jueves, 31 de diciembre de 2009

Osine


Madrugadas en Osine
Sergio Pérez Portilla

Las mañanas en Osine son de color ocre, el sol que detrás de las montañas aparece y cubre la tierra clara y en invierno las hojas secas hace resplandecer e imaginar, y los espejos de agua son diáfanos y caudalosos. El viento sereno y cándido conquista a las ramas mediante un baile que pierde la memoria en los siglos precedentes, y a la vez trae consigo el aroma a mora doncel.
Las tardes y las noches en Osine son la cita entre el sol de la mañana y la luna, blanca luna hermosa, alta dama de sonrisa clara. Con la tarde llegan las luciérnagas, estrellas de los pastos, y empiezan a inundar, titilantes, los jardines del Señor. La luna dirige la sinfonía de la naturaleza, las mareas altas y las bajas, los ronroneos y los trinos, los pequeños sonidos de los grandes tiempos, el sutil cantar de los pastos. La música se escucha mejor con la luna sobre los cielos.
Osine es la casa de la Luna y del Sol aquí en la Tierra. Aquí el amor se dice, se palpa, se vive, especialmente en las madrugadas.

viernes, 25 de diciembre de 2009

Plenitud

Plenitud
Sergio Pérez Portilla

Durante millones de años toda la creación esperó al que había de nacer para dar vida y sentido a todo. El universo entero, en su incesante movimiento, le buscaba. Los ríos y las montañas, las praderas y los mares, aguardaban su llegada con paciencia. Los árboles, las plantas, los peces, las aves, los reptiles, los animales terrestres y los marinos, todos en su interior sabían que vendría. Y los hombres, en su corazón, sentían esa inquietud que nace de la necesidad, ese fuego que nace del amor, esa paz que nace de la confianza, que los hacía voltear al cielo y desear que estuviera ya, aquí, el que había de llegar a dar felicidad.
El Dios de los cielos se los dijo, a ellos, a los hombres, no como un secreto, sino como la más bella promesa: enviaré a un salvador. Se refería a su Hijo, su Palabra misma, su pensamiento, su razón. Lo dijo a los hombres porque si bien ama a toda la creación, a ellos los ama de una manera especial, fuerte, magnífica. Los ama como a sus hijos. Por eso los hombres esperaban con una sonrisa, con lágrimas, con anhelos, con tristeza, de cualquier forma. Pero siempre esperaban, siempre supieron que llegaría.



Y una noche el Cielo tocó la tierra. Una noche Dios hizo posible lo imposible. ¡Había nacido, en la más grande humildad, el Hijo de Dios, Jesús, hijo también de María, la mujer que dijo “sí”!
Esa noche los ángeles dejaron su alabanza celeste y cantaron aquí, en la tierra, la gloria que cantan al Señor, y cantaron también a los hombres. ¡Los ángeles cantaron a los hombres! Esa noche el universo tembló de emoción, todo movimiento se detuvo y todo sonido se calló. Esa noche el aire fue fragante, el frío fue tibieza de abrazo, el tiempo fue manantial de bendiciones.
Aquella noche el amor de Dios se manifestó claramente. A partir de entonces cada amanecer, cada atardecer, cada oscurecer, todo momento es una sonrisa de Dios. Y una noche en especial, el hombre celebra, conmemora y redescubre la belleza de aquella noche santa en que Dios le demostró cuánto le ama, en que Jesucristo nació, de la Virgen, por obra y amor del Espíritu santo. Una noche en especial el hombre le dice a Dios que también lo ama.

lunes, 21 de diciembre de 2009

Caracola


Caracola
Sergio Pérez portilla

Conviertes al viento en música, y al tiempo en deleite. El mar que te acoge es el fondo de tu historia, y sus brazos te han acercado a los pies de los que buscan figuras en la playa, de los que buscan pretextos en las orillas para adentrarse a los misterios de las olas. Mientras, al compás de las gaviotas, tú te yergues con el sol marinero.
La barrera multicolor, imagino, es tu musa y tu compromiso. La arena, delgada y fina, muchas veces visita tu interior, y la brisa que ronda suavemente en derredor te acaricia y te cuenta en un murmullo sus sueños de ultramar.
Y cuando cae la noche y la marea crece, cuando el frío puebla la ribera, cuando la naturaleza está más viva, tú simplemente cantas, e inundas con tu música los sueños de los que te escuchan, de los que te tocan, de los que te recuerdan, de los que viven.

viernes, 11 de diciembre de 2009

Versos


Versos de madrugada
Sergio Pérez Portilla

Al cotidiano candor de tus palabras y a los cantares de las cigarras, al trino inquieto de tantas aves y al arrullo de las nanas, al indolente viento andante, vagabundo, susurrante en los intersticios y atrevido en campo abierto, a la mañana que te vi y a la noche en que te guardé, a cada uno de ellos le dedico un par de versos de madrugada. Las estrellas me ven caminar y el día imaginar, y he dejado el sueño para otros momentos menos importantes con tal de verte un tanto más. Te quiero a mi lado y me quiero junto a ti.
Víctima del insomnio o simple ave nocturna, fantasías en legajos e historias en el aire, colibríes de alas veloces, de corazón escarlata, de ansia de néctar, de momentos fugaces.
Ha anidado en mi estómago un enjambre de ilusiones que se encarga de animarme y convencerme de seguir, de ir más allá y de querer unir caminos. Son delirios y son recuerdos, y a veces son el huerto que tus manos cultivaron y que tu andar fertilizó. Pequeño enjambre de ilusiones, caminos envueltos de verdor.

lunes, 7 de diciembre de 2009

Olor a hojas mojadas

Olor a hojas mojadas
Sergio Pérez Portilla
Para Montze

Estos días la lluvia ha sido abundante, el frío abraza e invita a abrazar, y el olor en el ambiente ha cambiado. Hoy hace un mes que en este mismo sitio no te dejé partir, y ha sido una de mis mejores decisiones. Tomar tu mano y envolverla con las mías, reír más por los nervios que por la gracia, y caminar juntos más por la Gracia que por los méritos, esperar el momento adecuado. ¿Y qué más para besarte, descontando que me gustas cuando hablas y cuando tus manos dan vueltas y tus pies bailan por el frío? Y ya entonces me gustabas.

Estos días la lluvia ha sido abundante, abundante y necesaria. La tierra que piso por necesidad y que amo por convicción necesita beber para vivir. Yo simplemente disfruto caminar bajo la brisa, correr bajo los goterones, secar mi cara y saber que pronto te veré. Bendita lluvia abundante.

Estos días el frío abraza e invita a abrazar. Este frío, regalo del Señor también, hace crear conciencia y sentir fragilidad, pero también hace sentir necesidad del otro, de los otros. Para el abrazo del frío, el abrazo del amigo, del hermano, del hijo, del padre, de la madre, del amor. Buen pretexto para recordarte lo que siento por ti.

Estos días el olor en el ambiente ha cambiado. Las hojas mojadas, otrora crujientes, ahora perfuman nuestro encuentro en el mismo lugar en el que, hace un mes, te besé bajo el amparo de la luna, con tus manos y las mías, con mi sonrisa y tu alegría. ¡Qué dulce el olor a hojas mojadas, a simple humedad!
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De Concilio

De Concilio, domingo 6 de diciembre de 2009.


Verdad e interpretación
Sergio Pérez Portilla

La luna es el único satélite natural de la Tierra. Es un cuerpo celeste que gira en torno a nuestro planeta y de hecho están en una relación de suma dependencia: ambas entidades afectan una a la otra. Pero la luna ha sido motivo de diversas interpretaciones: para algunos, ella influía –y no nos referimos a la acción arriba mencionada– negativamente en ciertas personas, por lo cual se les daba el nombre de lunáticos. Para otros, los lunares debían su existencia a la luna –no pregunten cómo idearon tal cosa–, y para otros más, la luna determinaba las eras y los acontecimientos que, cíclicamente, se sucedían y marcaban la bondad o la maldad de la naturaleza. Pero si hablamos de los poetas, o de los escritores, la luna se vuelve en una musa de indescriptible belleza, o en un recuerdo de la persona perdida. En el ámbito religioso, recuerdo que las narraciones de nuestros ancestros explicaban las caprichosas figuras que desde nuestra casa común logramos vislumbrar, como el famoso conejo; en el cristianismo, se ha dicho que la Iglesia es como la luna, pues refleja la luz del sol, siendo Cristo éste.

Bien, pero ahora digamos lo siguiente: muchas de las interpretaciones dependen de los tiempos, otras más de las circunstancias, unas de los sentimientos de las personas y otras tantas del conocimiento serio y verdadero que se tenga de ellas. Recordemos que se sigue investigando acerca de la dama nocturna, pues no hemos agotado ya todo lo que de ella se puede saber; pero –y este pero es importante- todo eso, ¿hace que la luna haya cambiado en sí misma? ¿La luna es más luna hoy que ayer, o lo será más que mañana? No, la luna es siempre luna, no importando las interpretaciones o concepciones que de ella tengamos, aunque éstas no tengan ninguna mala voluntad, y aunque esas interpretaciones se digan con toda la mejor disposición.

Lo mismo pasa con la verdad, la verdad en sí misma. Hoy sabemos de ella y hablamos de ella, pero el hecho de que para algunos sea verdad irrefutable tal o cual idea, no implica per se que lo sea para todos. Mas tengamos calma, porque podemos ser extremos y decir que entonces no podemos conocer la verdad o que la verdad es relativa. No, no es así. La verdad existe, es como la luna mencionada. El trabajo de los hombres es encontrarla, pero de una manera recta y bienintencionada. ¿Se puede acceder a ella? ¡Claro que se puede! Pero no cualquier búsqueda nos lleva a la verdad, aunque la búsqueda sana pueda llevarnos a descubrir parte de ella.

Ir tras la verdad es camino común de todos los hombres y de todas las mujeres, pues ninguno de ellos va en búsqueda de la mentira. Las diferencias, por demás comprensibles –sería absurdo negarlo– se dan en los caminos, no en el objetivo. Lamentablemente un camino puede alterar la actitud de muchos, y dejar de ser una vía recta para empezar a ser un modo de intolerancia. El que conoce la verdad sabe que no se puede ser intransigente porque sí, así sin más. El que ha conocido la verdad comprende al que no. Como filósofos, si conocemos la verdad, nuestra actitud no debe ser desacreditar a los que están equivocados, sino tratar de dar luz para que todos lleguen al conocimiento pleno de ella, para así vivir como seres humanos en relación, en comunión. La verdad ayuda al hombre a ser libre, no a ser esclavo de pasiones, posturas políticas, ideologías culturales o fanatismos religiosos. Esa no es la verdad.

jueves, 3 de diciembre de 2009

Dos

Llamadas
Sergio Pérez Portilla

Vale más un pretexto para decir te amo, que dos razones para quererte menos.

Busco el mejor momento para llamarte, y termino justificando llamadas con someros argumentos. Pretextos.
Te he dicho que tu voz me enmudece, y tus ojos, lo sabes, tienen la cualidad de aprisionarme dentro de ellos. Tomar tus manos e intentar darles calor con las mías será tarea constante, si me dejas estar a tu lado. Tú sabes que te quiero, y que quiero hacerte feliz. Tú sabes que te pienso y que te escribo y que te quiero cantar y hacer reír, aunque me cueste mucho.
Ahora voy a contarte algo que me pasó hace poco…

Cita
Sergio Pérez Portilla

Salí con cierta prisa, pero es que verte me hace mucho bien, me hace sentir dichoso. Caminé por el adoquín y las hojas que murieron pegadas a las ramas, pero que ahora yacían en el suelo, crujieron bajo mis pisadas, y recordé cuánto te gusta escucharlas quebrarse, y anduve sobre ellas con más ahínco todavía. Caminé con nervio y con confianza, pero con una cierta esperanza de que pronto te vería.
Caminé también por el pasto, verde y pequeño, aunque no recién cortado. Caminé sobre una barda y me sentí libre, joven, alegre.
Anduve así unos minutos, hasta que llegué al sitio donde te esperaría. Miraba hacia mi izquierda, buscando tu silueta. Y la prisa se quedó en mi interior, porque de repente apareciste y mi cuerpo ya no hizo nada, pero mi corazón no cesó de palpitar como si aún siguiera caminando, como si ahora empezara a correr.