martes, 31 de marzo de 2009

Para mañana


Primaveras
Sergio Pérez Portilla

Te esperaré, te esperaré por la mañana cuando llegue la luz, cuando seas mi día, con los sueños abiertos, con esta sonrisa que es más tuya que mía…
Te esperaré y no tendré otra cosa que hacer más que darte la bienvenida, abrazarte y verte a los ojos como hace tanto no lo hago, y como hace tanto no lo haces.
El manzano del huerto aún aguarda el tiempo propicio, el tiempo en que las manzanas vengan donde él y él las abrace con sus ramas. Manzanas verdes, pequeñas e inquietas, alegres y traviesas.
No quiero perderme en la impaciencia, ni quiero que pese el silencio, pues lo que había de decirse dicho está, y lo que había de esperar aguarda ya.
No necesitas decirme nada, ni por qué te fuiste ni el porqué de tu retraso. No necesitas explicarme nada, sólo basta con que llegues.

jueves, 26 de marzo de 2009

Ilusión

Luz propia, luz de paz
Sergio Pérez Portilla

Brilla, estrellita mía, no eres luna que refleje la luz de otros pero sí eres creación amada, amada a la lejanía, amada en la cercanía.
Brilla con tu voz y por tus sueños, brilla en la inmensa historia que te toca vivir, en el tierno y fuerte cielo que te abraza y te muestra con orgullo.
Cometas querrán igualar tu presencia, y verás nacer y morir a tantos astros que llegarás incluso a comprender el misterio de la vida. Vienes de Dios y hacia Él algún día volverás.
En torno a ti girarán tantas cosas que de vez en cuando querrás llover. Pero no te preocupes, todo pasa, incluso la muerte. Sólo permanece, humilde y en silencio, gloriosa y en el tiempo, la Palabra redentora.Brilla, brilla y hazme feliz con tu felicidad, y si un día quieres iluminar a este simple mortal, brilla en un nuevo cielo, uno que nos cobije y nos dé intimidad.

lunes, 23 de marzo de 2009

Luces

Luces apagadas
Sergio Pérez Portilla

Me sabe a olvido este cigarrillo, me sabe como el día que no recuerdo, como la manzana que se cayó antes de que la probara, como el paso que nunca di. ¿Arrepentirme? Sí, pero no por todo, sólo por aquello que lastimó, por lo que ofendió. Pero arrepentirme por errores que me hicieron crecer, eso no.
Y después del cigarrillo, un trago de mi Heineken, con ese gusto cremoso y claro. También he olvidado ya la primera vez que la probé, sólo sé que lo hice como ahora, solo y sentado frente a los libros que me siguen esperando pacientes, y esperan hablarme con su voz de tinta. Un sorbo más y habré cumplido mi meta.
No estoy seguro si las lluvias trajeron este color gris que ha pintado mi día, o simplemente mis ojos están cerrados a cualquier color que no sea el de la melancolía.
Creo que va siendo hora de encender las luces.

martes, 17 de marzo de 2009

Per-fumando

Mañanas frías, tardes de sol
Sergio Pérez Portilla

Si hubieras dicho que sí ayer, hoy estaríamos pensando en mañana, en los lugares que podríamos recorrer tomados de las manos y abrazados por el viento, y sabríamos que lo corto de los días nos haría robarle momentos a la noche.

Si hubieras dicho que sí con tus ojos y con tu voz, con tus ojos que brillan como jardín vivo, con tu voz que suena como el río que corre y da vida, si lo hubieras hecho o al menos intentado, yo habría insistido lo suficiente para no presionar, pero lo justo para que supieras que lo quería intentar, a pesar de todas las incertidumbres.

Si tus manos pequeñas y tiernas hubieran tocado las mías buscando conocerse más de lo debido, quizá…

Nuevamente escribí con ese estúpido condicional que me hace saber que no es real lo que escribo, y con ese ilógico hubiera que en lugar de acercar aleja toda esperanza. Pero sé que al usarlos me voy dando cuenta de qué cosas son ciertas, y cuáles simplemente no lo serán.

Hasta mañana.


viernes, 13 de marzo de 2009

Puedo

Promesas
Sergio Pérez Portilla

Si me vieras con tus ojos oscuros y serenos, y con ellos me llevaras a caminar…
Me inquieta darme cuenta de la clausura que hoy se acaba, de la puerta que hoy se abre, de la búsqueda que en ti encuentra su final. Me inquieta porque no sé qué podría pasarme, o pasarte, o mejor –o peor– aún, qué podría pasarnos.
Como dice la canción: eres cielo cuando atrapas a la luna en tus pupilas…

Si me acariciaras con tu boca, si me sonrieras con ella, si me dijeras que nadie te ha pensado más que yo…
Me intriga la luz de esta habitación, la música que escucho, la fragancia que nace de madrugada, la cadencia de tus manos cuando piensas y callas.
Como dice el poeta: me gustas cuando callas…

Si me dieras un segundo de tus años y un pequeño espacio de tus miles de caminos, podríamos contarnos la misma historia y cantarnos la misma esperanza.

Imagino que nunca somos conscientes de lo que somos capaces de provocar en los demás, pero estoy seguro, por sobre todas las cosas, que nunca sabrás cuánto tú en mí. Y después de todo, por supuesto, después siempre queda la misma sensación, esa mezcla entre paz e inseguridad que nos hace caminar creyendo que podemos, pero sin saber si ese día llegará.

miércoles, 4 de marzo de 2009

De lunas

Variaciones
Sergio Pérez Portilla

El café fue sólo un pretexto, lo que yo quería era estar contigo. Quería sentarme frente a ti y verte hablar de tus secretos. Quería buscar la poesía de tus ojos, el canto de tu piel. Cayó la tarde y tu música me sedujo, y se nos hizo noche entre historias de veranos e inviernos, tuyas y mías.
Algunas veces los momentos más breves son los que más recuerdo. Aquella tarde de café fue un segundo que dejó impreso en mi mente un recuerdo indeleble.
La promesa de otra tarde de café nunca llegó, pero el recuerdo de la primera nunca se fue.
(Esto pasa por estar escuchando Elefante -Y tú no estás/Historias, ¡qué rolas!- y por tener necesidad de gritar cuando todos piden silencio, o de callar cuando todos quieren escuchar.)

martes, 3 de marzo de 2009

Cuaresma

Publicado en Concilio, el día 1 de marzo.

¿Ayunar es dejar de comer?
Sergio Pérez Portilla

Ha dado inicio el tiempo litúrgico de la Cuaresma. Es éste un periodo de preparación espiritual intensa, como ha recordado el papa Benedicto XVI en su mensaje para la Cuaresma de este año –mensaje dado, por otra parte, desde el 11 de diciembre del año anterior–, y es una preparación para el verdadero objetivo del creyente: el día de la Resurrección.


En el ya citado mensaje se ha recordado la necesidad de llevar a cabo las llamadas obras de penitencia: oración, ayuno y limosna, y para este 2009, de manera especial, el Sumo pontífice ha hecho hincapié en una de ellas en particular: el ayuno. Con obras de penitencia, o momentos penitenciales, entendemos aquellos momentos de reflexión sobre nuestra situación y la necesidad de Dios que llevan a una verdadera vuelta al Padre. Comúnmente diríamos que ayunar es dejar de comer, así, sin más. Pero ya el Papa ha dado una perspectiva que ilumina: el verdadero ayuno consiste, en sus palabras, en cumplir la voluntad del Padre celestial, pues, insiste, ayunar tiene como finalidad comer el alimento verdadero que es hacer la voluntad de Dios.


Sí, es cierto, el ayuno implica abstenerse de comer físicamente, pero cuando se cae en el legalismo se deja atrás el sentido real y válido de dicho acto. Ahora, por la situación de nuestro país hay de hecho ayunos obligatorios. Entonces, ¿cuál es el verdadero ayuno, el que aprueba y premia el Padre que ve en lo secreto? Es, en palabras del Obispo de Roma, el que ayuda a curarnos de todo lo que nos impide adecuarnos a la voluntad de Dios. Es decir, aquel acto que, apoyado en el signo de la privación del alimento material –signo que por su parte tiene sentido únicamente cuando refiere a la disposición interior a escuchar a Cristo y nutrirse de su palabra de salvación–, nos lleva invariablemente a la plenitud y satisfacción integral en el Señor.


Por último, y retomando lo dicho acerca de nuestra patria, el ayuno debe ayudarnos a tomar conciencia de la situación en la que viven muchos de nuestros hermanos. Algunos, por tradición, los viernes de Cuaresma no desayunaremos, y en la comida dejaremos la carne, pero la cambiaremos por pescado o mariscos tan bien preparados que en lugar de hacer conciencia haremos más bien antojo. No, no debe ser. Ayunar no es sólo dejar de comer o cambiar la comida por otra “más sencilla”, ayunar es permitirnos experimentar la necesidad de Dios, permitirle a Él hacerse presente, y permitir a nuestros hermanos ser parte de nuestra vida espiritual y, así lo quiera el Señor, ser parte de nuestra vida total: cuerpo y alma.