El puente
Sergio Pérez Portilla
Al otro lado del puente me espera el camino que conocen mis pies y los pies de los míos, el camino que conoce tardes de ayer y madrugadas de hoy. Al final de ese camino está la puerta de mi casa.
Apenas siento en mis mejillas la caricia del viento y ya todo está lleno de la fragancia de los azahares. Quizá las aguas que corren discretas por debajo del puente no sepan que aquí estoy, quizá avancen cansadas en una marcha sin tiempo, quizá sólo quieran llegar ya a su destino, como lo quiero yo.
Mi paso es firme, seguro, y provoca un vaivén que hace sonar los tablones en sus coyunturas, pero no temo, conozco este puente y él me conoce a mí. Avanzo, y mientras cae la tarde, empiezo a canturrear.
Hace ya muchas lunas que cruzo este puente, hace ya muchas lluvias que me embriaga el cruzarlo, hace ya muchos pasos que él conoce mis pies, y los pies de los míos.
Sergio Pérez Portilla
Al otro lado del puente me espera el camino que conocen mis pies y los pies de los míos, el camino que conoce tardes de ayer y madrugadas de hoy. Al final de ese camino está la puerta de mi casa.
Apenas siento en mis mejillas la caricia del viento y ya todo está lleno de la fragancia de los azahares. Quizá las aguas que corren discretas por debajo del puente no sepan que aquí estoy, quizá avancen cansadas en una marcha sin tiempo, quizá sólo quieran llegar ya a su destino, como lo quiero yo.
Mi paso es firme, seguro, y provoca un vaivén que hace sonar los tablones en sus coyunturas, pero no temo, conozco este puente y él me conoce a mí. Avanzo, y mientras cae la tarde, empiezo a canturrear.
Hace ya muchas lunas que cruzo este puente, hace ya muchas lluvias que me embriaga el cruzarlo, hace ya muchos pasos que él conoce mis pies, y los pies de los míos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario