sábado, 22 de agosto de 2009

Calor

Calor
Sergio Pérez Portilla

Los días así, en que estampidas de ideas galopan en mi mente y en mis nervios, en que enjambres de recuerdos clavan su ponzoña en mis sienes, en que el olor a alcohol impregna toda esta habitación, los días así son batallas perdidas en mi vida, victorias del desamparo y de la tristeza.
El universo que me falta, el incendio que me consume, el frío que me cala, la sombra que me irrita, la tormenta que me sigue. Tengo mis manos vacías y mis viejas historias son nada.
Los días así se tornan insoportables, más aún que mis noches en vela, más aún que la sed no saciada.
Los días así bien podrían ser, cualquiera de ellos, mi último día, y seguro no habría diferencia notable.
Pero los días así llegas oportuno, como ahora, y conduces a buen resguardo mis ideas y mis recuerdos, limpias el aire con tu perfume y llenas de sonrisa mi momento haciéndolo duradero y dándole sentido. Y esos días insoportables se convierten en tertulia donde dos viejos conocidos charlan de la vida, y de lo bueno que es vivirla.


viernes, 14 de agosto de 2009

Idas

Desconcierto
Sergio Pérez Portilla

Hiciste de la luna morada de nuestros sueños, memoria de nuestros besos y candil de nuestros paseos. Recuerdo nuestras caminatas vespertinas cuando, tomados de la mano y con risitas tiernas, me dabas golpecitos y yo te devolvía un abrazo, y te cargaba y juntos bailábamos en el aire y luego, no estoy seguro de quién tomaba la iniciativa, pero respondíamos al beso del otro. Creo que nacía de los dos al mismo tiempo cuando nuestros ojos se atrevían a hablar y nuestras voces callaban.
Hablábamos de lo lejos que viajaríamos y de lo cerca que estaríamos siempre. Hablábamos de nosotros, no de ti ni de mí. Hablábamos de la flor y de los retos.
Hoy la luna sigue hermosa, pero ya no es casa habitada ni testigo ni cómplice. Hoy ya no bailo en el aire ni beso como antes. Hoy ya no estás. Y por eso no me gusta hablar de distancias porque sólo conozco la tuya. Y no me pesa la soledad, lo juro. Me pesa el que tú no estés aquí. El silencio que llenabas con tu perfume hoy se llena con pesares, y las flores se marchitan esperando que vuelvas, cosa que nunca, estoy seguro, nunca harás.

martes, 11 de agosto de 2009

Reflejo

Personal
Sergio Pérez Portilla

Mis palabras son el heraldo de mi sentir y de mi pensar, de mi decisión. En ellas se condensa, como el granizo en los nimbos, mi valor y mi cobardía, la esperanza y la fantasía, y la absurda seriedad de la vida vivida y de la vida por vivir.
Mis palabras son pétalo y espina, tinta invisible en papel aire, hielo y brasa son, veneno que mata o cura, visible camino al desconocido interior, simiente, primicia y color.
Por ellas, por mis palabras, puedo inventar y destruir, avanzar o retroceder, dar el calor del abrazo al amigo lejano y recordarle cuánto lo quiero y que siempre lo querré. ¡Con ellas soy capaz de tantas cosas, que me sigo asombrando de poder hablar!
En ellas, mis palabras, he encontrado hoy un aliento y un escondite donde refugiarme y descansar. En ellas me veo a mí mismo, son espejo de mi alma, imagen de mi necesidad y fruto de mi saciedad. En ellas me puedes encontrar.

viernes, 7 de agosto de 2009

Fuga

Fuga
Sergio Pérez Portilla

Voy a hacer que los rayos de la perla de los cielos se vuelvan redes y te atrapen y no te dejen volar, y voy a recorrer tus labios sin prisa, con mis ojos cerrados y con una azucena en mi mano. Guardaré cada contorno tuyo en el viento vagabundo y matinal, y así vendrá tu figura a despertarme y al mismo tiempo me hará soñar. Estarás a mi lado.
Cuando los brazos de la esfera que mengua y crece te liberen, le diré a tus alas que te lleven a casa y te guarden de los extravíos, pero si no me escucharan o simplemente se confundieran, te prometo ir en pos de ti, seguiré tu rastro que flote en el silencio y derribaré los secretos que te escondan y te hagan sangrar.
Y cuando estés de nuevo frente a mí, volveré a declararte mi amor, y esperaré tu sí con ansias, aunque tarde cien vidas en venir.

martes, 4 de agosto de 2009

A-gusto

Orquídea
Sergio Pérez Portilla

Recorro con nostalgia la empedrada que conduce al silente hogar de las orquídeas. Cada paso me acerca más al ayer, me aleja más del hoy y me envuelve más en fantasías, esas irreverentes compañeras de la esperanza y del deseo.
Un pequeño grillo salta a un lado del camino, donde las piedras encuentran reposo duradero, donde la hierba puede crecer sin ser pisada, donde las tristezas mudan su apariencia y se entretienen con las orugas y sus lentos andares.
Una tropa de hormigas va de un lado a otro con suma perfección, con sus verdes cargas que a veces las esconden y no me dejan verlas. Y repiten su paso como el reloj las horas y los minutos.
Esta vieja empedrada siempre me hizo imaginar que el lago que bordeamos era guarida de míticos monstruos y origen de leyendas. Pero siempre ha sido sólo un lago.
Estoy a tres pasos de la cerca que limita la casa de las orquídeas, y con las manos en las bolsas volteo para ver la empedrada que hasta allí me ha conducido, y la nostalgia me recorre silente.