Hola, un saludo a todos. Comparto ahora un artículo que apareció en la página Concilio, del SAX, hoy domingo 29 de junio. Ya saben que espero sus comentarios, aquí mismo, o a mi correo: sergioeem@hotmail.com
Sergio Pérez Portilla
Muchas veces, al hablar de fe, se cree que se entra en un ambiente de sinsentidos, de irracionalidades, de dogmatismos y de fantasías. En realidad, la fe no se opone a la razón, pero esto de ninguna manera implica que tengan la misma perspectiva de la verdad, que sus discursos deban ser exactamente los mismos. Por otra parte, tampoco estamos diciendo que deban forzosamente tener distintas opiniones sobre la verdad, incluso opiniones contradictorias, y ambas tengan la razón, no. Estamos diciendo que la única verdad es alcanzada, mas no abarcada en totalidad, tanto por la razón desde su plataforma como por la fe desde la propia.
Se dice que la fe empieza donde termina la razón, cosa no falsa, pero tampoco del todo cierta. Simplemente, la fe se ocupa de la verdad desde su lugar y la razón desde el suyo, y a veces, sí, es cierto, la razón nunca podrá alcanzar lo que la fe alcanza; pero otras, también es cierto, la razón alcanza logros que la fe no. Por eso debemos concluir que ambas se complementan, y pueden apoyarse para obtener más certezas para el bien del hombre y de todo lo que con él se relaciona: el mundo, Dios, el otro.
Pero, ¿qué tiene que ver todo esto con Pedro y Pablo? Pues resulta que estos dos cristianos, cuya solemnidad se celebra el 29 de junio, como hoy, supieron aceptar que la fe y la razón son los dos pilares que sostienen la lucidez del hombre que es a la vez cuerpo y espíritu. De boca de Pedro, el pescador que negó a Jesús y aún así, por los méritos de Cristo, obtuvo las llaves del Reino de los cielos, escuchamos dos frases que sostienen nuestra propuesta: la primera, en el evangelio de san Juan, capítulo 6 versos 68-69, dice (el contexto es amplio y no podríamos decirlo en 2 frases, por lo cual invitamos a leer todo el capítulo 6) que Pedro le responde a Jesús, cuando éste ha preguntado si quieren marcharse, lo siguiente: Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna y nosotros creemos y sabemos que eres el santo de Dios. Creer y saber representan estos dos momentos del hombre: la fe y la ciencia. Los discípulos no creen solamente, sino que saben. No sólo han depositado su vida y su confianza en el joven carpintero, sino que han sabido, por su experiencia y por lo que ha acontecido, que Él es. Creer y saber. La segunda cita la encontramos en su primera carta, capítulo 3 verso 15, y ahí pide a los suyos que estén dispuestos a dar respuesta a todo el que pida razón de su fe (o esperanza). Dar razón es ofrecer argumentos válidos y suficientes, y dar razón de la fe, es dar argumentos igualmente válidos y suficientes de algo que se ha experimentado y que ha cambiado la vida, de algo que viene de arriba, de Dios. Así lo pide Pedro.
Pablo, el que era perseguidor de cristianos y aun así llegó a ser el apóstol misionero por los méritos de Cristo, reconoce por su parte que la salvación depende de la fe y de la justificación, pero también asume que la razón puede llegar a captar lo invisible de la divinidad a partir de lo visible, que no es otra cosa sino creación de Dios. Apuntamos, pues, el texto clásico de la carta a los Romanos, capítulo 1 verso 20: lo invisible de Dios, desde la creación del mundo, se deja ver a la inteligencia a través de sus obras. Es por esto que si la inteligencia, la razón, en un camino recto y bueno alcanza una certeza de verdad, entonces eso no puede estar peleado con la fe. La inteligencia puede, y de hecho es propio de ella, conocer y acceder a la verdad, aunque insistimos que no puede abarcarla en totalidad. Pablo no rechaza la razón, aunque ponga muy en alto el conocimiento de fe, no desecha la inteligencia, ¿cómo hacerlo sin rechazar la sabiduría divina que fue quien concedió al hombre ser racional?
Pedro y Pablo, cristianos del primer siglo, pilares de la Iglesia, mártires (crucificado el primero, decapitado el segundo), hombres de fe, de auténtica fe porque tuvieron una experiencia de vida con Jesucristo, son ejemplo del verdadero creyente, el que no hace a un lado a la razón, sino que se apoya en ella, la dirige. El verdadero creyente es el que, sí, cree, pero también piensa, de ninguna manera acepta cosas masticadas ni se aliena.
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