Presentación estelar
Sergio Pérez Portilla
Anoche te busqué, asomado en la ventana, la cortina corrida y mis manos entrelazadas. Volteé hacia arriba y una nube pasaba justamente frente a ti. Esperé un momento, y aproveché para imaginar que al salir de detrás del telón grisáceo lo hacías cantando y sonriendo, y por momentos bailabas. Te imaginé con tu eterno traje de gala, el blanco perlado; llevabas un prendedor pequeño, pero no pude verlo bien.
Así estaba, con los ojos alegres, cuando un telón de color gris se abrió, y saliste cantando mientras sonreías con dulzura y con candidez, y bailabas lento, muy lento. Llevabas tu traje blanco perlado, brillante, y toda tu faz perfecta, iluminando hasta el marco de mi ventana. Volteé, al ver un ligero brillo, y vi que llevabas un prendedor: era una pequeña flor dorada, una hermosa flor dorada.
Sergio Pérez Portilla
Anoche te busqué, asomado en la ventana, la cortina corrida y mis manos entrelazadas. Volteé hacia arriba y una nube pasaba justamente frente a ti. Esperé un momento, y aproveché para imaginar que al salir de detrás del telón grisáceo lo hacías cantando y sonriendo, y por momentos bailabas. Te imaginé con tu eterno traje de gala, el blanco perlado; llevabas un prendedor pequeño, pero no pude verlo bien.
Así estaba, con los ojos alegres, cuando un telón de color gris se abrió, y saliste cantando mientras sonreías con dulzura y con candidez, y bailabas lento, muy lento. Llevabas tu traje blanco perlado, brillante, y toda tu faz perfecta, iluminando hasta el marco de mi ventana. Volteé, al ver un ligero brillo, y vi que llevabas un prendedor: era una pequeña flor dorada, una hermosa flor dorada.
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