jueves, 9 de junio de 2011

Tierra nueva

Tierra nueva
Sergio Pérez Portilla

Hubo un sueño, en otros tiempos, que llevó a los hombres a dejar sus raíces, a buscar tierras más ricas, a buscar libertad. Las mujeres cargaban con los pequeños y de la mano conducían a los un poco más grandes. Los jóvenes se acercaban a los que encabezaban la procesión, y trataban de escuchar las decisiones tomadas. Sin saberlo, su curiosidad les hacía aprender. Los más ancianos daban consejos, pero su paso era ya lento. No fueron pocos los que se quedaron rezagados, ni tampoco los que simplemente decidieron vivir su única muerte en los prados que ellos eligieron miles de canciones antes.
Debían bordear las montañas, o subirlas, o cargarlas incluso, pero debían llegar a los lejanos llanos que había más allá de ellas, llanos donde los manantiales regaban del este a los árboles y donde la luna se reflejaba en el rocío que abrazaba los pastos, donde abundaba la paz y el murmullo de los vetustos ecos de los primeros días era más presente que el injusto desequilibrio de las ideas egoístas.
Que si tardaron, ¡claro! Pero un camino nunca es tan largo cuando se puede platicar con el propio corazón, ni tan corto como para despreciar un descanso junto a un almendro.
Al final de los soles necesarios, cuando fue el tiempo justo, aquellos hombres y mujeres acariciaron con sus pies la tierra nueva, y sus sueños se convirtieron en sonrisas y en trabajo común. Y esa tarde, la primera, se reunieron y se unieron en un abrazo y en un silencio sagrado, y elevaron sus ojos y agradecieron a quien estuvo con ellos durante todo el recorrido. Esa tarde, la primera, y todas las que siguieron.