martes, 19 de febrero de 2013

Sellados con tu beso

Sellados con tu beso
Sergio Pérez Portilla
 
Ata tus sueños a mis manos, estoy a punto de volar. Voy a elevarme por sobre los bosques y las llanuras, andaré con las nubes y vagaré solo, cruzaré el cielo nocturno y el sol resplandecerá frente a mí, y simplemente me iré. Volaré porque me lo pide el corazón, me lo exige, me interpela y me confronta. Volaré porque sé que puedo volar, aunque no sepa cómo, aunque aún no lo sepa sé que lo sabré, porque está inscrito en mi piel el deseo de hacerlo, y mi mente me dice fuerte que no, pero me da mil razones para el sí.
Seguro estoy que conoceré colores y olores que nunca imaginé, saborearé la música que hace la tierra mojada y fecunda, llevaré vida al desierto. No soy la Vida, pero sé que puedo llevarla.
Y quiero tus sueños en mis manos, atados con tus cabellos, sellados con tu beso, porque tú siempre vas hacia ellos, y quiero verte volar.
 
 

miércoles, 6 de febrero de 2013

Brillos

Brillos
Sergio Pérez Portilla

Las estrellas pueblan el cielo esta noche, veo millares en formaciones conocidas y puedo ver muchas más, todas aguantando los años y los vientos, viendo cómo aquí destruimos el mañana, cómo somos capaces de soñar y de aniquilar nuestros sueños, simplemente porque no nos gustaría compartir todo lo bueno.
Las estrellas acompañan canciones y delirios de borrachos, pero nunca se sienten defraudadas por la ingratitud y el olvido.
Esa estrella, la más brillante, me recuerda mucho una historia que escuché hace mucho, y que leo de nuevo cada tanto. Habla de un recién nacido y de sus padres, y de unos visitantes con presentes en sus manos. Sí, es la historia de un niño que es más brillante que esa estrella, la más brillante de este hermoso cielo invernal.

lunes, 4 de febrero de 2013

Tratos

Tratos
Sergio Pérez Portilla

Insisten tanto mis manos en saber de ti, que he decidido llegar a un acuerdo con ellas. Iremos de noche a tu lugar, no hace falta que los ojos vean, y les diré que toquen a tu puerta. Cuando salgas, extenderé una de ellas y buscaré la tuya. Mi corazón estará tan agitado, que querrá salir y tocarte, pero quedará atorado en mi garganta, lo sé, y ni siquiera me dejará hablar. Tú me verás, con esos ojos que me hacen un perfecto desconocido, o el peor de los inoportunos, el menos prudente. Dudarás un segundo, o menos, pero en cuanto mi mano toque la tuya, te quemará y te alejarás. Dirás cosas que hagan incómodo el momento, yo sabré retirarme entonces. Me alejaré una vez más y mis manos me dirán que tenía razón, que no encontraron el calor de antes, que ya no hay lugar para ellas. Ese es nuestro acuerdo.

domingo, 27 de enero de 2013

PENUMBRA



Penumbra
Sergio Pérez Portilla
No enciendas la luz, deja que la luna invente nuestras sombras, que las pupilas se dilaten y contraigan, porque ahora no importa la dictadura del tiempo.
No le digas al presente que justo ahora lo estoy traicionando con un recuerdo nuestro, de aquellos días de julio, días de soles generosos y de noches cortas. Es bueno regresar allí con la memoria, y aunque la imaginación me distraiga yo sigo sabiéndote cerca de mí.
No enciendas la luz, deja que esta penumbra envuelva nuestras manos, deja que el mar siga subiendo y que el silencio enmudezca. Deja que el aire corra, pero no dejes que este momento acabe.

miércoles, 23 de enero de 2013

¡Hola a todos! Luego de un largo rato sin publicar, volvemos a las andadas. Esperemos que no sea algo pasajero, sino que podamos compartir como antes. ¡Un abrazo! Sergio.

 
 
Plazos
Sergio Pérez Portilla
 
En tus palabras hay un dejo de melancolía, apenas es audible tu voz, a veces susurro, y tu mirada está perdida allá fuera mientras tu corazón se esconde entre tus manos. Lo sé, lo supe hace mucho, pero ni tú ni yo queríamos romper la armónica rutina de contarnos nuestros días sin intentar escucharnos de verdad. Mis brazos entrelazados y mi espalda en la pared, sentado en este piso que ya no me sostiene y que, de ser posible, saldría volando y se rompería dispersándose por toda la habitación. Hace tanto que te fuiste que hoy tu partida, aunque duele menos, evoca más. La verdad es que dejamos de buscarnos hace más de un te amo, hace mucho más. Quién sabe, quizá la mañana nos encuentre igual de alejados que hasta ahora, pero ya sin sonrisas que inventar.

jueves, 20 de octubre de 2011

Ella, agua del cielo


Ella, agua del cielo
Sergio Pérez Portilla

Fue la lluvia, con su piel húmeda, cortina del color sin color, perfume de la tierra, de las hojas, quien me abrazó cuando te fuiste tú. Yo te veía y te alcancé mil veces con mi respiración, te tomé del brazo y te atraje a mí con mis ojos, te detuve con un beso en mi mente, pero tú nunca esperaste, nunca dejaste de caminar, nunca siquiera volteaste, y mis manos perdieron valor y fuerza. Sentí algo así como un frío por dentro, muy cerca de mi corazón. Y la lluvia siguió.
No había manera de quitarme de ahí, mis pies se negaban a todo, y mi boca clausurada no intentaba liberarse de sus ataduras.
Cuando, poco a poco y después de mucho, conseguí andar –o desandar, no lo recuerdo– me alejé buscando esconderme, buscando esconder mi vida en la muerte. Anduve con la cabeza baja, con el corazón pausado, arrastrando palabras y sembrando lágrimas. Morí día a día, moría y despertaba para volver a morir.
Mas todo pasa, todo cambia. De lo malo a lo bueno, de lo bueno a lo mejor, y a veces de lo grande a lo pequeño, ¡tantos caminos! Apoyado en pilares de mármol hermoso, en un sol que nunca dejó de iluminar y dar calor, mi tierra reseca volvió a ser tierra fértil. Nació una sonrisa con la primera semilla que dejó de serlo para dar paso a un verde sin igual. El cielo traía aves y estrellas, y de vez en cuando una nube bajaba para llevarme a volar, a conocer otros hermosos lugares. Los ríos corrían lúdicos e infantes, y las mariposas encontraron flores encima del huerto.
Un día llegó la lluvia, con su piel húmeda, a perfumar la tierra. La vi y sentí una gran alegría. Ella me había abrazado cuando lo necesité, ahora quería abrazarla yo. Dirigí mi rostro hacia arriba, un rostro sonriente, y abrí mis brazos para recibirla, para decirle bienvenida. Creo que supo que le agradecía, porque empezó a cubrirme, mojó mi cuerpo y mi alma, bajó a través de mí, y cuando se fue, yo seguía mojado de su amor.

martes, 4 de octubre de 2011

Escondido




Escondido
Sergio Pérez Portilla


Escondido en mis cabellos yace un suspiro tuyo, lenguaje del viento que cabalga en el espacio en ciertas noches, con luceros titilantes, que los miedos no pueden amordazar. Sibilante en el desierto y en el monte el guerrero cabalga en la arena y en los árboles, y las nubes también le sirven de fragata en su fuerte y dulce andar. Ha nacido en el mar pero puede morir en todas partes, en cualquier de ellas.
Escondido en tus cabellos vive un beso mío, lenguaje del alma que el cuerpo muerto quiere imitar, pero no hay tibieza ni calor de hogar en las mañanas, solo frío entre ideas miopes que acaso ven un metro más allá.
¡Duerme, duerme, duerme! ¡Duerme beso mío!, y cuando escuches un suspiro cerca de ti, ¡sal!, ¡sal y anda! Sal y busca su boca, dale vida, dale tu vida misma, que para ella naciste.

miércoles, 28 de septiembre de 2011

Madejas



Madejas
Sergio Pérez Portilla

Es increíble ver cómo vuelan alrededor de ti mis sueños cada vez que sonríes, y es un regalo saber que tu sonrisa ha sido para mí en esta ocasión. Hay cosas que no puedo callar, mis ojos hablan mucho, y aunque guarde mi distancia y contenga mis te amo, con cada respiración te grito callado lo que siento.
Sonríes y tus ojos se hacen pequeños, son como una sonrisa discreta, pero yo los he visto, en silencio, a hurtadillas, y sé que lo hacen. Ahora mismo recuerdo tu mano acomodando tu cabello, mientras ordenas ideas en el aire, y le ordenas a mi tiempo que no avance.
Hay madejas multicolor en el suelo que por poco pisas, pero me he dado cuenta que flotas, que ni siquiera eres capaz de lastimar un olvido enterrado. ¡Y al final de mi arcoíris estás tú!

lunes, 19 de septiembre de 2011

Si tus labios me los quedo yo





Si tus labios me los quedo yo
Sergio Pérez Portilla

Es cierto, robé la luna y la puse cerca de tu tejado, donde pudieras contemplarla con solo correr las cortinas y voltear hacia arriba. Y me escondí, sí, también lo hice, me escondí tras tu presente, agazapado en la noche, buscando tu mirada de ensoñación e intentando tocar con mis ganas tus manos, las manos que señalan el camino de las gacelas y de las aves.
Es cierto, volví sobre mis pasos pero el tiempo no hizo lo mismo, se mantuvo firme y audaz marchando hacia adelante, borrando con su andar los momentos que recién había disfrutado. Borró todo el ambiente, pero no borró mi memoria, así que ella se ha convertido en mi baúl, un lugar donde atesoro imágenes tuyas, de tus ojos cuando ríes, de tu cabello mojado, de tu andar, ¿lo recuerdas?
Es cierto, no aguanté más y por eso estoy aquí. No es que pasara por aquí ni buscara una excusa. Simplemente estoy aquí porque quería decirte que…




El título está inspirado en una canción que escuchaba cuando escribí el texto: Que mi boca, de los PasoLento. Buenos discos.

¡Ven!

¡Ven!
Sergio Pérez Portilla

Cuando taladra el tenso silencio la poca tranquilidad y cuando el silencio es taladrado por el fuego de la ambición…
Cuando los pasos se agitan por el miedo imperante y el miedo avanza majestuoso con pasos de gigante…
Cuando ya no hay olores fragantes sino flagrantes, cuando la justicia propuesta es pospuesta por los bienes de pocos y los males de muchos…
Cuando la luz deja de ser blanca y sincera y se vuelve rojazul y chillante, llena de llanto y desolación…
Cuando el no era es, cuando el relativo aquí se vuelve un ahora absoluto, cuando urgente e importante son carentes de atención y se atiende a los intereses de los importantes que urgen desde su lecho…
Cuando simplemente la cordura pierde su sentido, toda lógica es un absurdo, las frentes son suelas y el aire húmedo seca las nostalgias…
Cuando no hay más, hay todo, porque recuerdo que me dijiste que no temiera, que tú estabas conmigo. ¡Señor, no quiero temer, pero temo! ¡Sé que estás aquí y ahora, tú, el eterno! ¡Lo sé, pero hay un grito dentro de mí! ¡Señor, creo, pero aumenta mi poca fe! ¡Ven, Señor, ven que te necesito, tus amigos te necesitamos!

jueves, 9 de junio de 2011

Tierra nueva

Tierra nueva
Sergio Pérez Portilla

Hubo un sueño, en otros tiempos, que llevó a los hombres a dejar sus raíces, a buscar tierras más ricas, a buscar libertad. Las mujeres cargaban con los pequeños y de la mano conducían a los un poco más grandes. Los jóvenes se acercaban a los que encabezaban la procesión, y trataban de escuchar las decisiones tomadas. Sin saberlo, su curiosidad les hacía aprender. Los más ancianos daban consejos, pero su paso era ya lento. No fueron pocos los que se quedaron rezagados, ni tampoco los que simplemente decidieron vivir su única muerte en los prados que ellos eligieron miles de canciones antes.
Debían bordear las montañas, o subirlas, o cargarlas incluso, pero debían llegar a los lejanos llanos que había más allá de ellas, llanos donde los manantiales regaban del este a los árboles y donde la luna se reflejaba en el rocío que abrazaba los pastos, donde abundaba la paz y el murmullo de los vetustos ecos de los primeros días era más presente que el injusto desequilibrio de las ideas egoístas.
Que si tardaron, ¡claro! Pero un camino nunca es tan largo cuando se puede platicar con el propio corazón, ni tan corto como para despreciar un descanso junto a un almendro.
Al final de los soles necesarios, cuando fue el tiempo justo, aquellos hombres y mujeres acariciaron con sus pies la tierra nueva, y sus sueños se convirtieron en sonrisas y en trabajo común. Y esa tarde, la primera, se reunieron y se unieron en un abrazo y en un silencio sagrado, y elevaron sus ojos y agradecieron a quien estuvo con ellos durante todo el recorrido. Esa tarde, la primera, y todas las que siguieron.

miércoles, 16 de marzo de 2011

Reflejos


Reflejos
Sergio Pérez Portilla

Siempre que te veo, cuando de verdad lo hago, encuentro más que un reflejo mío en ti. Tus ojos me dicen realmente quién soy, y eso nadie más ha podido hacerlo, nadie más puede hacerlo. Tú eres mi luz, esa que encuentro en las auroras, en las sonrisas, en las montañas, en las dudas, en la piel húmeda, en la lluvia, en las manos que tocan con amor, en el silencio que concibe tu música bella, realmente bella. Eres mi razón, el sentido de mis pasos, la intención de mis deseos, el origen de mi esperanza, el murmullo que inquieta mi corazón y lo hace latir, el aire que me da vida, la muralla que me rodea y defiende.
De ti aprende mi amor a amar, hacia ti corre lenta mi fe y camina aprisa mi vida en pos de la tuya, y cada momento es un eterno descubrirte.
Estás tan cerca de mí, que quisiera que también otros, al verme, pudiesen verte en mí.

martes, 8 de febrero de 2011

A la par

A la par
Sergio Pérez Portilla

Mírame, no dejes de hacerlo, que quizá sea cierto que si no lo haces yo simplemente no exista. Quiero existir por ti y para ti, y que tú me invites a salir de mí, a hacerme uno con todo y con todos. Pero mírame con tu amor a través de tus ojos, y dime que te agrada lo que ves.
Tócame, toca mi ser y sana mi vida, aviva mi interior, inquieta mi corazón con tus manos en mis heridas, seca mis lágrimas con tu dorso, seca las que no cayeron en tu pecho, y enséñame por qué hay muchas que deben llegar al suelo para darle vida a las semillas. Que el inmenso dolor sea transformado por ti en amor infinito.
Quédate conmigo, y sigue abrazándome en esta noche que muere y mata, para que mi corazón y el tuyo latan a la par, y no muera solo, sino contigo, para que así pueda resucitar como tú, y como tú viva el amor en la eternidad, el gozo sin fin, la paz sin límites.

miércoles, 26 de enero de 2011

Secretos que no lo son

Secretos que no lo son
Sergio Pérez Portilla

Le dijo “tú tienes el secreto”, y le dejó quizá con más preguntas que respuestas, pero, ¿no acaso es justamente eso lo que hace la Palabra de Dios, es decir, mover? Sí, la Palabra mueve, nunca deja igual, y si se cree que se ha quedado uno igual que antes de escucharla, es porque aún no ha notado que dentro de sí ha quedado una semilla tan humilde que muchos tacharían de insignificante, de despreciable. ¡Qué ironía! ¡Si supieran cuánto está destinada a crecer!
Tú tienes el secreto. En primer lugar no es “tú sabes el secreto”, porque esto no trata de ninguna gnosis, sino de una experiencia de vida, a la que otro testigo puede invitar, pero que siempre ha de ser vivida por cada uno. Tú lo tienes, pero no porque lo hayas adquirido, sino porque se te ha dado. No porque lo hayas encontrado, sino porque Él te encontró a ti, vino a ti.
Había tanta tristeza en su corazón, tanta soledad, tanto sinsentido, tanta angustia, que le parecía imposible vivir en alegría, no sentirse solo, hallar un rumbo, una meta, un camino, la paz…
Además, la palabra secreto le sonaba como a algo malo, esotérico. No, en absoluto. Secreto aquí es lo que poco a poco se ha ido manifestando, pero que los hombres, alejándose de su principio y fundamento, poco a poco “escondieron” en un lugar que ni ellos mismos recordaban. Pero no lo perdieron. Por eso se les tuvo que decir abiertamente, por eso se les tuvo que revelar este gran misterio, este gran plan.
Tengo el secreto. ¿Y por qué no cambia todo, por qué sigue todo igual? Estas y otras cuestiones aguijonaban su mente y, más aún, su corazón. Pero, ¿de verdad no hay nada cambiando? ¿Acaso no toda la creación está en movimiento, en cambio constante? ¿Acaso no nuestra casa común está moviéndose a velocidades increíbles? ¿Y entonces? Pues nada, que lo sabemos pero nos cuesta mucho aceptarlo, o entenderlo. El cambio está y de manera imperceptible nos está llevando a otros momentos, a otra vida. Todo está pasando, todo está cambiando, y ese cambio surge de la gran sabiduría del Creador, que puso todo en marcha y que sigue creando, porque esta obra continúa, porque todo necesita seguir en movimiento.
Y el secreto es este: Dios ha querido hacerte su hijo, a través del amor de Jesucristo, manifestado en su encarnación, pasión y resurrección, y gracias al derramamiento del Espíritu en nuestros corazones, es decir, en nuestras vidas de manera total. El secreto es que Dios está contigo. El secreto es no temer, sino tener fe. El secreto es dejarse amar para poder amar y alcanzar la dicha total, la vida plena, la paz sin fin.



A Aquel que puede consolidaros conforme al Evangelio mío y la predicación de Jesucristo:
revelación de un misterio mantenido en secreto durante siglos eternos,
pero manifestado al presente, por las Escrituras que lo predicen,
por disposición del Dios eterno, dado a conocer a todos los gentiles para obediencia de la fe,
a Dios, el único sabio, por Jesucristo,
¡a él la gloria por los siglos de los siglos! Amén.
Rm 16, 25-27

«Nadie enciende una lámpara y la tapa con una vasija, o la pone debajo de un lecho, sino que la pone sobre un candelero, para que los que entren vean la luz. Pues nada hay oculto que no quede manifiesto, y nada secreto que no venga a ser conocido y descubierto.
Lc 8, 16-17

Decía también: «¿Con qué compararemos el Reino de Dios o con qué parábola lo expondremos? Es como un grano de mostaza que, cuando se siembra en la tierra, es más pequeña que cualquier semilla que se siembra en la tierra; pero una vez sembrada, crece y se hace mayor que todas las hortalizas y echa ramas tan grandes que las aves del cielo anidan a su sombra.»
Mc 4, 30-32

Pero Jesús les replicó: «Mi Padre trabaja hasta ahora, y yo también trabajo.»
Jn 5, 17

viernes, 14 de enero de 2011

Lugares

Lugares
Sergio Pérez Portilla

Está bien, veo que por fin me hablas con la verdad por delante. Es duro, pero lo prefiero a tu exceso de rodeos. Y como muestra de agradecimiento, también yo me sinceraré.
Sí, debo decirte que no estaba pensando en ti cuando te besé aquella noche, cuando después del paseo tomé tus manos y te vi a los ojos. No, no pensaba en ti. No eras tú quien ocupaba mis pensamientos cuando te dije que iríamos por todo tipo de senderos, avanzando y creciendo, pero siempre juntos. Es más, estabas tan lejos de mi mente y de mi corazón cuando sonreía contigo que me extraña recordarte en esos momentos.
En fin, todo tan simple como hacerte ver que las ocasiones en que dije te amo fueron cuando menos pensaba en ti. ¿Y sabes por qué? Porque la persona que estaba amando, aquella que estaba dentro de mí simplemente no existía. Pensé que eras tú, pero hoy me doy cuenta de que nunca te conocí. Creí que eras tú quien estaba en mis pensamientos, pero hoy que te veo como eres, sin máscaras ni escudos, caigo en la verdad: no eras tú a quien amé, a quien besé, por quien lloré y reí. No eras tú, aunque bien encontraste la manera de hacerte pasar por quien yo amé… por quien amo aún.

lunes, 20 de diciembre de 2010

Noticias

Noticias
Sergio Pérez Portilla

Mira, aquella nube, la de la izquierda, ¿la ves? Tiene forma de… ¡no! ¡Espera! No es una tortuga, más bien parece una flor. Sí, lo digo en serio. ¡Pero si es igualita, mírala bien! Bueno, es que podría estar apenas abriendo, tú sabes. ¡Ya, no te rías de mí, que tú luego ves una redonda y dices que parece una jirafa! Jajajaja, ¿qué tal, eh? Bueno, mejor dime en qué estabas pensando hace rato, cuando veníamos caminando y sonreíste, ¿va? ¡Anda!, dime lo que... ¡¿Qué?! ¡¿De verdad?! ¡¿Es eso?! ¡No puedo creerlo! ¡Gracias a Dios! ¡Amor, te amo!


Nota: El final está abierto. Es simplemente la mejor noticia para cada quien. ¡Felicidades!

No podría

No podría
Sergio Pérez Portilla

Pienso en ti, no tienes idea de cuánto lo hago. Ni siquiera la mañana piensa tanto en el sol como yo en ti. Te pienso y recuerdo tus manos, mis manos las recuerdan. Recuerdo tus labios, mi corazón los recuerda. Y el brillo y el calor que me regalabas al verme, simplemente no los he podido olvidar. Tarea ingente la que el viento tiene, pues le he encargado cada tarde que te lleve mis palabras y le he pedido que te traiga en tu aroma, en tu vuelo de paloma.
Pienso en ti, y si tuvieras idea de cuánto lo hago, quizá te preguntarías por qué pasas tanto tiempo en mi vida, incluso sin pretenderlo. Si tuvieras idea de cómo ha llovido por acá, si la tuvieras…
Pienso en ti, pienso mucho en ti.

viernes, 19 de noviembre de 2010

Viviendo


Viviendo
Sergio Pérez Portilla

Vivir como el arroyo, conociendo orillas y fondos, viajando entre suelos fríos o rayos de sol, alisando piedras y cantando mañanas, fluyendo, siguiendo un cauce y causando amores.
Vivir como los bosques, creciendo en el humilde silencio, dando hojas al viento para que las eleve y aleje, floreciendo y vistiendo de gala a los suelos, guardando en su memoria las tradiciones y las voces, permaneciendo, arraigando amores.
Vivir como las aves, eligiendo el viento vagabundo, el amanecer y el crepúsculo, durmiendo al ocaso del día, aprendiendo a volar y aprendiendo a descansar, despertando amores.
Vivir, a veces, simplemente viviendo, sin querer nada más que el sencillo respirar, el eterno caminar, el bálsamo del sonreír, el paciente escuchar o el inquieto compartir. Vivir simplemente viviendo, sin intentar más. Vivir, como sea, pero nunca dejar de hacerlo. Para morir físicamente habrá un día, no hay duda. Pero podríamos usar nuestra vida para ir muriendo, y eso sería ya empezar a morir. Vivir sabiendo que se ha de morir, pero no vivir muriendo.

jueves, 14 de octubre de 2010

Aires de esperanza


Aires de esperanza
Sergio Pérez Portilla

Atraviesas el tiempo, eternizas las respuestas y enterneces mis labios con los tuyos, y me regalas historias de música y de cuerdas sorteando pasadizos en la memoria. Yo no quiero ni siquiera dejar de mirarte, pero sé que debo hacerlo, debo voltear hacia la ventana y ver la belleza del mar majestuoso de la vida, y luego verte otra vez, como si fueras siempre nueva, pero la misma a la que amo. Quiero que encuentres lo que buscas y que te suceda lo que convenga. Quiero que crezcas y que se mantenga en ti ese aire de espontaneidad y locura sensata. Quiero que tus heridas lleguen en el momento justo, y que las veas como un puente a la sabiduría. Quiero que vivas, que vivas de verdad.
Parece esquiva la paz de los aires de esperanza, y arremete siempre la tormenta de la nostalgia, pero no importa, la verdad siempre será verdad, y la mentira nunca se le igualará. Será una intrusa, una impostora, pero nunca será verdad la mentira. Yo quiero que la verdad te libere, y que tú te dejes amar.

jueves, 7 de octubre de 2010

Haces

Haces
Sergio Pérez Portilla

Hay un destello en mis letras cuando estás conmigo, el silencio se vuelve una simple pausa que preludia a tu voz, y no hay frío que tu abrazo no calme. Colma, además, tu sencillo andar mis pensamientos, y me argumentas con tus encantos cualquier cosa, y yo me dejo vencer sin discusión alguna. Haces que brille mi vida.
Vas de un lado a otro, y mis ojos se vuelven tu sombra, ahí, detrás de ti y silenciosos; ahí, pegados a ti; así, tuyos. Fluyes en tus intersticios, te escapas de tu ausencia en este espacio y lo llenas con holgura y con arrojo. Haces que brille la vida.
Y mis letras brillan y también danzan, dibujando ríos oscuros en un papel que está sentenciado a ser mío antes que tuyo, pero mío por un rato, mientras vierto lo que tú iluminas, y tuyo para siempre, porque de ti tomará su ser.

viernes, 24 de septiembre de 2010

Acasos

Acasos
Sergio Pérez Portilla

¿De qué me conoces, guirnalda, dónde nos hemos visto que no te recuerdo? Si vivías en el interior de mis deseos, permíteme decirte que he purgado cada uno de mis añejos anhelos, y conseguí los que eran alcanzables, mantengo los que seguro me harán bien, pero he alejado los que sólo me lastimaban.
¿Nos conocimos, acaso, o sólo coincidimos muchas veces? ¿Nos dijimos quiénes éramos o sólo hablamos para sortear el silencio que incomoda a dos extraños que se tienen que ver a los ojos? ¿Alguna vez me escuchaste y luego yo a ti, o simplemente escuchamos lo que nos convenía de las palabras del otro? ¿Nos tomamos de la mano haciéndola extensión de la intención y del corazón, o únicamente aprisionamos la libertad ajena? ¿Al saber de nuestras diferencias de pensamientos y formas de sentir, quisimos aceptarnos y comprendernos, o exigimos el cambio del otro, violentando su ser y viviendo el egoísmo?
No, no te recuerdo. Quizá alguna vez compartimos una ilusión, pero si sólo fue eso, entonces nunca tuvimos nada real, nunca hubo un nosotros…

jueves, 9 de septiembre de 2010

Conmigo, sin ti

Conmigo, sin ti
Sergio Pérez Portilla

Ha pasado mucho tiempo, los aguaceros vinieron a visitarnos a la ciudad y luego se fueron, y la luna murió y volvió a nacer tantas veces que me perdí en los arrullos de las cantoras de las sombras. Mucho tiempo ha pasado pero aún no tengo noticias de ti. Sé únicamente lo que el recuerdo me dice, y he ido olvidando lo que nunca pasó, lo que queríamos que pasara. El tiempo hace firmes las decisiones.
Si cuento tu partida, es para volver a sentirte aquí, aunque luego me desangre por las palabras cuando diga que esa fue la última vez que te vi. Eres más lejana a mi vida cada día, y eres más cercana al ayer eterno que al presente sin fin que juntos quisimos trazar. ¡Todavía recuerdo tu nombre!
No hay adiós que borre la historia, que cambie el presente, que se proyecte al futuro. Todo adiós hace resaltar lo bueno y olvidar lo malo da la vida común, aunque sea por un instante, y a eso le llaman duda. No, la duda es otra cosa, la duda no está en el corazón, sino en la cabeza, y no la quita el tiempo sino el conocimiento. Eso que llaman duda es en realidad miedo, miedo al cambio, a la soledad, al fracaso.
Te conozco y no te espero, sé que nunca has de volver, sé que pasará un buen tiempo antes de volverte a ver.

Estarás

Estarás
Sergio Pérez Portilla

Lloverán estrellas, volarán los sueños, rozará el mar tus tobillos y la arena dibujará tus pisadas junto a las mías. Será un escondite tu corazón, pues allí irá mi deseo, y en tu vientre depositaré mis esperanzas revestidas de batallas en las nubes. Te amaré haciéndome viento que te permita elevarte y disfrutar de tu ser. Acariciaré tus hombros con mi aliento y veré cómo me sonríes nerviosa y sincera.
Tu fe hará naufragar mi soberbia, tu perdón derrumbará mi egoísmo, tus ojos brillarán como hojas repletas de rocío, tus manos sanarán mi piel con su caricia. Te pediré que seas la flor que perfume mi vida, la brisa que me avive en las tardes, la ventana que me permita ver el Sol que nace de lo alto.
Estarás junto a mí y escucharás mis desvaríos, y luego tú me contarás historias, historias de campos y de castillos. Estarás junto a mí, y todo será nuevo.

viernes, 30 de julio de 2010

Que vuelva

Que vuelva
Sergio Pérez Portilla

Dios quiera que vuelva el sol de debajo de los mares, de detrás de los cielos, de más allá del atardecer, pues allá ha sido llevado por la capa negra de la soledad, sangrando sobre las aguas y dejando vestigios de su canción.
Dios quiera que regrese el minuto que antecede al mañana, y deje un pasado para el hoy y un ahora para el después, cumpliendo así con la esperanza, haciéndola experiencia concreta de amor, igual de cierta pero más tangible y menos lejana.
¿Y para qué han de volver el sol y el minuto? ¿Para vivir el ayer? No, pues eso sería tener el mismo vivir, sin crecimiento de ninguna forma. No, que vuelvan, pero recién nacidos, renovados y renovantes. Así, con el conocimiento de lo vivido podría atreverme a pedirle al Creador que me permitiera corregir mis errores. No borrarlos, sino aprender de ellos. Corregir es trabajar con el error, hacerlo herramienta de madurez.
Dios quiera que vuelva el sol, a su debido tiempo, y que vuelva el minuto, en su justo lugar.

Leyendas

Leyendas
Sergio Pérez Portilla

Ayer le hablé de tus ojos a las mariposas, y ellas volaron entre las flores, elevándose con gracia y dejando que los rayos del sol las acariciaran. De un lado a otro, de segundo en segundo, de nota en nota, así hicieron música visible.
Fueron poesía las frutas del jardín cuando, muy cerca de ellas, susurré que tu piel es suave como la brisa que nace cerca de la cascada. Fueron poesía que mis manos pudieron tocar.
Por la noche, las estrellas colorearon el cielo con sus mechones, y pude escuchar desde la pequeña piedra en donde sentado estaba, pensando en ti, la grandeza del infinito. ¡Pude ver el infinito!
Y hoy que estás delante de mí, me doy cuenta de que la música que veo a través de tus ojos, que la poesía que tu piel me dicta cuando la recorro, que la grandeza de pensar en lo poco que hemos vivido y lo mucho que tenemos por vivir sólo tienen sentido cuando me dices que me amas, porque ahí se une tu sentir con el mío, mi pensamiento con el tuyo, el ahora con el será, ahí se unen, seguras de sí, nuestras vidas mismas. Es ahí donde el beso deja de ser una trivialidad y se convierte en la manifestación del corazón.

viernes, 9 de julio de 2010

Que te amo

Que te amo
Sergio Pérez Portilla

Sabrás que te amo, no lo dudes. Aunque no esté a tu lado, aunque la noche llegue y los días pasen, sabrás que te amo porque esto no es un sentimiento solamente, es una decisión que he tomado en libertad, buscando tu felicidad y viviendo la mía. Me encanta verte feliz, me fascina tu andar despreocupado y tu mirar distraído por lo que no es importante.
Sabrás que te amo porque, aunque mi voz no la escuches ni mi canto llegue a ti, ni mi perfume llene tu habitación, he decidido amarte y demostrártelo con todo lo que tengo y con todo lo que no. Si tan sólo pudiera regalarte el mañana, ese sería mi testimonio.
Alguien me dijo que estoy enamorado, y yo no pude sino sonreír y decirle que sí, que he conocido a la mujer que me gustaría abrazar por el resto de mis pasos, a la que me gustaría escuchar mientras pueda, ver mientras el Señor me preste luz, con quien podría soñar todos los días y despertar pensando que la veré.
Sabrás que te amo, ten por seguro que lo sabrás.

lunes, 28 de junio de 2010

Estrellas de los pastos

Estrellas de los pastos
Sergio Pérez Portilla

Hoy bailaré contigo a la luz de las luciérnagas, estrellas de los pastos, farolas de los bosques. Tomaré tu mano y tu cintura, y me acercaré a ti con dulzura, y te sonreiré y me sonreirás, y te recostarás entre mi pecho y mi hombro, y nuestros corazones latirán como uno solo, y nuestra música será llevada por el viento en derredor nuestro.
Bailaremos sobre hojas secas, sobre pétalos frescos, sobre sueños cumplidos. Bailaremos con la luna, bajo las estrellas, bajo el cielo inmenso y embriagador. Bailaremos sin hablar, escuchándonos, perteneciéndonos más a cada segundo, sabiendo que el ser mía no te quita libertad, y que el ser tuyo no me limita en absoluto. Bailaremos mientras la lluvia vive y mientras las burbujas siguen, y daremos vueltas y tendremos arrebatos.
Y más tarde, después de bailar, caminaremos de vuelta a casa, sonriendo como tontos, que no es otra cosa que estar enamorados. Caminaremos y te empujaré un poco, y tú me golpearás el brazo, y luego nos abrazaremos y uniremos en un beso, y nos diremos tantos te amo como lo permitan cada uno de nuestros pasos.
Sabes que no sé bailar, pero por ti bailaré contigo esta noche, a la luz de las luciérnagas, al calor de tu aliento, al compás de tu andar.

viernes, 18 de junio de 2010

Cuarto

Nosotros
Sergio Pérez Portilla
Ya no los llamo siervos…

Dulce como el aroma de un jardín en primavera, firme como la roca que el agua ha tardado cientos de años en moldear, agradable como el trinar de los cantores que vuelan y hacen volar, así es la compañía del amigo.
Su mano toma la nuestra y su corazón escucha nuestro latir, su boca derrama bendiciones y sus pies soportan nuestro andar… un amigo.
Sonríe y hace sonreír, calla, observa, toca, recuerda, vive, proyecta, construye, confronta, no duda, enseña, aprende, sorprende, es fiel…
Su nombre es signo del amor y respuesta en el dolor, su nombre está grabado en el instante eterno, en el viento, en el cielo, en la flor. ¡Qué honor que seas mi amigo!

Tercero

Encontrarte
Sergio Pérez Portilla

Si pudiera dejar de pensar en tus labios, seguramente pensaría en tus ojos. Los imaginaría atravesando el cielo como el arco iris, surcando nubes y acariciando en su vuelo a las golondrinas. Los haría sol de un paisaje de montañas, olor de un perfume de princesa, color de una acuarela destinada a pintar el amor, a pintar el amor.
Si robara tus ojos, serían mi tesoro y mi canción, serían el detalle y la prisión, serían libertad y ocupación.
Con ellos navegaría y por ellos te encontraría, resuelta, sentada en el pasto y recargada en un árbol, contemplando como acostumbras la hermosura de la naturaleza, hablando con la creación y adorando al Creador. Te encontraría después de navegar mil noches, pero el momento en el que te encontrara sería el amanecer del primer día.

Segundo

Dentro
Sergio Pérez Portilla

Desperté y al voltear al suelo vi un pequeño charco. Curioso, pensé, y de inmediato volteé al techo. Ahí, casi imperceptible, se formaba una gota. Había llovido, y había una gotera. Curioso, cómo a veces son tan frágiles las paredes que cuando llueve afuera también llueve adentro. Qué curioso, a veces es tan dura mi piel, que a veces lloro por dentro, pero ninguna lágrima se ve por fuera.