lunes, 19 de mayo de 2008

Desconocidos

Añoranza
Sergio Pérez Portilla

La hierba está inquieta, presagia tempestad, manifiesta cambios en la pradera. La perspectiva rasa de las hormigas, pequeños puntos y comas que avanzan y siguen un camino trazado por un lápiz invisible, por plumas de gansos y de cisnes de sangre negra, no es menos cierta que la del halcón que se pasea en la espuma aérea. Ambos tienen la razón.
Cae, allende los últimos argumentos de este llano, la rama de un árbol. Aquí, en la pradera, nadie lo notó, ningún ojo la vio temblar, ningún oído la escuchó crujir, nadie la va a extrañar. Y sin embargo, ahí estuvo. Fue, pero ya no es.
La hierba empieza a sosegarse. Ha pasado la tempestad.

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