La primera entrada de este 2008 es un relato breve. Claro está que antes debemos pronunciarnos por los buenos deseos para todos, esperando que este año sea para todos de alegría y paz, de verdadera bendición.
Entre sueños y recuerdos
Sergio Pérez Portilla
¿Sabes? Hoy desperté y tuve esa misma sensación de vacío. Hubiese preferido seguir soñando con la cabaña y el café, con el ruido de la montaña y el río a lo lejos. A veces soñar nos hace bien y despertar nos frustra. Hoy es un ejemplo perfecto. ¿Cómo sonreír si estoy solo?, ¿cómo hablar si nadie me escucha y el que lo hace no me responde, y quien contesta no me habla a mí?, ¿cómo estirar mi mano, a dónde?
¿Sabes? Hoy caminé apoyado en un bastón, ¡creo que la edad se ha acumulado demasiado en dos noches! Caminé por las calles que frecuentábamos y algunas casas tenían las puertas abiertas. Llegué tan sólo a la esquina de la avenida grande e inmediatamente después di un rodeo para regresar a casa.
¿Sabes? Estoy escribiendo sentado en la silla de mi viejo escritorio, y de vez en cuando volteo a ver la cama que espera fría por mi llegada. Te confieso que me gusta dormir más, porque así puedo soñar y llenar mi vacío. Y sueño que estoy en la cabaña donde me obsequiabas un café, donde juntos escuchábamos cómo la montaña nos decía sus secretos y el río a lo lejos arrullaba al bosque entero, y es que, a veces, soñar me hace bien.
Entre sueños y recuerdos
Sergio Pérez Portilla
¿Sabes? Hoy desperté y tuve esa misma sensación de vacío. Hubiese preferido seguir soñando con la cabaña y el café, con el ruido de la montaña y el río a lo lejos. A veces soñar nos hace bien y despertar nos frustra. Hoy es un ejemplo perfecto. ¿Cómo sonreír si estoy solo?, ¿cómo hablar si nadie me escucha y el que lo hace no me responde, y quien contesta no me habla a mí?, ¿cómo estirar mi mano, a dónde?
¿Sabes? Hoy caminé apoyado en un bastón, ¡creo que la edad se ha acumulado demasiado en dos noches! Caminé por las calles que frecuentábamos y algunas casas tenían las puertas abiertas. Llegué tan sólo a la esquina de la avenida grande e inmediatamente después di un rodeo para regresar a casa.
¿Sabes? Estoy escribiendo sentado en la silla de mi viejo escritorio, y de vez en cuando volteo a ver la cama que espera fría por mi llegada. Te confieso que me gusta dormir más, porque así puedo soñar y llenar mi vacío. Y sueño que estoy en la cabaña donde me obsequiabas un café, donde juntos escuchábamos cómo la montaña nos decía sus secretos y el río a lo lejos arrullaba al bosque entero, y es que, a veces, soñar me hace bien.
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