco y negro se marchó, difuminándose en el marco borroso e indiferente de mi sueño.
Ahora tus ojos en blanco y negro murmuran tu alegría; ahora gritan tu cansancio; ahora gimen tu dolor. Vuelves a parpadear y ya tienes junto a tus ojos el rocío y el vapor. No, no puedo dejar de verlos. Son tan simples así, en blanco y negro, que puedo abarcarlos con los míos.
He despertado, tus ojos ya no ven hacia el oeste sino hacia los míos. Ya no son blanco y negro, ahora son eternos.

lunes, 20 de octubre de 2008

Fiesta


Libertad
Sergio Pérez Portilla

A los pocos días de haber nacido, la canción sigue llenando la casa. Es eco de almas y cuerdas, sonrisa de los cuatro vientos y soledad ausente, es inspiración y suspiro casi invisible, casi incoloro, casi eterno. Antes de que el veneno baje por mi garganta deseo escribir otra canción. Antes de que mis entrañas dejen de conmoverse, antes, mucho antes de que la tierra me reciba, antes de que la noche sea eterna, quisiera escuchar las melodías de la pródiga sensación de bienestar.
¿Qué etéreos momentos te convencieron de la mentira? Derribemos sus murallas caminando alrededor de la prisión. Liberemos la verdad, para que la verdad nos haga libres, pues sólo libres es que podemos cantar, celebrar, regocijarnos sin miedos.

Lunes


No es un adiós
Sergio Pérez Portilla

Siempre me he preguntado cómo debería empezar un adiós, qué palabras son las únicas que le darían a ese momento su valor y su sentido. Decir adiós implica muchas cosas, por eso no quisiera decirlo como si fuera cualquier cosa, cualquier lugar, cualquier sombra. Decirte adiós nunca ha estado en mis planes, y sin embargo a veces hay que improvisar. Si te agradeciera por todo lo que hubo sería una descortesía. Si te pidiera que me disculparas abriría una posibilidad que ni remotamente debería ser. Si te dijera que el mañana luce mejor para ambos seguramente ni yo lo creería, porque lo único seguro en dicho momento es la incertidumbre.
Siempre me he preguntado cómo debería empezar un adiós, mas tengo mis esperanzas puestas en que nunca pase, en que nunca deba despedirme de ti, y sigamos juntos como hasta ahora.

lunes, 13 de octubre de 2008

13 de octubre

Dentro de mi cuarto
Sergio Pérez Portilla

Hoy ha sido un día excelente, quizá perfecto. Hoy volví a ver, volví a caminar, volví a oír y a hablar. Mis sueños se hicieron realidad. Incluso pude volver a percibir la suave caricia del viento y olí el perfume nocturno de los nardos que pueblan la campiña y la visten de blanco y crema, y también acompañé a la brisa matinal de la mano del recuerdo que emergía por el simple hecho de callar.
Mi piel se erizó por la neblina vespertina, pero al momento me acurruqué en los brazos de mis amigos y así, sin más, nuevamente el calor.
Dediqué un tiempo a la locura y otro a la fantasía; obsequié minutos a la cordura y también a la planeación seria. Cumplí con mi trabajo y me siento satisfecho.
Ahora, ahora sólo una cosa más, un pequeño pero importante detalle: decirte gracias, Señor, porque me regalas una vida y un millón de bendiciones, y a cada una de ellas la llamas con tiernos nombres. Se llaman papá, mamá, hermanos, amigos, situaciones, encuentros, despertares, responsabilidades, pensamientos, sentimientos, anhelos, hojas, aire, agua, sol, mundo. Un millón de bendiciones en una sola vida. Un millón de bendiciones en mi vida.


lunes, 6 de octubre de 2008

Así fue


Historia e historias
Sergio Pérez Portilla

Leí la contraportada del pequeño libro y alcé la mirada: ahí estaba la luna en su cuarto creciente, justo frente a mí. La vi diferente, quizá por lo que acababa de leer, quizá por lo que acababa de rememorar, por las circunstancias similares, por el latir de mi corazón, por la luz mortecina o por la distancia que increíblemente es tanta y tan poca. Esperé el autobús mientras seguía pensando en esas líneas. Era ya tarde, y sólo un joven estaba cerca de mí, pues la mujer que esperaba antes de mi llegada eligió un taxi y se fue a descansar unos minutos más. El muchacho escuchaba música con unos audífonos, y me pregunté si sería un teléfono o un reproductor de mp3 cualquiera. Le calculé unos 17 años y deduje que no hacía mucho se había despedido de su novia, que había aprovechado hasta el último momento. Su novia se habría quedado recargada en el marco de su puerta viéndolo doblar la esquina, y hasta entonces se metió a su casa y cerró con llave.

Por su parte, la mujer que se fue en taxi seguramente habría salido de trabajar un turno doble en un trabajo que paga casi la mitad de lo justo, aunque sea lo legal. Pero a esta hora no tiene muchas opciones, pues es muy probable que su casa esté en la periferia y los autobuses que van hacia allá han dejado de pasar hace mucho. El taxi le quitaría el dinero que de vez en cuando usa para un refresco o un jugo a media mañana, cuando lo poco desayunado ya ha sido digerido, y es muy temprano para comer. Pero no hay de otra, ya debe llegar a su casa.

Volví a ver el libro de pasta negra. Hoy, además, no había ni brisa ni llovizna, ni siquiera el discreto bochorno capitalino. Hoy simplemente era hoy. Pude ver a lo lejos el reflejo del semáforo, cómo cambiaba del rojo al verde y cómo los autos comenzaron a avanzar. Pocos, ciertamente, muy pocos, pero ya he dicho antes que era tarde, cerca de las once de la noche. Un coche pasó veloz junto a mí, e imaginé que quien iba en él era alguien que me veía y se preguntaba qué estaría pensando y hacia dónde iría, cuál era mi origen y mi destino, y a partir de ahí yo era parte de su historia, como lo fue la mujer del taxi de la mía, como lo fue el joven que, sentado, seguía esperando con sus audífonos. Era yo simplemente una pieza de su rompecabezas, como ella lo era de la mía.


viernes, 3 de octubre de 2008

¡Tiempo!

Como ayer
Sergio Pérez Portilla

Las tardes en los tiempos de mi niñez me parecen ya tan lejanas que estoy a punto de olvidarlas. Es cierto, he crecido y ya han pasado muchos años, pero no son recuerdos vagos por eso, sino porque hace mucho que no me divierto sin más preocupación, de hecho, que divertirme. Hoy me divierto pero pienso que mañana debo trabajar, que tengo pendientes algunos documentos, que debo elaborar tales reportes. Empiezo a preocuparme por tantas cosas que dejo de divertirme como niño.
Así que aquí estoy, a tu puerta, con este par de cometas que conseguí en no-me-preguntes-dónde-ni-cómo, y sí, lo sé, me veo ridículo con estos pantalones desgastados y esta sudadera de ningún color, pero anda, sal conmigo, vayamos a correr al campo un buen rato, riamos inocentes, elevemos nuestros sueños.

jueves, 2 de octubre de 2008

¿Tiempo?

El beso
Sergio Pérez Portilla

El reloj se ha detenido justo ahora, preciso, cómplice, caprichoso. Ni un grano cae dentro de la fortaleza de cristal. Arena de mil playas, azúcar de mil cañas, sal de mil mares. La campana contiene su tañido como el amante su suspiro, como el libro su conciencia. Se acaba la historia y comienza el presente sin ayer ni mañana.
Veo tus ojos, pero ellos son tú, en ellos está sumergida tu presencia. Verde hoja que el rocío bañó, que la araña eligió, que la pureza sembró. Verde hoja que no se secará. Ojos color anhelos, manos nobles, corazón vivo, el pequeño duerme, la esperanza crece.
Hay una sorpresa esperando, un regalo aún cerrado, un gigante sentado, una manzana en el suelo, una carta sin remitente, una lámpara encendida, un bote de pintura azul, una burbuja de oropel, una guitarra recostada, un vaso bocabajo, una estampa arrugada y un reloj, un reloj que sigue sin avanzar.

jueves, 25 de septiembre de 2008

25 de septiembre

Temblores y querencias
Sergio Pérez Portilla

Saber de ti es como un regalo, es como una tarde de otoño o una gota de perfume.
Saber de ti es como ver al cielo y encontrar los cantos que he olvidado, y escucharlos nuevamente con las manos quietas, con las rodillas sobrias.
Todos los días quisiera escuchar de ti, pero a veces mis gritos son sólo susurros ahogados, sollozos inundados de ansia y respeto.
Van cerca de mil años ya que estoy esperando una certeza, una palabra, una llamada; y es casi seguro que pasen mil más, antes de que suceda, antes de que pueda verte a través del algodón y del verde, del claroscuro pensamiento y la trillada frase, aunque esto ya será algo.
Te espero, de verdad lo hago. No sabes cómo quisiera saber de ti.

lunes, 22 de septiembre de 2008

Visiones

Tiempo soñado
Sergio Pérez Portilla

¿Volveré a verte? ¿Volveré a encontrarte por el camino como la primera vez, cuando escuché tu nombre en tu voz y lo repetí para no olvidarlo? Ni el sol ni las rosas se comparaban contigo, y tu cabello rizado y oscuro alrededor de tu cara cantaba y era ola de mar nocturno.
Aunque hubiera querido detenerme junto a ti sin hablar, sólo viendo tu sonrisa y tu blanca piel, aunque hubiera querido…
En la misma calle te encontré cerca de dos meses después, y hablamos y nos tomamos las manos. Pregunté y preguntaste, respondimos entre risas nerviosas.
Pero ya hace más de un año que no te veo, que no te encuentro. Y mientras pasa el tiempo y no te olvido, sigo preguntándome si volveré a verte.

Teología de la liberación

Hola, un saludo afectuoso a todos. Les comparto este escrito, publicado el 21 de septiembre en la página de Concilio. En mi espacio he publicado una versión con algunos añadidos y con un par de referencias, así que los invito a leerlo también.

¡Nos vemos pronto!

ATTE. Sergio Pérez Portilla.





Pobreza y cristianismo: Teología de la liberación
Sergio Pérez Portilla

El Concilio Vaticano II trajo consigo un revuelo en la Iglesia, tal como pasa con toda novedad. Algunos se mostraron conservadores y otros mucho más abiertos ante los planteamientos de este gran concejo. Comenzó en el año 1962 y concluyó en 1965. A la par de este concilio, un sacerdote de Perú, Gustavo Gutiérrez, ya reflexionaba sobre la realidad de la violencia y la pobreza en Latinoamérica. Tres años después, a la luz e inspiración del Vaticano II, la segunda Conferencia General del Episcopado Latinoamericano celebrada en Medellín, Colombia, hizo patente la opción que al final del concilio, según cuenta Leonardo Boff, tomaron 40 obispos en las catacumbas de santa Domitila, a las afueras de Roma: la opción por los pobres.
En realidad, la Iglesia enseña que la opción por los pobres es su elección preferencial, que no exclusiva, a la luz de Jesucristo, cabeza de esta misma Iglesia. Pero una cosa es decirlo y otra muy diferente hacerlo.
Un año antes de la II CELAM, en 1967, Gustavo Gutiérrez habló en Montreal sobre la pobreza desde 3 perspectivas: la primera sobre la pobreza real o material, situación siempre mala; la segunda como pobreza espiritual, es decir, como infancia espiritual, ponerse confiadamente en las manos de Dios; y la tercera, es la solidaridad con los pobres pero contra la pobreza. Esto es, hacer de los pobres protagonistas de su liberación. Un año después, el 22 de julio de 1968, en Perú, el mismo padre Gutiérrez llamó a esta reflexión teológica Teología de la liberación. Así, Medellín, influenciada positivamente por la Teología de la liberación, apuntaló y dirigió la praxis de los siguientes años. Para 1973 se publicó el texto que sobre el tema escribió, circunstancialmente, Gustavo Gutiérrez: Teología de la liberación. Perspectivas.
En la III CELAM, realizada en 1979 en la ciudad de Puebla, la Teología de la liberación estaba en un momento crucial, fuerte. Esta teología, por cierto, había recordado que no podemos importar teologías que nacen en realidades culturales completamente diferentes, sino que es preciso que la teología sea desde, y no sobre: desde Latinoamérica y los pobres, por ejemplo, y no sobre América Latina y la pobreza.
Pero vino un sobresalto cuando en la IV CELAM, celebrada en Santo Domingo en 1992, todo indicaba que la Teología de la liberación había desaparecido, pues no solamente nunca se mencionó en el documento final, sino que su método (y dice Gustavo Gutiérrez que su metodología es su espiritualidad) pareció superado, como menciona Juan José Tamayo en su libro Presente y futuro de la Teología de la liberación (San Pablo, Madrid, 1994). No poco tuvo que ver la aparición de dos textos de la Congregación para la Doctrina de la Fe: la Instrucción sobre algunos aspectos de la Teología de la liberación (6 de agosto de 1984) y la Instrucción sobre libertad cristiana y liberación (22 de marzo de 1986). El problema fue que algunos politizaron y adjetivaron el término cristiano, cuando en realidad lo cristiano es un sustantivo, según recuerda Gutiérrez, y esto es lo que la Congregación tuvo que aclarar y distinguir: lo primero es ser cristiano.
El espíritu de la Teología de la liberación, por tanto, no había muerto. Lo podemos constatar en el documento conclusivo de la V CELAM, llevada a cabo en el reciente 2007 en Aparecida, Brasil. Quizá no se menciona de nueva cuenta el término Teología de la liberación, pero sí están presentes sus ideales: la opción preferencial por los pobres, la promoción humana integral y la auténtica liberación cristiana (Aparecida # 146, entre otros).
Hoy, a 40 años del peregrinaje, la Teología de la liberación se mantiene. Ni es ni debe ser la única, es más, seguramente algún día morirá, en palabras de Gustavo Gutiérrez, porque morir significa ya no presentar la misma urgencia de antes, pero mientras exista, seguirá indicando un camino de santidad, porque para hacer verdadera opción por los pobres, para hacer verdadera Teología de la liberación, se debe tener la mirada puesta en Dios.

domingo, 14 de septiembre de 2008

México

Hola a todos.

Les comparto un escrito que apareció en la página dominical de Concilio, el 14 de Septiembre. El motivo: una relectura de los colores de nuestra bandera a la luz de los hechos actuales. Espero les guste.

ATTE. Sergio Pérez Portilla


Septiembre verde, blanco y rojo
Sergio Pérez Portilla

El 24 de febrero de este año, el licenciado Juan Camilo Mouriño, Secretario de Gobernación, pronunció un discurso en Iguala, Guerrero, durante la ceremonia conmemorativa por el 187 aniversario del Día de la Bandera. En su intervención hizo una reseña del estandarte tricolor, su paso por la historia y el significado que para los mexicanos tiene este símbolo patrio, además del sentido de sus colores. Pero es en estos días de Septiembre que veremos a nuestra insignia nacional pegada o colgada, literalmente, de puertas, ventanas, coches, antenas, sombreros, vasos, y todo lo que esté al alcance del mexicano que celebra su independencia.
Este es el contexto en el que surge la cuestión que guía nuestro escrito: ¿cómo podemos hoy interpretar (¿reinterpretar?) los colores de la Bandera mexicana? Vayamos al encuentro del significado.

Del verde
El verde ha representado la esperanza, prioritariamente. Hoy, en un país en que se vive al día, no podemos limitar ese sentido. Más que esperanza, debemos darnos cuenta de que el verde es un claro signo de la realidad local y nacional: estamos perdiendo nuestros bosques y selvas. El verde que se veía en nuestro país –ya ni decir de nuestro estado– es cada vez más lejano: hoy encontramos deforestación, incendios incontrolables, y, sobre todo, en lugar de árboles vemos concreto y civilización, y no percibimos que si mueren los bosques nuestra vida desaparecerá poco a poco, comenzando por la calidad de la misma. Si olvidamos que estamos en relación con el mundo, también olvidaremos que hay esperanza.

Del rojo
La sangre de los héroes nacionales, de todos los que con su vida ofrecieron libertad a nuestro pueblo. Es un recuerdo precioso. Generalmente –y aquí está el inconveniente–, los héroes son los que quedaron allá, en el pasado. Son incluso míticos, idealizados. El rojo debe recordar la pasión de los héroes de hoy, de aquellos que buscan la verdad en un país donde la corrupción y la transa es tan común que muchos lo creen normal. Héroes que, como lo vimos hace poco, salen a la calle manifestando su deseo de que acabe la delincuencia y la impunidad, la violencia y la muerte que va desde el aborto hasta la eutanasia. No existe México en cuanto ser real, físico. Existen los mexicanos. Si el hombre olvida que es un ser social, relacionado con otros hombres, olvidará que celebra no sólo la independencia suya y de los suyos, sino la de todo un país con altos índices de pobreza, analfabetismo y desnutrición.

Del blanco
El sentido de la pureza es el correspondiente al blanco: pureza en los ideales, pureza en la lucha, pureza en todo aspecto. Blanco ha sido también el color de la paz, de la tranquilidad. ¿Y cómo podemos ofrecerle al hombre pureza en su intención y paz en su vivir, si no cuenta con un sentido en su vida? Los mexicanos hemos hecho de nuestra nación, simbolizada en la Bandera, una nación deshumanizada y poco generosa. No, no todos, por supuesto, pero si confrontamos los índices de vicios en nuestro país (corrupción, violencia, narcotráfico, pobreza, etc.) nos daremos cuenta de que hay mucho por sanar. El mexicano debe volver a darle sentido a su vida, y como todo hombre, el sentido lo tendrá en cuanto ponga su mirada más allá de sí mismo. Hemos olvidado que somos un pueblo religioso y rico en tradiciones, hemos ido olvidando que somos un pueblo creyente, sí, en los demás, pero sobre todo en el que nos sostiene desde lo alto.

jueves, 11 de septiembre de 2008

Respuestas

Hola a todos.


¿Alguna vez se han preguntado qué significa el pez que los cristianos usan? Entonces los invito a ver mi >>> espacio, donde pongo una pequeña nota acerca de eso. ¡No duden en dejar su comentario!


ATTE. Sergio Pérez Portilla

domingo, 7 de septiembre de 2008

De domingo

Pinceladas
Sergio Pérez Portilla

De las miradas ilícitas, de los años vencidos, de los excesos de vino, de las mesas sin fruteros y de las flores anuales. De todo ello nace el verso, de todo ello aprende el cantor. Ha visitado el hijo a la madre y ella está feliz, con las manos arrugadas y trémulas, con el corazón agitado, vivo.
Ha soñado la palabra tantas veces que es libre, que cada vez que despierta mira sus cadenas y las rompe, hasta que llega la noche y nuevamente es condenada. Juicio y castigo.
Siguen cayendo los pétalos, y aún no hay decisión. Cerámica de artesanos adorna la mesilla, vela aromática al centro, lápiz y hoja en blanco.
Todo era inicio e inspiración para el viejo poeta y cantor, todo socorría y todo valía. Allá, amigo, allá no necesitas de tu folio y tu carbón. Allá tú serás poesía y canción.



miércoles, 3 de septiembre de 2008

Tarde, tardes

Tarde de lluvia
Sergio Pérez Portilla

Eres como el rizo y como la idea, pero eres más como la pluma que ha dejado el ave caer desde el nido, eres más como la pluma.
Siguen fascinándome tu historia y tu fantasía, tu certeza y tu poesía, tu sombra y tu diadema. Sigues fascinándome con increíble facilidad, con irresistible ansiedad.
Ha oscurecido y las calles siguen llevando el agua que la lluvia dejó. Puertas salpicadas, ventanas empañadas, banquetas transitadas en doble sentido y esquinas de mármol y paja.
Vamos a prometernos algo, venga, hagamos un trato, estrechemos las manos, arropemos la esperanza.

domingo, 31 de agosto de 2008

Ahora sí

Casas de antaño
Sergio Pérez Portilla

Intenté robar tus ojos y lo que conseguí fue quedarme prendado de tu mirada. Son ojos de tarde de café, de tertulia en la hacienda, de comida hecha por la nana.
Intenté cantar a la vida, y la vida me cantó mis días, me cantó mis noches, armonizó cuartas y quintas vigilias con octavas horas bajas. No hay tristeza que resista al barullo de los niños.
Sentado con los viejos les pregunto por su casa, y me contestan que ya quieren estar ahí, que no se han cansado, pero ya hicieron lo que tenían que hacer. Les sonrío y me miran con dulzura.
Cae la noche, así como inventa el pozo historias, así cae la noche. Velas en lugar de focos, mesa en lugar de silencio, ollas y tortillas, queso y leche bronca.
El pasto se humedece. De nuevo lo intentaré.

El último


Recordar no es vivir
Sergio Pérez Portilla

Aire, aire nocturno, aire de luciérnagas y grillos que se esconden para descubrirse. Aire que toca las ventanas con una suavidad de algodón. Aire que sube y aire que baja, aire que nunca se detiene.
Comienza la historia del triste citadino que deambula entre calles sin casas, calles vacías de almas y llenas de gente, desfile de caras sin rostros, de relojes sin horas, de días indiferentes. Aire.
Las manos bien guardadas, como las esperanzas, como los panes, como las cinco monedas que valen menos cada vez.
Las bardas marcadas con pinturas corrientes, mostrando territorios cual orín de perro, salvajes anacrónicos e indefensos ante sí mismos. Comprensión y paciencia. Aire.
Necesito volver a respirar, necesito volver a respirarte. Necesito volver a volar, volar contigo, volar en ti. Aire.

jueves, 28 de agosto de 2008

Saludos

Hola a todos. Pues ya ven que entrando a clases muchas cosas se dificultan, ¡pero aquí les doy un excelente 3x1!
Bien, son 3 escritos: el primero es del estilo de siempre, el segundo es más filosófico (pero con la misma pluma, claro) y el tercero es para mi perrita. Se llama Lana.
Por ahí les tengo otra sorpresita, pero a su debido tiempo se las compartiré. Por ahora, los invito a leer y a dejar sus comentarios. Y gracias a quienes siguen de cerca este Mundo de palabras.
ATTE. Sergio Pérez Portilla.

1

Vino tinto en la terraza
Sergio Pérez Portilla

Y es que en medio de las olas una roca es seguridad, y a la mitad de la tormenta tu voz tranquilidad.
No, podría mirar el cielo mil veces, pero sin ti, estrella, no sería lo mismo. El arrebato y la impaciencia frente a la cordura y tu mirar. La esperanza del descanso y del eterno suspirar, la alegría del derroche de risas al clarear.
Me sigue pesando la verdad que no sabré, pero me sigue alentando la certeza del ayer.
Dejaré por este día que el río llegue a su destino, y si no se desborda, si no se desborda prometo que volveré a comenzar.

2

Interiores
Sergio Pérez Portilla

Quiero comenzar este día recordando los abrazos de mis padres, los juegos que con mis hermanos jugué, la noche del primer beso y las salidas con los amigos de ayer; así, con este bufet de vivencias, con esta constelación llena de vida, podré sin dudar ser yo.
Soy mi vivencia de ayer, mi conocimiento de hoy y mis esperanzas de mañana, soy una suma de genialidades de grandes hombres y mujeres, soy la obra del Eterno.
Quiero ser feliz, lo anhelo, y lo anhelo porque sé que lo puedo alcanzar, sé que para ello estoy aquí.
Ego sum hic et nunc. Ich bin ich. Estoy aquí y ahora. Soy yo.

3

Dorada
Sergio Pérez Portilla

Eres muy inquieta, demasiado. Comprendo que por tu edad seas tan impulsiva, es sólo que a veces pierdo un poco la paciencia, además de que por estos días tengo muchas cosas en la cabeza. Te gustan muchos los libros, aunque no creo que hayas leído uno solo, y la verdad, imagino que nunca lo harás. Pero ahí los tienes. Te ofrecería todos los que tengo, pero no me conviene. Te veo contenta, pero estoy seguro de que si pasáramos más tiempo e hiciéramos largas caminatas juntos, tu felicidad sería mayor. No sé. La verdad, hace ya algún tiempo que buscaba a alguien como tú. Eres muy linda, de eso no hay duda.
Aún recuerdo el día que nos conocimos, Te veías muy seria, pero apenas tomaste confianza y mira, siendo sinceros, eres de lo más extrovertida. ¡Pero qué más da! Ya eres parte de mi vida, y aunque a veces me hagas irritar, en un par de minutos ya estamos jugando de nuevo a ser tú y yo. Así que no se diga más, venga, vamos, demos un paseo y después, después ya se verá.

viernes, 22 de agosto de 2008

Regresando


Extravíos
Sergio Pérez Portilla

Ahí, al pie de la cascada, en medio de las rocas que formaban una isleta, viendo la caída pródiga de humedad, cerré los ojos y me puse a escuchar. Era un canto que no conocía, un canto vetusto, como la tortuga, pero fresco, como miel y azul. Era un canto suave y envolvente, constante, sibilante, del sur, que buscaba saciar la sed serena y buscaba abrazar con su tonada. Mis manos intentaban encontrarlo.
Calma, mucha calma y mucha paz. Me embriagué de consuelos y lágrimas y palabras y risas. Incluso olvidé que antes de llegar a la cascada había llorado por estar extraviado. Pero el canto era así, sanador, esperanzador.
Y ahí estuve, hasta que el mismo cauce me indicó el camino de regreso, el camino que me llevaría de vuelta a casa.

lunes, 11 de agosto de 2008

De agosto

Hola a todos, amigos y hermanos.


En primer lugar agradezco sus comentarios y visitas, y me disculpo por no haber escrito nada en algún tiempo. Ya estamos de vuelta. Les comparto hoy un escrito para reflexionar, y les cuento que en poco tiempo subiré uno o dos cantos más al reproductor, esperando que sigan siendo de bendición. No se diga más, aquí está el escrito, y espero sus comentarios.




Eloa maspú
Sergio Pérez Portilla

Los nativos lo llaman eloa maspú, y le temen. Es el viento negro. Saben que llegará porque los animales se ponen inquietos, las aves no cantan y porque ellos mismos no dejan de sentir tristeza, angustia, soledad. Los niños van con sus madres y les piden que los abracen, pero ni siquiera ellas con sus brazos y sus nanas los pueden hacer sentir mejor. Los mayores, los padres de familia, se alejan y discuten, ven al horizonte y quisieran no ver.
Eloa maspú llega siempre por la mañana, pero llega con la noche. Es frío, como el viento del norte, pero es a la vez un frío diferente, que no se siente en la piel, sino en el corazón. Cuando se acerca todos se meten en sus casas y cierran puertas y ventanas. Lo oyen golpeando las ramas de los árboles, como si fuera una ola rompiéndose en las piedras.
No pueden detenerlo, no pueden hacer que no llegue, pero han encontrado una forma de sentir menos frío y menos tristeza: además de juntar lo necesario para ese día, han comenzado a juntarse entre dos o más familias, y cuando más frío sienten, cuando más oscura está la habitación, comienzan a cantar. Las velas nunca son suficientes, pero sus voces, elevadas al cielo, les dan seguridad, seguridad en el temor.
Eloa maspú se va, pero saben que volverá. Por eso, cada vez que los padres de familia se alejan cuando saben que vendrá, discuten sólo una cosa: quién recibirá en su casa a sus amigos, para no sentir frío ni tristeza.

miércoles, 30 de julio de 2008

Antes de dormir

Reencuentro
Sergio Pérez Portilla

Siéntate, anda, tomemos un café. Dime, ¿cómo has estado? ¡Qué bien! Me da gusto saberlo. Hace poco me acordaba de ti, ¿sabes? De aquel viaje a las montañas con los demás, con tu enorme mochila y tu tremendo sentido del humor que aligeraba nuestras cargas. Sí, te recordaba. También pensé en lo que me contaste cuando mi primo perdió a su esposa, cómo te levantaste de algo similar, y comencé a fantasear.
Volteé al techo sin mirarlo, e invoqué una sonrisa que no tardó en responder, suave, constante, cálida, tuya. Y abrí el libro, sí, el libro que me obsequiaste al salir del colegio, cuando me decías que te marchabas aunque preferías quedarte, y yo trataba de convencerte que me llevaras o que te quedaras conmigo. Abrí el libro, sí, lo abrí. Y no pude avanzar más allá de la primera hoja, porque en ella estaba una breve dedicatoria, firmada por ti, escrita con tu letra, vertida por tus sentimientos y liberada por tu decisión. Allí, en esa hoja, me he detenido infinidad de veces, y cada vez que lo hago, vuelvo a recordarte, y a recordar la montaña y tu tremendo sentido del humor. Levanto mis ojos y veo el techo sin mirarlo, porque te estoy mirando a ti.

martes, 29 de julio de 2008

Celebración

Banquete
Sergio Pérez Portilla

¡Cuántas veces, al creer todo perdido, me doy cuenta de que hay una solución! Camino entre sombras pero no temo, porque he amado y eso me da valor. Escucho locura a mi alrededor, y sin embargo sigo adelante con la esperanza claramente dibujada en mis ojos, bosquejada en mis labios, encendida en mi alma.
El torrente se abre paso y deja al candado inservible, ¡libertad! Los ayes y los lamentos no se escuchan ya; las lágrimas ya no corren por las mejillas; el invierno sigue siendo invierno y la primavera sigue llegando el mismo día, pero uno y otra resplandecen bajo la belleza de las casas nuevas, de los hombres nuevos.
El perfume guardado para la fiesta se derrama en todos los invitados.
Yo creía que todo estaba perdido, ¡pero me doy cuenta de que hay solución!

lunes, 21 de julio de 2008

De...

Sueños y sonrisas
Sergio Pérez Portilla
Para ti, aunque aún no haya visto tus ojos

Hace poco tuve noticias de ti. En realidad, te conocía sin conocerte, te esperaba sin siquiera saber que venías, que llegabas en silencio, tan de cerca. Hay muchas preguntas, lo sé, y a su debido tiempo deberemos responder a ellas, a todas ellas. Pero quiero darte una bienvenida a mi casa. Quiero que sepas que es tuya también, que en mí tendrás dos manos más, un corazón sincero, y diez o quince aventuras por cumplir.
Aún no sé cuándo llegas, ¡todavía no lo sé! Mas aquí sigo esperándote, preparando las lluvias y los soles, los febreros y los marzos. ¿Qué te gustará comer?, ¿preferirás el bosque o la ciudad, o la montaña o el mar? No importa, iremos a todos los lugares que quieras, y ya decidirás. ¡Qué extraño!, creo que es hora de encender la luz y todavía veo las hojas verdes. Creo que es hora de abordar el tren, y aún oigo los pasos sobre las hojas.

miércoles, 16 de julio de 2008

¡Shhhh!


Anhelo de silencio
Sergio Pérez Portilla

Aquí está, a la mitad de las certezas, en pleno novilunio, con olor a frutas y sabor a miel, tu nombre. Lo digo y me llena la boca de confianza, lo escucho y es susurro de abejas en colmena, de hojas en otoño. Lo dices, me lo dices, y no hay nada que me inunde de tanta paz.
Tu nombre es un desfile de margaritas y azucenas, de orquídeas humedecidas y de huertos fecundados, simientes eternas y raíces delgadas.
Tu nombre descansa en el silencio, se acurruca en los labios de la calle que besa la calzada y se sostiene en cada una de las letras que lo distinguen.
Me parece escuchar tu nombre, me parece que las cigarras lo están diciendo, parece que mi piel lo está sintiendo. Creo escuchar tu voz, tu dulce voz, tu ingenua locura y tu gran necedad. Creo escuchar tu voz diciendo tu nombre, creo decirlo yo.

miércoles, 9 de julio de 2008

Ciclos

Noche líquida
Sergio Pérez Portilla

Y comenzó a llover.
Caminaba apresurado, y entre charcos y banquetas buscaba los bordes de las ideas, los límites de su pensamiento y de su saber. Arreció la lluvia. Casi siempre habla de lluvias y de caminos, y hoy le ha tocado una, fría y copiosa; y le ha tocado andar, apresurado y callado. La ventana con el cristal roto y polvoso lo vio pasar. La puerta despintada por el sol sintió su presencia. La esquina, la esquina lo esperaba.
Aquí tiene todo, en su mano. Aquí tiene nada, aquí tiene nada. ¿Y ahora hacia dónde? No lo sabe. El agua corre calle abajo, quizá seguirla. Quizá sea bueno seguirla, porque continúa lloviendo, cada vez más fuerte.

lunes, 7 de julio de 2008

Tú y para ti


Cielo y mar
Sergio Pérez Portilla

Me pregunto si el cielo sabe que lo espío, cada mañana, cuando despierto y apenas puedo vivir. Aves, las aves, las alegres aves. Blanco paz, blanco esperanza, blanco pureza; azul profundo, azul elegante, azul de lejos, azul
cielomar. En algún lugar se unen los quiméricos seres aéreos y las ancestrales criaturas marinas. Al cielo lo espío, y al mar le digo lo que alcanzo a ver. El mar, por cierto, que está a unos pasos de mi puerta, a unos metros de mi mano, a unos susurros del tal vez. El mar salado que endulza mis horas, que mece mi barca y que escribe conmigo. El mar que sabe leer.
Y sigo preguntándome si el cielo sabrá que lo espío, cada tarde también, cuando vuelvo del mar y apenas puedo entender.

jueves, 3 de julio de 2008

Vientos del...


Hoy no lo sé
Sergio Pérez Portilla

Ha habido muchas semanas sin martes, muchas noches sin luna, muchos días sin el agua del cielo. Han existido cuentos e historias, ellos y nosotros, nuncas y siempres. Han resonado por miles de años los alegres perfumes, y se ha visto pasar el viento. Todo ha sido muy extraño, de verdad. Oigo tanto silencio que preferiría alejarme de este aquí, de este ahora, y sin embargo, al llegar a ninguna parte, sigo siendo un hoy en este lugar. Han nacido cientos de recuerdos, de olvidos, de fantasías y de ayeres, pero nunca ha nacido un mañana. Cuando está a punto de hacerlo, un hoy le quita su lugar. El libro cae, lentamente, y se estrella en el suelo. La joven lo recoge. El llanto cesa, la cuna quieta, la madre admira, se admira…
No, hoy no lo sé, hoy simplemente no lo sé.

domingo, 29 de junio de 2008

Fiesta de san Pedro y san Pablo



Hola, un saludo a todos. Comparto ahora un artículo que apareció en la página Concilio, del SAX, hoy domingo 29 de junio. Ya saben que espero sus comentarios, aquí mismo, o a mi correo: sergioeem@hotmail.com



Pedro y Pablo, cristianos racionales
Sergio Pérez Portilla

Muchas veces, al hablar de fe, se cree que se entra en un ambiente de sinsentidos, de irracionalidades, de dogmatismos y de fantasías. En realidad, la fe no se opone a la razón, pero esto de ninguna manera implica que tengan la misma perspectiva de la verdad, que sus discursos deban ser exactamente los mismos. Por otra parte, tampoco estamos diciendo que deban forzosamente tener distintas opiniones sobre la verdad, incluso opiniones contradictorias, y ambas tengan la razón, no. Estamos diciendo que la única verdad es alcanzada, mas no abarcada en totalidad, tanto por la razón desde su plataforma como por la fe desde la propia.

Se dice que la fe empieza donde termina la razón, cosa no falsa, pero tampoco del todo cierta. Simplemente, la fe se ocupa de la verdad desde su lugar y la razón desde el suyo, y a veces, sí, es cierto, la razón nunca podrá alcanzar lo que la fe alcanza; pero otras, también es cierto, la razón alcanza logros que la fe no. Por eso debemos concluir que ambas se complementan, y pueden apoyarse para obtener más certezas para el bien del hombre y de todo lo que con él se relaciona: el mundo, Dios, el otro.

Pero, ¿qué tiene que ver todo esto con Pedro y Pablo? Pues resulta que estos dos cristianos, cuya solemnidad se celebra el 29 de junio, como hoy, supieron aceptar que la fe y la razón son los dos pilares que sostienen la lucidez del hombre que es a la vez cuerpo y espíritu. De boca de Pedro, el pescador que negó a Jesús y aún así, por los méritos de Cristo, obtuvo las llaves del Reino de los cielos, escuchamos dos frases que sostienen nuestra propuesta: la primera, en el evangelio de san Juan, capítulo 6 versos 68-69, dice (el contexto es amplio y no podríamos decirlo en 2 frases, por lo cual invitamos a leer todo el capítulo 6) que Pedro le responde a Jesús, cuando éste ha preguntado si quieren marcharse, lo siguiente: Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna y nosotros creemos y sabemos que eres el santo de Dios. Creer y saber representan estos dos momentos del hombre: la fe y la ciencia. Los discípulos no creen solamente, sino que saben. No sólo han depositado su vida y su confianza en el joven carpintero, sino que han sabido, por su experiencia y por lo que ha acontecido, que Él es. Creer y saber. La segunda cita la encontramos en su primera carta, capítulo 3 verso 15, y ahí pide a los suyos que estén dispuestos a dar respuesta a todo el que pida razón de su fe (o esperanza). Dar razón es ofrecer argumentos válidos y suficientes, y dar razón de la fe, es dar argumentos igualmente válidos y suficientes de algo que se ha experimentado y que ha cambiado la vida, de algo que viene de arriba, de Dios. Así lo pide Pedro.

Pablo, el que era perseguidor de cristianos y aun así llegó a ser el apóstol misionero por los méritos de Cristo, reconoce por su parte que la salvación depende de la fe y de la justificación, pero también asume que la razón puede llegar a captar lo invisible de la divinidad a partir de lo visible, que no es otra cosa sino creación de Dios. Apuntamos, pues, el texto clásico de la carta a los Romanos, capítulo 1 verso 20: lo invisible de Dios, desde la creación del mundo, se deja ver a la inteligencia a través de sus obras. Es por esto que si la inteligencia, la razón, en un camino recto y bueno alcanza una certeza de verdad, entonces eso no puede estar peleado con la fe. La inteligencia puede, y de hecho es propio de ella, conocer y acceder a la verdad, aunque insistimos que no puede abarcarla en totalidad. Pablo no rechaza la razón, aunque ponga muy en alto el conocimiento de fe, no desecha la inteligencia, ¿cómo hacerlo sin rechazar la sabiduría divina que fue quien concedió al hombre ser racional?

Pedro y Pablo, cristianos del primer siglo, pilares de la Iglesia, mártires (crucificado el primero, decapitado el segundo), hombres de fe, de auténtica fe porque tuvieron una experiencia de vida con Jesucristo, son ejemplo del verdadero creyente, el que no hace a un lado a la razón, sino que se apoya en ella, la dirige. El verdadero creyente es el que, sí, cree, pero también piensa, de ninguna manera acepta cosas masticadas ni se aliena.

miércoles, 25 de junio de 2008

Artículo

Hola, un saludo a todos. Les comparto un escrito acerca de la salvación. Espero sus comentarios.


La bendición de Dios
Sergio Pérez Portilla

Dijo Yahvé a Moisés: Di esto a Aarón y a sus hijos: «Así habéis de bendecir a los israelitas. Les diréis:
Que Yahvé te bendiga y te guarde; que ilumine Yahvé su rostro sobre ti y te sea propicio;
que Yahvé te muestre su rostro y te conceda la paz. Que invoquen así mi nombre sobre los israelitas y yo los bendeciré.»

Nm 6, 22-27

El judío, basado en toda su vivencia, sabe que si invoca sobre sí el Nombre de Dios, obtendrá su bendición y su protección divina. Muchos nombres tenían sobre sí el Nombre: Ismael (Dios ha escuchado), Isaías (Yahvéh es ayuda), Gabriel (mi poder –potencia– es Dios), Emmanuel (con nosotros Dios), Mateo (don de Dios), entre otros, lo que indicaba su adhesión y su fe en el Nombre del Señor. El cristiano, llevando este mismo pensamiento hasta el que manifiesta al Padre, hasta el Hijo, sabe que si invoca el nombre de Jesús, obtendrá las mismas gracias y bendiciones, y todas ellas se condensan en la salvación eterna.

Al encarnarse Jesucristo, la frontera entre el cielo y la tierra quedó hecha nada, haciendo así el Señor al hombre capaz de la eternidad, de la presencia de Dios. ¿Cómo ha sido esto? Jesús es el Verbo de Dios, Dios mismo (cfr. Jn 1, 1), que se hace como los hombres para que éstos se enriquezcan y puedan entrar en la gloria de Dios (cfr. Rm 5, 1-2), pues nos ha reconciliado con Él (cfr. Col 1, 21-22). Así, el hombre encuentra su salvación en el nombre de Jesús, verdadero Dios y verdadero hombre.

Jesús es el Hijo de Dios por su gloria y por naturaleza: Jesús es Dios (cfr. Lc 1, 32.43). Cuestionaba a sus discípulos sobre lo que ellos y la gente decían acerca de su naturaleza, y muchos lo veían como un profeta, como un gran hombre, incluso como una cierta reencarnación de algún personaje importante de Israel. Mas Pedro levanta su voz y lo reconoce como el Hijo de Dios vivo (cfr. Mt 16, 16). Lo escrito en la Palabra revelada está consignado para dar testimonio de esta verdad (cfr. Jn 20, 30-31). Ningún hombre puede obtener la perfección por sí mismo, pues por mera definición él es imperfecto, limitado y ella una plenitud, una realidad sin límites. El hombre, de igual manera, no puede proveerse la salvación, porque ésta requiere de Dios. Por eso decimos que Jesús es Dios, porque si fuera sólo un hombre como nosotros, entonces no podría habernos provisto de los dones y la gracia necesarios para adentrarnos de forma plena en la realidad divina. El acontecimiento que marca la diferencia entre los hombres y Jesús es la resurrección.

Pero Jesús no es únicamente Dios, sino también hombre verdadero, no es Dios vestido de hombre, sino Dios encarnado (cfr. Jn 1, 14), es decir, hecho hombre. Nació de una mujer (cfr. Ga 4, 4), nació dependiendo de ella: desde su concepción su alimento lo recibió a través de la sangre y del ser mismo de esa mujer; nació y fue un niño normal, común, como cualquier otro; creció y fue adquiriendo estatura, sabiduría y gracia ante Dios y ante los hombres (cfr. Lc 2, 52). Tuvo todas las necesidades y sentimientos humanos: alegrías, tristezas, desesperación, angustia, cansancio, sueño, hambre, enojos. En fin, Jesús fue un verdadero hombre. ¿Esto lo degrada? No, de ninguna manera. Lo ubica, lo coloca como el único mediador entre los hombres y Dios en lo que a la salvación se refiere (cfr. 1Tm 2, 1-6a).

Es, entonces, Jesús verdadero hombre y verdadero Dios, y en Él se encuentra nuestra salvación. Una lectura compartida entre Mateo y Lucas dice lo siguiente:


(…) el ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: «José, hijo de David, no temas tomar contigo a María tu mujer porque lo engendrado en ella es del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados.» Mt 1, 20b-21

El ángel le dijo: «No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios; vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo a quien pondrás por nombre Jesús (…) » Lc 1, 30-31


El Espíritu del Señor cubrió a María y resultó fecundada del Hijo de Dios. El nombre que había de llevar era Jesús, que significa “el Señor (Yahvéh) salva (libera)”. Ésa era la misión de Jesús: salvar, ofrecer la salvación de parte de Dios, a todos los hombres mediante su pasión, muerte y resurrección. Siendo hombre, Verbo encarnado, esclarece el misterio de los hombres a ellos mismos, su ser y su vocación (cfr. GS # 22). Siendo Dios presenta al Padre a los hombres, pues quienes lo ven están viendo al Padre (cfr. Jn 1, 18; 14, 9b), es decir, descubre el misterio de Dios, lo revela (cfr. DV # 2). Siendo Jesús él mismo, asumiendo su más profunda identidad, pone al alcance de la presencia del hombre la entrada en la presencia de Dios, siendo Él presencia en su única persona de esas dos realidades, de esas dos naturalezas.

La salvación es la bendición última de Dios, la consagración más perfecta, la santificación en toda la extensión de la palabra, que los hombres pueden obtener por la entrega del Hijo, que nos hace hijos por la gracia.


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Biblia
Mt- Evangelio según san Mateo
Jn- Evangelio según san Juan
Lc- Evangelio según san Lucas
Nm- Libro de os Números
Rm- Carta a los Romanos
Ga- Carta a los Gálatas
1Tm- Primera carta a Timoteo


Magisterio
DV- Constitución Dogmática Dei Verbum, del Concilio Vaticano II
GS- Constitución Pastoral Gaudium et Spes, del Concilio Vaticano II

domingo, 22 de junio de 2008

¡Avisos de ocasión!

¡Hola a todos, un fuerte abrazo!

Bien, pues ahora les quiero comentar que en la barra lateral hay una sección de videos. En ella por el momento hay sólo dos: el primero, que ya tiene un buen rato pero no lo habíamos presentado, es de Fernando Delgadillo, y lo grabamos cuando estuvo el 22 de mayo de este año en el Auditorio de la Normal Veracruzana. El segundo, que acabamos de subir, es de un canto mío, de los que están en el reproductor también en la barra lateral, y se llama "Nada". Ary me hizo el favor de convertirlo en video -¡cosa que le agradezco muchísimo!- y ahora se los dejamos por aquí.
Entre una miniatura y otra de los videos hay 30 segundos, así que eso es lo que deben esperar para seleccionar ya sea el primero o el segundo.

Muchas gracias, y esperamos que les gusten como a nosotros.

Un saludo desde este mundo de palabras.


ATTE. Sergio Pérez Portilla.

Espera


Te quiero escuchar
Sergio Pérez Portilla

Tu silencio es un muro que intento derribar con miradas sinceras, y por momentos lo veo temblar, a punto de caer y romperse en mil abrazos. Quieres historia, y eso te ofrezco. Mis promesas son palabras que el viento guardará mientras llegan a tus oídos, y tus preguntas me han hecho recapacitar. Pero ahora callas, esperas, caminas, suspiras. Nuevamente el muro tiembla.
Al fin te decides y me regalas tu alma a través de tus ojos. Lo has pensado mucho y ni así sabes cómo empezar. Déjame ayudarte. Dime que hay afuera de la casa un árbol que crece y crece, dime que las escaleras comienzan a despintarse, dime que el cielo está encapotado y que empieza la tarde a refrescar, y luego, mirándome con esa complicidad de siempre, dime que me perdonas de verdad.

lunes, 16 de junio de 2008

Nocturno, nocturno

Presentación estelar
Sergio Pérez Portilla

Anoche te busqué, asomado en la ventana, la cortina corrida y mis manos entrelazadas. Volteé hacia arriba y una nube pasaba justamente frente a ti. Esperé un momento, y aproveché para imaginar que al salir de detrás del telón grisáceo lo hacías cantando y sonriendo, y por momentos bailabas. Te imaginé con tu eterno traje de gala, el blanco perlado; llevabas un prendedor pequeño, pero no pude verlo bien.
Así estaba, con los ojos alegres, cuando un telón de color gris se abrió, y saliste cantando mientras sonreías con dulzura y con candidez, y bailabas lento, muy lento. Llevabas tu traje blanco perlado, brillante, y toda tu faz perfecta, iluminando hasta el marco de mi ventana. Volteé, al ver un ligero brillo, y vi que llevabas un prendedor: era una pequeña flor dorada, una hermosa flor dorada.

domingo, 15 de junio de 2008

Entre orilla y orilla

El puente
Sergio Pérez Portilla

Al otro lado del puente me espera el camino que conocen mis pies y los pies de los míos, el camino que conoce tardes de ayer y madrugadas de hoy. Al final de ese camino está la puerta de mi casa.
Apenas siento en mis mejillas la caricia del viento y ya todo está lleno de la fragancia de los azahares. Quizá las aguas que corren discretas por debajo del puente no sepan que aquí estoy, quizá avancen cansadas en una marcha sin tiempo, quizá sólo quieran llegar ya a su destino, como lo quiero yo.
Mi paso es firme, seguro, y provoca un vaivén que hace sonar los tablones en sus coyunturas, pero no temo, conozco este puente y él me conoce a mí. Avanzo, y mientras cae la tarde, empiezo a canturrear.
Hace ya muchas lunas que cruzo este puente, hace ya muchas lluvias que me embriaga el cruzarlo, hace ya muchos pasos que él conoce mis pies, y los pies de los míos.




jueves, 12 de junio de 2008

Rojo

Rojo
Sergio Pérez Portilla

Se acerca la medianoche: el silencio empieza a ser más denso; la oscuridad, fresca, constante e imperturbable; los sueños, gaviotas que se elevan sobre la mar. No hay ronda ni estrellas, la luz de la ciudad las opacan. Hay un cierto olor a desconfianza.

Una manta cubre a un hombre, y sólo unos periódicos lo separan del piso.
Los autos, cada vez más veloces y cada vez en menor número, semejan cigarras con su motor, jadeos con sus llantas, susurros con su partida. Allá, sobre la acera, recargada en una pared, una mujer enciende un cigarrillo mientras saluda a alguien. El semáforo cambia. Nos vemos luego.

martes, 10 de junio de 2008

Memoria


Carta al atardecer
Sergio Pérez Portilla

Escucho música de mi juventud, música que me hace recordar momentos alegres, tristes, lacónicos, constantes, con inviernos y con sueños. Nunca me pregunté qué sería de mí al llegar a esta edad, y si bien no lo hice, hoy me alegra ser quien soy.
Tengo lo necesario para vivir, tengo hijos y nietos, tengo una montaña de papeles que esperan mi memoria, y tengo una estrella para cada uno de mis amigos.
Tengo un lugar que me recibirá cuando el cansancio de mi cuerpo y la plenitud de mi espíritu me inviten a ausentarme de estas tierras y estos cielos.
Tengo el color blanco en mis cabellos y en mi conciencia, pues supe disculparme a tiempo y a destiempo.
Tengo la piel marcada por las sonrisas y preocupaciones, por las lágrimas de bien y de mal, si es que así se puede llamar.
Tengo saldos en orden, sin deudas que me reclamen. Pagué lo que debía y a veces me di el lujo de dar un poco más, ¡cómo disfruté esos momentos!
Imagino que tú también tendrás muchas cosas que contarme, así que esperaré tu respuesta. Escríbeme, me gustaría mucho saber otra vez de ti, como ayer, cuando escuchábamos esta música de nuestra juventud.

jueves, 5 de junio de 2008

Un minuto más

Años y polvo
Sergio Pérez Portilla

Las hojas del tercer libro parecen cargar, además de años y polvo, con un sinfín de melancolías. Tres décadas de pertenecer a esta familia y ha visto sin ver cómo crecen los hijos y se hacen padres, y ha oído sin oír las voces de recién nacidos y los llantos de los adultos que los cargan.
Se habla de los muebles, de las cunas que han sostenido a todos los miembros del clan, de la mesa que ha recibido invitados a cumpleaños y velorios y navidades y mayos y abriles…
Sí, se habla de ellos, pero se olvida a los libros, y entre ellos al tercer libro, el que está permanentemente abierto, viendo, escuchando, y queriendo hablar. El libro que carga con años, polvo y melancolías.

lunes, 2 de junio de 2008

Compañera

Compañera
Sergio Pérez Portilla

Me gusta escucharte, señora, disfruto mucho de tu voz. Me gusta escuchar la cálida y húmeda sinfonía de tu amanecer: el rocío que ha bañado delicadamente las hojas, el suelo, las ventanas, y que ahora empieza a unirse al aire que respiro, canta en un murmullo. Está también el trino de madres y padres y jóvenes inquietos que se desperezan y emprenden el vuelo y, después de un primer intento, se alejan para luego volver a casa, a su hogar. Las ramas se unen y con movimientos a veces imperceptibles redondean la función. Un sinfín de susurros de insectos, un silencio…
Me gusta verte, señora, disfruto mucho de tu presencia. Tu faz, tus enojos, tus llantos, todo me hace ver más allá, llegar a tu origen, al momento de tu primera vez. Verte de mil colores, de mil sorpresas, de tantos sueños, de tantas eras.
Has recibido a mis ancestros en tu vientre, y los has hecho parte de ti. Algún día me recibirás y sé que juntos volveremos más allá, al momento de tu primera vez. Algún día quien te vea me verá, quien te escuche me oirá. Y algún día nacerás de nuevo, perfecta, nueva, y te volveré a habitar.

domingo, 1 de junio de 2008

Días (3)


Mañana
Sergio Pérez Portilla

Terminará como deba terminar. No habrá más dudas y las esperanzas ya no lo serán más. Todo será claro: habrá respuestas y sueños cumplidos. No faltará la deuda cancelada, la obra clausurada por segundas y terceras personas. El telón caerá.
Habrá gozo, gozo de verdad, gozo lúdico; el momento será eternidad, la escritura será el puente que queda ahí como signo de nuestro lugar de origen, pero nuestra comunicación será perfecta.
Voltearemos a vernos y nos comprenderemos y sabremos que ha valido la pena. Descansaremos confiados.
Será mediodía, el sol sobre todo, todo bajo él. Verdes, limpios y sanos. Azul, profundo y gigante, inmenso. ¿Temores? No, sólo sonrisas.
Dormí un largo rato, y muy de mañana desperté y empecé a caminar. Justo ahora espero, mas sé que falta poco. Ya casi es mañana.

viernes, 30 de mayo de 2008

Días (2)

Ayer
Sergio Pérez Portilla

Tomé el cofre entre mis brazos, como si recién hubiese nacido. Lo llevé a un lugar iluminado, y con reverencia lo abrí. Había papeles y joyas, y un par de artículos que seguramente en su momento fueron importantes, pero ya no. Leí lo que una hoja de color azul contenía y reflexioné cada una de las palabras; las releí, las volví a reflexionar y por la mitad doblé el papel. Lo guardé para después.
Volteé y observé una de esas joyas. No era ostentosa, pero su valor era evidente. La guardé en el bolso de mi camisa para usarla en otro momento, quizá mañana.
Es de noche, he pasado un largo rato en este lugar leyendo y guardando. Pero también he desechado un buen número de esos artículos. Ya no sirven y ya no me dicen nada. Perdieron su valor práctico y el simbólico también.
Este cofre yo lo llené hace mucho, cuando era más joven. Lo llené hace tiempo, lo llené ayer.

jueves, 29 de mayo de 2008

Días (1)

Hoy
Sergio Pérez Portilla

He encontrado un refugio, algo así como una sombra entre tanto sol, como una fuente en tierra árida, como un silencio en medio de todas estas voces, como unos brazos amigos, maternales, sinceros.
Sí, es cierto que siempre lo busqué, pero también lo es que no sabía que sería así. A cada paso me abandoné un poco más, y me sentí cada vez menos inquieto, menos preso, menos temeroso.
Quizá no deba arriesgarme tanto, pues me estoy dejando llevar por la fruición. Quizá debería ser más receloso, un poco más precavido, un tanto más incrédulo. Quizá. Pero bien podría también darme todo y, sin más, disfrutar cada momento. Tal vez.
He encontrado un refugio, y me gustaría decirte dónde está, qué es, pero si lo hago, vendrías y me encontrarías con el alma desnuda, cantando mis sueños, dibujando mi mañana, durmiendo mis semillas. No, no soy egoísta. Para ti tengo un lugar especial, un lugar que podemos compartir, una historia que vamos construyendo. Pero siempre es bueno tener, además, un refugio donde se pueda reflexionar, orar, pensar en ti, en él, en los demás. Hoy lo encontré.