martes, 28 de abril de 2009

Susurro

Manifiesto individual
Sergio Pérez Portilla

No puedo adivinar tus pensamientos porque al mirar tu rostro me pierdo en tus labios, me hundo en tus ojos claros, me quedo en tu pelo castaño, rizado, me imagino en tu blanca piel.
A veces me inquieta tu sonrisa traviesa, pues sé que preparas ya una broma o recuerdas lo que por la mañana me dijiste, y yo me sonrojo, sea una u otra, pues el que pienses en mí me hace sentir importante.
Tú sabes que contigo se esconde la cordura –si es que hay alguna, claro está– y huye mi discreción. Claro, como tú no te estremeces al sentir tu aliento, crees que a mí no me pasa nada. Pues te equivocas. Cada vez que me cuentas un secreto, tu voz baja cerca de mí, tu cercanía y tu complicidad, se vuelven simplemente alucinantes.
Alguna vez dije que abriría los ojos para conocer a las aves que me enamoraron con su canto, a los árboles que recibieron el viento en sus ramas y después de acunarlo lo lanzaron más allá, a los grillos que acompañaron mis sueños. Pero hoy sé que nada de eso tiene sentido si tú no estás aquí. Y contigo puedo cerrar los ojos, siempre que tenga tus manos en las mías, claro; o abrirlos, siempre que estés junto a mí, cerca de mí.

jueves, 23 de abril de 2009

Buenos días


Como tú
Sergio Pérez Portilla

Te he esperado mil eneros, de verdad que lo he hecho, y en cada uno de ellos viví días cansados, y a cada momento escribí futuros de ensueño mientras salía a pasear. Te he esperado desde antes de conocerte.
Yo no sabía que me faltabas, ni siquiera supe que eras tú cuando te vi bailando en los rosales, aquellos que quitaron sus espinas para no lastimar tu paso y tu andar, aquellos que se arroparon de algodón y fibra.
Las brasas se negaban a morir de noche, esperaron al alba y entonces, con el clarear matutino, con las aves enamoradas, con el rocío de miel, dijeron adiós. Cenizas, viento, una pared de humo.
El césped era muy verde, tanto que me hizo pensar en las veces que tus manos llevaban las hojas y las manzanas, tanto que me hizo creer que la esperanza sigue en pie.
Sí, debo aceptar que no hago más que pensar en ti, pues para alguien como yo, alguien como tú: tus susurros que calman el ruido en mis oídos, tu rostro de radiante esplendor que ilumina mis ojos, tus manos frías que abrazan las mías, tus labios delgados…

viernes, 17 de abril de 2009

Fin de semana


Puertas
Sergio Pérez Portilla

No digo todo lo que pienso, pero trato de pensar lo que digo cuando de hablar en serio se trata. Me gusta bromear, y quienes me conocen saben que es así, pero si debo hablar empeñando mi palabra, así lo quiero hacer.
Hablo de lo que creo, hablo de lo que quiero, hablo de lo que siento. Callo muchas ideas que no me parecen maduras aún, las mantengo un tiempo más dentro de mí, y si alguna vez están listas, las comparto. Callo muchos de mis sueños, porque bien podrían parecer extraños, ¡si ya mi vida es de por sí extraña!, pero me gusta recordarlos cuando estoy despierto y sonrío como si hubiese hecho alguna travesura.
Mis amigos y mis hermanos han sabido escucharme, y trato de hacerlo yo también, trato de escucharlos y decirles por lo menos que su bienestar me interesa. Con ellos comparto y de ellos aprendo.
Pero también tengo muchos defectos. A veces ni yo mismo los veo, pero son tan evidentes que otros se encargan de mostrármelos. Tal vez no me sea del todo grato escucharlo, pero el día de hoy lo agradezco porque así he podido crecer.
¿Y por qué te cuento todo esto? Porque no quiero que haya secretos entre nosotros. Si hemos de caminar juntos, no quiero que lo hagamos sin conocernos. Necesito que me conozcas y que no llegues a pensar que miento cuando digo la verdad, o que intento molestarte cuando sólo trato de jugar. ¿Qué te parece si ahora me cuentas un poco de ti?

martes, 14 de abril de 2009

Jacarandas

Para ti, porque ya vi tus ojos

Abriles
Sergio Pérez Portilla

Salí con prisa, el reloj me había engañado y ya iba con un pequeño retraso. Pero todo retraso es falta de cortesía y de respeto por el tiempo de los demás, así que también estaba un tanto apenado.
Tomé un taxi y le indiqué la dirección, y mientras yo deseaba que el conductor hiciera honor a la fama que les precede a todos los miembros de su ramo, sucedió lo contrario. No sabía en qué pensar, pero sí sabía en quién: en ti.
Después de bajarme dudé un poco, ¿entro o no entro? Me decidí por lo primero, y andando sin saber por qué pasillos y escaleras, imaginando que quienes me veían pasar lo hacían con cierto recelo, di una vuelta y te vi. Te vi y ya no supe qué decir. Estabas descansando en tu seguridad y confianza, con un gesto de despreocupación que simplemente me cautivó. No te hablé de inmediato, preferí contemplarte unos minutos más. Y después te abracé, y al hacerlo ya no tenía intención de dejarte. Pero debías respirar, y mis brazos quizá te apretaban un poco. Te vi, abriste tus ojos, los vi, y luego tú me miraste sin hablar. Elegiste los marzos y yo los abriles, te dije, y es que el día 13 del cuarto mes siempre me ha regalado un mucho del cielo aquí en la tierra. Abriste tu boca, intentando decir algo, pero no lo hiciste. Luego, luego sonreíste, y entonces la prisa se acabó.





sábado, 4 de abril de 2009

Esperanzas

Para descansar
Sergio Pérez Portilla

Quiero borrar mis miedos de la hoja que contiene mis días, y quiero escribir en lugar de ellos versos que me dicte la esperanza.
Quiero soltar los nudos que en mi garganta se formaron cuando dije adiós, y quiero dormir junto a quien amo para que despierte y pueda seguir sonriendo.
Quiero abrazar al viento y acariciar el sol que nace cuando escucho los pasos de la mañana tierna, cuando brillan las hojas verdes y cuando lloran las estaciones.
Quiero escuchar en el piano la canción que me hubiese gustado componer y tocar para los míos, y disfrutar la melodía y la cadencia con los ojos cerrados y un vaso de vino.
Quiero escuchar en la ventana el golpe del aroma del pasto recién cortado, de la frescura de la sinceridad y del futuro que comienza a florecer.
Y, al final, tan sólo quiero llegar a la meta por la que he corrido toda mi vida, y sonreír, y descansar, y poder vivir de verdad.

De Concilio

Publicado (hasta donde sé) en la página Concilio del día 4 de abril de 2009. Les deseo una feliz Semana santa.



Una semana diferente
Sergio Pérez Portilla

En el ambiente cristiano se inicia hoy la llamada Semana santa, o como aún recuerdan algunos, la Semana mayor. No es mayor porque tenga más días que las otras 51 semanas del año, pero sí lo es porque los días que esta semana contiene son los más grandes para aquellos que profesan a Jesús de Nazaret como el enviado y ungido por Dios, como el Cristo. Son días en los que por una parte se recuerda el andar cotidiano del hijo de María entre sus coetáneos, y, sobre todo, los momentos que quedaron para la posteridad: su condena por crear conflictos y escisiones entre los judíos, su injusto castigo y su inmerecida pena, y más aún su resurrección como un hecho histórico. Hablemos un poco más de esto.

La fe cristiana declara que en los últimos días de su vida terrena, Jesús realizó ciertas obras: instituyó la Eucaristía, creando a la vez el sacerdocio, y enfatizando que esa entrega visible en el sacramento del pan y del vino, convertidos en su cuerpo y su sangre, no tenía otro motor más que el amor, el mismo amor por el que el Padre eterno había creado todo, y por el que el Espíritu santo continúa vivificando y santificando a los hombres. Pero también se habla de los momentos que a todos mueven: el arresto injustificado, por iniciativa de uno de los que andaban con él, la condena próxima –los azotes­– y la condena segunda ­–la crucifixión–­, llevando de esta manera, en unas cuantas horas, a un hombre libre hacia la muerte.

Y quizá hasta aquí la historia no difiera mucho de tantas que conocemos, pero es entonces que sucede algo que no sólo perfecciona lo ya acontecido, sino que también le da el verdadero sentido: Jesucristo resucita. La cruz sería dolor y muerte, y la Eucaristía vendría a ser como un bonito recuerdo, como una comida por un cumpleaños o algo así y nada más. Pero la resurrección de Cristo le enseña al auténtico cristiano que la muerte ha sido vencida, y por eso la cruz no puede seguir representándola; el dolor no es buscado, pero aún así tiene un sentido más alto, más pleno: no quiero sufrir, pero lo hago porque es un camino. No hay que buscar siempre el sufrimiento, pero si nos lo encontramos de frente, no vamos a huir de él. Y la Eucaristía no es sólo una merienda más, sino la auténtica presencia del que ha entregado su cuerpo y su sangre por los que amaba.

Santo significa apartado o separado para Dios, consagrado a Él. Esta Semana es santa porque recordamos lo que Cristo ha hecho por todos los hombres, pero también porque la separamos, la apartamos para reflexionar en torno a estos hechos y, sobre todo, para experimentar personalmente los efectos que dichos actos hacen en la vida de los hombres. Si no fuera así, sería una semana más, no una semana santa. Sería una semana promedio, no una semana mayor.

jueves, 2 de abril de 2009

Jueves

Morir solo
Sergio Pérez Portilla

Y entonces callaste. En mi silencio vi el tuyo, con tus lágrimas llegaron mis miedos, y de repente estuve tan solo, me sentí tan desvalido.
Quisiera haberte soñado, haber soñado la calle por la que apenas ayer caminamos, haber soñado el nombre que apenas ayer pronunció con emoción la voz que hoy, cobarde, se ha escondido. Me gustaría haberte soñado, y que no fuera más que mera ilusión tu sonrisa, y que se vistiera de quimera tu piel, que nunca la hubiera rozado.
Sigues viendo hacia los intersticios y te sigues escabullendo en ellos, sigue tu ausencia tan concreta a dos pasos de mí.
Cambiaría la música si eso me hiciera haberte soñado, y así sería poco más que nada lo que me dijiste cuando hablamos siglos interminables, lo que me contaste y lo que ya olvidaste que sé después de haber escuchado atento tus miradas.
Quisiera haberte soñado porque así, simplemente, no te estaría causando tanto dolor.