domingo, 9 de marzo de 2008

Día de la mujer

Un texto publicado en la página dominical de Concilio, elaborada por el Seminario arquidiocesano de Xalapa en el Diario de Xalapa, el día 9 de marzo de 2008 y con motivo del Día de la mujer. Le mando un saludo, un abrazo y una felicitación a todas las mujeres.

¿Detrás de un gran hombre?
Sergio Pérez Portilla

Durante mucho tiempo, la mujer ocupó un lugar secundario en la humanidad. Nuestra cultura occidental le confirió, aunque no desconocemos los clanes matriarcales, un silencio y una debilidad que no son realmente suyos, mas como toda mentira que se dice mil veces y se termina por creer (Goebbels), muchos terminamos creyendo que la mujer era el sexo débil y que su voz no tenía valor, que no hacía falta escucharla. La llamada ley del péndulo se dejó ver, y a mediados del siglo anterior surgieron movimientos feministas que exigían revalorar el papel y el lugar de la mujer en la sociedad. Se logró mucho con ellos, pero también se cayó, en algún momento, en el extremo: la mujer debe regir, porque es más prudente, porque madura más rápido, porque…
La búsqueda que hoy debemos sustentar, teórica y prácticamente, es la del auténtico ser de la mujer, ni quitarle su dignidad y con ella sus derechos y deberes, ni concederle un lugar que no le corresponde al darle razón en todo, aceptar todo lo que piense y diga como si fuera palabra absoluta de verdad. Hoy debemos buscar el ser verdadero de la mujer, escuchando su origen en el eco de su actuar y atendiendo su destino en sus anhelos más profundos, y esta búsqueda debe partir de la naturaleza misma que ha dotado a la mujer con un todo que resulta complemento exacto del hombre. Pero no estamos hablando de la mujer en función del hombre, si así lo hiciéramos cabría entonces la doble implicación, es decir, hablar del hombre en función de la mujer. Pero no lo hacemos, tan sólo hablamos así para referenciar la equidad misma entre los dos. Por lo mismo, podemos decir que la mujer resulta complemento preciso del hombre y de los hombres, entendidos éstos como todos los hombres y como todas las mujeres. Y esa equidad y esa naturaleza de relación son dadas, desde el punto de vista cristiano, por su Creador.
La mujer, entonces, está constituida en todo su ser como complemento de los otros, pero es por lo mismo guardiana de ellos, a la vez que administradora de los bienes que la creación ofrece a la humanidad. Aún así, a la mujer le corresponden una vocación y una dignidad específicas. Sólo la mujer puede ser madre, con todo lo que esto sugiere: recepción del óvulo fecundado, transmisión de vida a esta vida nueva personal pero necesitada, a través de su misma sangre y su mismo alimento, alumbramiento que une más a madre e hijo de lo que podría separarlos, y a partir de aquí, donación de sí misma para que el otro, independiente por naturaleza, sea independiente de hecho. Pero el don de ser madre no excluye otros dones, pues la mujer puede consagrarse como mujer a sus hermanos, incluso al mismo Dios. Todo ello es loable. Y dichas vocaciones se ven perfeccionadas por la dignidad propia, por la humana grandeza que es ser mujer.
Celebrar a la mujer en sí en un día es símbolo de la celebración que se debe tener todo los días, pues felicitarla en tal ocasión no excluye hacerlo en otras.
Por último, sólo nos resta decir que no estamos de acuerdo con la vieja sentencia que dice que detrás de un gran hombre siempre hay una gran mujer. No, ella no tiene por qué estar detrás, sino a su lado. No le corresponde ir en la vanguardia pero tampoco en la retaguardia. Le corresponde ser compañera. Su voz merece ser escuchada porque es mujer, no porque goza de cierta posición socioeconómica, o política incluso. Su voz vale porque es digna de por sí. No es débil, en muchos aspectos es tan fuerte como el que más, y es tan valerosa como pocos. No, detrás de un gran hombre no debe haber ninguna mujer.

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