viernes, 1 de mayo de 2009

Reflexión

Forestal
Sergio Pérez Portilla

Arde el bosque, los animales corren, se alejan del demonio devorador. Los insectos no cantan, gritan, están asustados. Los árboles lloran, su vida se agota. Y el hombre no puede controlar el fuego que inició por su mismo descuido.
No hay forma de esconderse del humo que llena de gris todos los resquicios, del humo que adormece y envenena. Mientras más avanza la cortina encendida, hay más muerte y hay menos vida. Muerte instantánea en las plantas y en los animales. Menos vida a mediano plazo para todo el planeta. El bosque es fuente de vida. Si algo le afecta, nos afecta a todos: se pierde parte de nosotros, de nuestra historia, de nuestro ser. Ojalá que pronto deje de arder.

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