¡Hola, un saludo a todos! Hemos estado ausentes durante la Semana santa, pero no por vacaciones, sino porque estuvimos de Misión. Dejo el siguiente escrito que se publicó el Domingo de Resurrección de este 2008 en la página Concilio, del SAX, en el Diario de Xalapa. En mi espacio subiré algunas fotos de la Misión que vivimos y celebramos en la comunidad Magueyitos, de la parroquia de Villa Aldama, Veracruz. Por supuesto: ¡Felices Pascuas de Resurrección!
¡Ha resucitado!
Sergio Pérez Portilla
¡Era Él! Sí, el mismo que vieron morir en una cruz, al que vejaron y humillaron por pensar que quería quitarles honores que su sociedad les daba; el que habló fuerte contra las injusticias, comprensivo con los injustos, alentador con los humillados y rechazados injustamente; el que tenía palabras de vida, de verdadera vida, palabras de amor, palabras sabias, el que era la Palabra… Era Él. El corazón de todos ardía cuando los llamaba por su nombre, cuando partía el pan con ellos una vez más, cuando les mostraba sus manos y su costado, el que había muerto, era Él a quien tenían enfrente, ¡había resucitado, estaba vivo! Lo que sus ojos veían y sus manos tocaban, lo que sus oídos a veces necios escuchaban, no era muestra de la desesperación ni del miedo, no, era una experiencia con el que llevaba 3 días ya en la tumba y ahora se presentaba con la misma amistad y camaradería, era el mismo de antes, pero no era como antes, su mirada diáfana seguía manifestando amor y su voz seguía siendo portentosa, pero su presencia era diferente, gloriosa. La Resurrección creó la fe.
¡Es Él! El mismo que hace dos milenios caminó llenándose de polvo y predicando un Reino, el que curaba y escuchaba, el que daba a cada uno su lugar al reconocer su dignidad; el que caminó cargando una cruz hasta llegar al sitio donde iba a ser ejecutado, que no ajusticiado; el que se manifestó ante los suyos para que dieran testimonio del milagro más grande, del milagro de la Resurrección, es Él, el mismo que hoy se hace presente en el altar en el milagro de la Comunión. El que formó una familia con lazos más fuertes que los de la sangre, sigue estando presente con esta familia, mucho más numerosa ya, mucho más madura también. Si no hubiera resucitado, la fe de toda esta comunidad sería vana. Pero no lo es, resucitó y dio validez, razón, sentido a todas sus palabras. La Resurrección sustenta la fe.
¡Será Él! El que venció a la muerte con la vida, a las tinieblas con la luz. El que es la Vida, el que es la Luz, Él será. Será quien venga en toda su belleza, en todo su esplendor, y perfeccionará la obra que comenzó desde el inicio de los tiempos y que ha avanzado con notables vicisitudes, pero que sigue caminando; la obra en la que los hombres y las mujeres de todos los tiempos y de todos los lugares están contemplados, la obra de reunión y reconciliación plena entre criaturas y Creador. Será Él quien culmine esta obra, que ya comenzó con su resurrección a ser más sublime cada día. El que cierre esta historia que se encamina hacia lo alto, será Él y no otro. Su llegada no será caos y angustia y miedo. Sí, será en el final de los tiempos, pero esto no significa que sea el peor de los tiempos, sino el mejor, el de la más grande alegría porque todo lo que se ha creído, anunciado y vivido estará en su plenitud. La Resurrección realizará la fe.
Este domingo se celebra la Pascua de Jesús, el Cristo. Ese paso de las tinieblas de la muerte a la luz de la vida, el paso con el que se vence precisamente a esa muerte y se ofrece y otorga vida, se recuerda hoy y también se vive hoy. El hombre es religioso por naturaleza, en su más profundo sentimiento y en su más lúcido pensamiento se encuentra un canal que lo comunica con Dios. Pero no todos los hombres tienen la misma fe. Los cristianos creen en Jesús, el hijo de Dios hecho hombre que se encarnó, vivió entre nosotros, anunció la salvación para todos y fue condenado a la muerte. Pero los cristianos no termina su fe ahí, pues no creen sólo en el impotente y fracasado de la cruz, sino en el poderoso y victorioso de la Resurrección, el que dejó la tumba vacía, el que se apareció a los discípulos para que ellos anunciaran su mensaje. Los cristianos recuerdan y celebran a un Jesucristo vivo, un Jesucristo que resucitó al tercer día, que está presente en su Iglesia y que vendrá con gloria trayendo consigo la salvación prometida, el Cristo de la Resurrección.
¡Ha resucitado!
Sergio Pérez Portilla
¡Era Él! Sí, el mismo que vieron morir en una cruz, al que vejaron y humillaron por pensar que quería quitarles honores que su sociedad les daba; el que habló fuerte contra las injusticias, comprensivo con los injustos, alentador con los humillados y rechazados injustamente; el que tenía palabras de vida, de verdadera vida, palabras de amor, palabras sabias, el que era la Palabra… Era Él. El corazón de todos ardía cuando los llamaba por su nombre, cuando partía el pan con ellos una vez más, cuando les mostraba sus manos y su costado, el que había muerto, era Él a quien tenían enfrente, ¡había resucitado, estaba vivo! Lo que sus ojos veían y sus manos tocaban, lo que sus oídos a veces necios escuchaban, no era muestra de la desesperación ni del miedo, no, era una experiencia con el que llevaba 3 días ya en la tumba y ahora se presentaba con la misma amistad y camaradería, era el mismo de antes, pero no era como antes, su mirada diáfana seguía manifestando amor y su voz seguía siendo portentosa, pero su presencia era diferente, gloriosa. La Resurrección creó la fe.
¡Es Él! El mismo que hace dos milenios caminó llenándose de polvo y predicando un Reino, el que curaba y escuchaba, el que daba a cada uno su lugar al reconocer su dignidad; el que caminó cargando una cruz hasta llegar al sitio donde iba a ser ejecutado, que no ajusticiado; el que se manifestó ante los suyos para que dieran testimonio del milagro más grande, del milagro de la Resurrección, es Él, el mismo que hoy se hace presente en el altar en el milagro de la Comunión. El que formó una familia con lazos más fuertes que los de la sangre, sigue estando presente con esta familia, mucho más numerosa ya, mucho más madura también. Si no hubiera resucitado, la fe de toda esta comunidad sería vana. Pero no lo es, resucitó y dio validez, razón, sentido a todas sus palabras. La Resurrección sustenta la fe.
¡Será Él! El que venció a la muerte con la vida, a las tinieblas con la luz. El que es la Vida, el que es la Luz, Él será. Será quien venga en toda su belleza, en todo su esplendor, y perfeccionará la obra que comenzó desde el inicio de los tiempos y que ha avanzado con notables vicisitudes, pero que sigue caminando; la obra en la que los hombres y las mujeres de todos los tiempos y de todos los lugares están contemplados, la obra de reunión y reconciliación plena entre criaturas y Creador. Será Él quien culmine esta obra, que ya comenzó con su resurrección a ser más sublime cada día. El que cierre esta historia que se encamina hacia lo alto, será Él y no otro. Su llegada no será caos y angustia y miedo. Sí, será en el final de los tiempos, pero esto no significa que sea el peor de los tiempos, sino el mejor, el de la más grande alegría porque todo lo que se ha creído, anunciado y vivido estará en su plenitud. La Resurrección realizará la fe.
Este domingo se celebra la Pascua de Jesús, el Cristo. Ese paso de las tinieblas de la muerte a la luz de la vida, el paso con el que se vence precisamente a esa muerte y se ofrece y otorga vida, se recuerda hoy y también se vive hoy. El hombre es religioso por naturaleza, en su más profundo sentimiento y en su más lúcido pensamiento se encuentra un canal que lo comunica con Dios. Pero no todos los hombres tienen la misma fe. Los cristianos creen en Jesús, el hijo de Dios hecho hombre que se encarnó, vivió entre nosotros, anunció la salvación para todos y fue condenado a la muerte. Pero los cristianos no termina su fe ahí, pues no creen sólo en el impotente y fracasado de la cruz, sino en el poderoso y victorioso de la Resurrección, el que dejó la tumba vacía, el que se apareció a los discípulos para que ellos anunciaran su mensaje. Los cristianos recuerdan y celebran a un Jesucristo vivo, un Jesucristo que resucitó al tercer día, que está presente en su Iglesia y que vendrá con gloria trayendo consigo la salvación prometida, el Cristo de la Resurrección.
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