miércoles, 30 de julio de 2008

Antes de dormir

Reencuentro
Sergio Pérez Portilla

Siéntate, anda, tomemos un café. Dime, ¿cómo has estado? ¡Qué bien! Me da gusto saberlo. Hace poco me acordaba de ti, ¿sabes? De aquel viaje a las montañas con los demás, con tu enorme mochila y tu tremendo sentido del humor que aligeraba nuestras cargas. Sí, te recordaba. También pensé en lo que me contaste cuando mi primo perdió a su esposa, cómo te levantaste de algo similar, y comencé a fantasear.
Volteé al techo sin mirarlo, e invoqué una sonrisa que no tardó en responder, suave, constante, cálida, tuya. Y abrí el libro, sí, el libro que me obsequiaste al salir del colegio, cuando me decías que te marchabas aunque preferías quedarte, y yo trataba de convencerte que me llevaras o que te quedaras conmigo. Abrí el libro, sí, lo abrí. Y no pude avanzar más allá de la primera hoja, porque en ella estaba una breve dedicatoria, firmada por ti, escrita con tu letra, vertida por tus sentimientos y liberada por tu decisión. Allí, en esa hoja, me he detenido infinidad de veces, y cada vez que lo hago, vuelvo a recordarte, y a recordar la montaña y tu tremendo sentido del humor. Levanto mis ojos y veo el techo sin mirarlo, porque te estoy mirando a ti.

martes, 29 de julio de 2008

Celebración

Banquete
Sergio Pérez Portilla

¡Cuántas veces, al creer todo perdido, me doy cuenta de que hay una solución! Camino entre sombras pero no temo, porque he amado y eso me da valor. Escucho locura a mi alrededor, y sin embargo sigo adelante con la esperanza claramente dibujada en mis ojos, bosquejada en mis labios, encendida en mi alma.
El torrente se abre paso y deja al candado inservible, ¡libertad! Los ayes y los lamentos no se escuchan ya; las lágrimas ya no corren por las mejillas; el invierno sigue siendo invierno y la primavera sigue llegando el mismo día, pero uno y otra resplandecen bajo la belleza de las casas nuevas, de los hombres nuevos.
El perfume guardado para la fiesta se derrama en todos los invitados.
Yo creía que todo estaba perdido, ¡pero me doy cuenta de que hay solución!

lunes, 21 de julio de 2008

De...

Sueños y sonrisas
Sergio Pérez Portilla
Para ti, aunque aún no haya visto tus ojos

Hace poco tuve noticias de ti. En realidad, te conocía sin conocerte, te esperaba sin siquiera saber que venías, que llegabas en silencio, tan de cerca. Hay muchas preguntas, lo sé, y a su debido tiempo deberemos responder a ellas, a todas ellas. Pero quiero darte una bienvenida a mi casa. Quiero que sepas que es tuya también, que en mí tendrás dos manos más, un corazón sincero, y diez o quince aventuras por cumplir.
Aún no sé cuándo llegas, ¡todavía no lo sé! Mas aquí sigo esperándote, preparando las lluvias y los soles, los febreros y los marzos. ¿Qué te gustará comer?, ¿preferirás el bosque o la ciudad, o la montaña o el mar? No importa, iremos a todos los lugares que quieras, y ya decidirás. ¡Qué extraño!, creo que es hora de encender la luz y todavía veo las hojas verdes. Creo que es hora de abordar el tren, y aún oigo los pasos sobre las hojas.

miércoles, 16 de julio de 2008

¡Shhhh!


Anhelo de silencio
Sergio Pérez Portilla

Aquí está, a la mitad de las certezas, en pleno novilunio, con olor a frutas y sabor a miel, tu nombre. Lo digo y me llena la boca de confianza, lo escucho y es susurro de abejas en colmena, de hojas en otoño. Lo dices, me lo dices, y no hay nada que me inunde de tanta paz.
Tu nombre es un desfile de margaritas y azucenas, de orquídeas humedecidas y de huertos fecundados, simientes eternas y raíces delgadas.
Tu nombre descansa en el silencio, se acurruca en los labios de la calle que besa la calzada y se sostiene en cada una de las letras que lo distinguen.
Me parece escuchar tu nombre, me parece que las cigarras lo están diciendo, parece que mi piel lo está sintiendo. Creo escuchar tu voz, tu dulce voz, tu ingenua locura y tu gran necedad. Creo escuchar tu voz diciendo tu nombre, creo decirlo yo.

miércoles, 9 de julio de 2008

Ciclos

Noche líquida
Sergio Pérez Portilla

Y comenzó a llover.
Caminaba apresurado, y entre charcos y banquetas buscaba los bordes de las ideas, los límites de su pensamiento y de su saber. Arreció la lluvia. Casi siempre habla de lluvias y de caminos, y hoy le ha tocado una, fría y copiosa; y le ha tocado andar, apresurado y callado. La ventana con el cristal roto y polvoso lo vio pasar. La puerta despintada por el sol sintió su presencia. La esquina, la esquina lo esperaba.
Aquí tiene todo, en su mano. Aquí tiene nada, aquí tiene nada. ¿Y ahora hacia dónde? No lo sabe. El agua corre calle abajo, quizá seguirla. Quizá sea bueno seguirla, porque continúa lloviendo, cada vez más fuerte.

lunes, 7 de julio de 2008

Tú y para ti


Cielo y mar
Sergio Pérez Portilla

Me pregunto si el cielo sabe que lo espío, cada mañana, cuando despierto y apenas puedo vivir. Aves, las aves, las alegres aves. Blanco paz, blanco esperanza, blanco pureza; azul profundo, azul elegante, azul de lejos, azul
cielomar. En algún lugar se unen los quiméricos seres aéreos y las ancestrales criaturas marinas. Al cielo lo espío, y al mar le digo lo que alcanzo a ver. El mar, por cierto, que está a unos pasos de mi puerta, a unos metros de mi mano, a unos susurros del tal vez. El mar salado que endulza mis horas, que mece mi barca y que escribe conmigo. El mar que sabe leer.
Y sigo preguntándome si el cielo sabrá que lo espío, cada tarde también, cuando vuelvo del mar y apenas puedo entender.

jueves, 3 de julio de 2008

Vientos del...


Hoy no lo sé
Sergio Pérez Portilla

Ha habido muchas semanas sin martes, muchas noches sin luna, muchos días sin el agua del cielo. Han existido cuentos e historias, ellos y nosotros, nuncas y siempres. Han resonado por miles de años los alegres perfumes, y se ha visto pasar el viento. Todo ha sido muy extraño, de verdad. Oigo tanto silencio que preferiría alejarme de este aquí, de este ahora, y sin embargo, al llegar a ninguna parte, sigo siendo un hoy en este lugar. Han nacido cientos de recuerdos, de olvidos, de fantasías y de ayeres, pero nunca ha nacido un mañana. Cuando está a punto de hacerlo, un hoy le quita su lugar. El libro cae, lentamente, y se estrella en el suelo. La joven lo recoge. El llanto cesa, la cuna quieta, la madre admira, se admira…
No, hoy no lo sé, hoy simplemente no lo sé.