Este escrito apareció en la página Concilio, del Seminario arquidiocesano de Xalapa. Dicha página se publica todos los domingos, y este texto corresponde al domingo 2 de diciembre de 2007.
Ética en la comunicación
Sergio Pérez Portilla
Sergio Pérez Portilla
Desde el principio de los tiempos ha existido en la humanidad el deseo y la necesidad imperiosa de comunicarse. Aristóteles veía en el hombre un zoón politikón, es decir, un animal social, un ser relacionable. John Locke decía que los hombres somos sociales no por casualidad, sino porque Dios así nos creó, con la capacidad, disposición y necesidad de relacionarnos, principalmente mediante el lenguaje. Para Ludwig Wittgenstein, dentro del proceso de la semiótica lingüística, o filosofía del lenguaje, debe darse una especial atención a la parte pragmática, sin olvidar la sintáctica ni la semántica. Es decir, se requiere hacer un relieve en el aspecto que enlaza al signo lingüístico con el usuario, que a la vez recae en la relación usuario-usuario. La historia de las culturas nos remite siempre a una tradición que parte de lo oral y lleva a lo escrito, pasando a veces siglos enteros entre lo uno y lo otro, más cuando la redacción final ha sido constituida por diversos fragmentos. El punto es que el hombre tiene necesidad de salir de sí y dar y darse a los otros: dar lo que sabe y darse en lo que es.
La redacción periodística, en todos sus ámbitos –noticia, crónica, reportaje, entrevista, artículo–, es una respuesta clara e inequívoca a lo anteriormente mencionado. Pero es necesario aclarar que la información realmente es tal cuando está enmarcada con la verdad. Debe existir, por tanto, un criterio que ayude a discernir la buena de la mala comunicación, un criterio basado en la verdad. De esto trata la ética periodística.
Por ética entendemos esa reflexión que fundamenta la teoría que, a su vez, sustenta toda práctica o moral. Si bien comúnmente hablamos de ética o moral como si fueran lo mismo, la ética asiste más al concurso especulativo y la moral al activo, mas no significa esto que la ética no sea praxis, ni la moral intellectus. Desde alguna perspectiva sí podemos identificarlas mutuamente.
Ya hemos dicho que como fundamento de la ética está la verdad. Esta verdad se refiere en primer lugar a una coherencia entre lo que está pasando o pasó y lo que se dice. También, en otro momento, es una coherencia entre lo que el comunicador dice y lo que realmente piensa. Pero como todo escrito periodístico es una interpretación de los hechos, entonces debe existir otra verdad, otra coherencia, pues no basta decir lo que es como es, ni escribir únicamente lo que en realidad se piensa. Si se debe emitir un juicio, entonces este juicio debe ser desde los valores que hacen al hombre ser tal: justicia, serenidad, tolerancia, diálogo, respeto, opción, apertura, prudencia y objetividad ubicada. Ninguno de éstos limita la actividad del periodista, por el contrario, la hace creíble, confiable, sustentable, veraz, viable.
La ética periodística es camino y respuesta. Camino porque quien de verdad quiere comunicar las ideas y sus ideas a los demás, debe hacerlo desde esta perspectiva: necesitamos comunicarnos en la verdad. Es respuesta porque resulta un modo de satisfacción a la necesidad de relacionarse, de comunicarse, de salir de sí mismo. ¿Necesita el periodismo una ética? Esto no es sino una pregunta retórica.
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