Otro artículo aparecido en la página Concilio del Seminario Arquidiocesano de Xalapa en el Diario de Xalapa. La fecha de publicación fue 30 de diciembre de 2007.
Y próspero…
Sergio Pérez Portilla
Nunca en todo el año los relojes acaparan tanto las miradas como en esta noche. Nunca la cuenta regresiva conjunta tantas sonrisas. Es el fin y el principio. Es lo viejo que le da paso a lo nuevo. Es el segundo fénix, el minuto fénix y la hora cero, la verdadera hora cero. Todas las demás serán cero relativamente, esta es cero absolutamente… en este periodo (¿¡!?). Es el Año viejo, es el Año nuevo.
A veces los acontecimientos relevantes tienen mucho que ver con la ubicación, con el lugar preciso, pero la historia también tiene tiempo, y el acontecimiento del Año nuevo se basa en el momento que siendo presente trascurre dejando atrás la esperanza y abriendo la puerta a esta novedosa realidad. El tiempo es el que tiene el reflector y las marquesinas su nombre.
Existe nostalgia por los que ya no estarán en el siguiente año con nosotros, un poco de incertidumbre no puede faltar, pero lo que reina es la alegría, ¡son las fiestas de fin de año! Y fiesta siempre es sinónimo de alegría, de jovialidad. Toda fiesta necesita de grupos que celebren, de personas reunidas con este motivo, con la intención de compartir. Muchas familias aprovechan estos días para ver a los suyos más alejados, a los que menos han visto, o simplemente a los que casi siempre ven pero que nunca estar con ellos será suficiente.
Los mensajes serán los de esperanza y los de buenos deseos; los propósitos claro que no pueden faltar; las uvas con las campanadas presentes estarán, sidra o vino. Por supuesto que no debemos olvidar a las familias que dormirán temprano y quizá se levanten a la medianoche sólo a compartir los abrazos con sus vecinos o entre ellos mismos, pero la cena no tendrá nada de especial porque no hay para comprar de más. Esto no debe entristecernos, sino motivarnos a velar por ellos, por los más desprotegidos pero a la vez predilectos del Señor.
Las fiestas decembrinas se visten del único frío que arropa, de la neblina tan de nosotros, tan de nuestras calles. El año que fenece otorga su lugar al que va naciendo, al que a partir del primer día de enero empezará a crecer, trayendo para todos nuevas vivencias, nuevos gustos, nuevas esperanzas. Y nunca en todo este año los relojes acapararán tanto las miradas ni una cuenta regresiva conjuntará tantas sonrisas como el último día, como sucederá en este 2007 que acaba. ¡Feliz año, feliz y próspero Año nuevo!
Y próspero…
Sergio Pérez Portilla
Nunca en todo el año los relojes acaparan tanto las miradas como en esta noche. Nunca la cuenta regresiva conjunta tantas sonrisas. Es el fin y el principio. Es lo viejo que le da paso a lo nuevo. Es el segundo fénix, el minuto fénix y la hora cero, la verdadera hora cero. Todas las demás serán cero relativamente, esta es cero absolutamente… en este periodo (¿¡!?). Es el Año viejo, es el Año nuevo.
A veces los acontecimientos relevantes tienen mucho que ver con la ubicación, con el lugar preciso, pero la historia también tiene tiempo, y el acontecimiento del Año nuevo se basa en el momento que siendo presente trascurre dejando atrás la esperanza y abriendo la puerta a esta novedosa realidad. El tiempo es el que tiene el reflector y las marquesinas su nombre.
Existe nostalgia por los que ya no estarán en el siguiente año con nosotros, un poco de incertidumbre no puede faltar, pero lo que reina es la alegría, ¡son las fiestas de fin de año! Y fiesta siempre es sinónimo de alegría, de jovialidad. Toda fiesta necesita de grupos que celebren, de personas reunidas con este motivo, con la intención de compartir. Muchas familias aprovechan estos días para ver a los suyos más alejados, a los que menos han visto, o simplemente a los que casi siempre ven pero que nunca estar con ellos será suficiente.
Los mensajes serán los de esperanza y los de buenos deseos; los propósitos claro que no pueden faltar; las uvas con las campanadas presentes estarán, sidra o vino. Por supuesto que no debemos olvidar a las familias que dormirán temprano y quizá se levanten a la medianoche sólo a compartir los abrazos con sus vecinos o entre ellos mismos, pero la cena no tendrá nada de especial porque no hay para comprar de más. Esto no debe entristecernos, sino motivarnos a velar por ellos, por los más desprotegidos pero a la vez predilectos del Señor.
Las fiestas decembrinas se visten del único frío que arropa, de la neblina tan de nosotros, tan de nuestras calles. El año que fenece otorga su lugar al que va naciendo, al que a partir del primer día de enero empezará a crecer, trayendo para todos nuevas vivencias, nuevos gustos, nuevas esperanzas. Y nunca en todo este año los relojes acapararán tanto las miradas ni una cuenta regresiva conjuntará tantas sonrisas como el último día, como sucederá en este 2007 que acaba. ¡Feliz año, feliz y próspero Año nuevo!
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