martes, 3 de marzo de 2009

Cuaresma

Publicado en Concilio, el día 1 de marzo.

¿Ayunar es dejar de comer?
Sergio Pérez Portilla

Ha dado inicio el tiempo litúrgico de la Cuaresma. Es éste un periodo de preparación espiritual intensa, como ha recordado el papa Benedicto XVI en su mensaje para la Cuaresma de este año –mensaje dado, por otra parte, desde el 11 de diciembre del año anterior–, y es una preparación para el verdadero objetivo del creyente: el día de la Resurrección.


En el ya citado mensaje se ha recordado la necesidad de llevar a cabo las llamadas obras de penitencia: oración, ayuno y limosna, y para este 2009, de manera especial, el Sumo pontífice ha hecho hincapié en una de ellas en particular: el ayuno. Con obras de penitencia, o momentos penitenciales, entendemos aquellos momentos de reflexión sobre nuestra situación y la necesidad de Dios que llevan a una verdadera vuelta al Padre. Comúnmente diríamos que ayunar es dejar de comer, así, sin más. Pero ya el Papa ha dado una perspectiva que ilumina: el verdadero ayuno consiste, en sus palabras, en cumplir la voluntad del Padre celestial, pues, insiste, ayunar tiene como finalidad comer el alimento verdadero que es hacer la voluntad de Dios.


Sí, es cierto, el ayuno implica abstenerse de comer físicamente, pero cuando se cae en el legalismo se deja atrás el sentido real y válido de dicho acto. Ahora, por la situación de nuestro país hay de hecho ayunos obligatorios. Entonces, ¿cuál es el verdadero ayuno, el que aprueba y premia el Padre que ve en lo secreto? Es, en palabras del Obispo de Roma, el que ayuda a curarnos de todo lo que nos impide adecuarnos a la voluntad de Dios. Es decir, aquel acto que, apoyado en el signo de la privación del alimento material –signo que por su parte tiene sentido únicamente cuando refiere a la disposición interior a escuchar a Cristo y nutrirse de su palabra de salvación–, nos lleva invariablemente a la plenitud y satisfacción integral en el Señor.


Por último, y retomando lo dicho acerca de nuestra patria, el ayuno debe ayudarnos a tomar conciencia de la situación en la que viven muchos de nuestros hermanos. Algunos, por tradición, los viernes de Cuaresma no desayunaremos, y en la comida dejaremos la carne, pero la cambiaremos por pescado o mariscos tan bien preparados que en lugar de hacer conciencia haremos más bien antojo. No, no debe ser. Ayunar no es sólo dejar de comer o cambiar la comida por otra “más sencilla”, ayunar es permitirnos experimentar la necesidad de Dios, permitirle a Él hacerse presente, y permitir a nuestros hermanos ser parte de nuestra vida espiritual y, así lo quiera el Señor, ser parte de nuestra vida total: cuerpo y alma.

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