Debía salir en Concilio, el 10 de mayo de 2009, pero no fue publicado. De todos modos: ¡felicidades a todas las madres, en especial a la mía!
Ser madre todos los días
Sergio Pérez Portilla
El evangelio de san Juan nos cuenta una historia extremadamente bella, bella incluso habiéndose dado en un momento por demás dramático: al pie de la cruz, a punto de morir, Jesús deja a su madre al cuidado del discípulo a quien él amaba, y el discípulo la recibió en su casa. Luego de unos instantes, Jesús murió (cfr. Jn 19, 25-30).
El carpintero de Nazaret amaba a su madre, y sabía que dejarla sola, sobre todo en esa época y en esa sociedad, era condenarla al repudio, a la habladuría, a valer nada. La amaba y sabía que debía cuidarla, protegerla, dar por ella lo que ella misma dio por él: todo. ¿Cómo hizo Jesús para que su discípulo la aceptara? Le dijo “ahí tienes a tu madre”. No dijo “aquí está mi madre, te la encargo”, sino tu madre. El discípulo la aceptó porque ella se convirtió en su propia madre, y con esa aceptación demostró que también la amaba. Habría sido más difícil que el discípulo cuidara del todo a María si hubiese visto en ella a la madre de otro, por eso tenía que verla como suya.
Hoy celebramos el Día de la madre, día verdaderamente especial para los mexicanos. Pero la celebración debe ser el culmen de un camino: a la madre que diariamente se le ama, se le respeta, se le escucha, se le cuida, se le protege, a ella es a quien celebramos. Ella es madre todos los días, no sólo lo es un día en mayo, o en cualquier otra fecha. La que lleva por nueve meses en su vientre a otro, lo lleva en su corazón y en su mente por siempre.
El maravilloso don de la maternidad, por otra parte, hace que la mujer colabore en la obra creadora de Dios, pues Él también debe ser visto como una madre. Para nosotros, occidentales de este siglo, eran dirigidas las palabras de Juan Pablo I de aquel domingo 10 de septiembre de 1978, una de las pocas, claro, en las que, para hacernos entender cómo es el amor de Dios, nos dijo: “Dios es padre, más aún, es madre”. Sí, en nuestra cultura la confianza es mayoritariamente depositada en las mamás, y ellas a la vez son las que más nos demuestran su afecto, por eso ver a Dios como madre nos ayuda a entenderlo más, a entender más su amor por nosotros.
Conocer y reconocer lo que ellas han hecho por nosotros es amarlas, y amándolas podemos darles su lugar, aceptar su dignidad, verlas diferente.
Un abrazo a todas las madres, a todas las que se aventuraron a darle vida a todos los que habitamos en este planeta. Feliz día, madre, feliz día, madres.
Ser madre todos los días
Sergio Pérez Portilla
El evangelio de san Juan nos cuenta una historia extremadamente bella, bella incluso habiéndose dado en un momento por demás dramático: al pie de la cruz, a punto de morir, Jesús deja a su madre al cuidado del discípulo a quien él amaba, y el discípulo la recibió en su casa. Luego de unos instantes, Jesús murió (cfr. Jn 19, 25-30).
El carpintero de Nazaret amaba a su madre, y sabía que dejarla sola, sobre todo en esa época y en esa sociedad, era condenarla al repudio, a la habladuría, a valer nada. La amaba y sabía que debía cuidarla, protegerla, dar por ella lo que ella misma dio por él: todo. ¿Cómo hizo Jesús para que su discípulo la aceptara? Le dijo “ahí tienes a tu madre”. No dijo “aquí está mi madre, te la encargo”, sino tu madre. El discípulo la aceptó porque ella se convirtió en su propia madre, y con esa aceptación demostró que también la amaba. Habría sido más difícil que el discípulo cuidara del todo a María si hubiese visto en ella a la madre de otro, por eso tenía que verla como suya.
Hoy celebramos el Día de la madre, día verdaderamente especial para los mexicanos. Pero la celebración debe ser el culmen de un camino: a la madre que diariamente se le ama, se le respeta, se le escucha, se le cuida, se le protege, a ella es a quien celebramos. Ella es madre todos los días, no sólo lo es un día en mayo, o en cualquier otra fecha. La que lleva por nueve meses en su vientre a otro, lo lleva en su corazón y en su mente por siempre.
El maravilloso don de la maternidad, por otra parte, hace que la mujer colabore en la obra creadora de Dios, pues Él también debe ser visto como una madre. Para nosotros, occidentales de este siglo, eran dirigidas las palabras de Juan Pablo I de aquel domingo 10 de septiembre de 1978, una de las pocas, claro, en las que, para hacernos entender cómo es el amor de Dios, nos dijo: “Dios es padre, más aún, es madre”. Sí, en nuestra cultura la confianza es mayoritariamente depositada en las mamás, y ellas a la vez son las que más nos demuestran su afecto, por eso ver a Dios como madre nos ayuda a entenderlo más, a entender más su amor por nosotros.
Conocer y reconocer lo que ellas han hecho por nosotros es amarlas, y amándolas podemos darles su lugar, aceptar su dignidad, verlas diferente.
Un abrazo a todas las madres, a todas las que se aventuraron a darle vida a todos los que habitamos en este planeta. Feliz día, madre, feliz día, madres.
2 comentarios:
muy cierto, solo amándolas podemos darles su lugar...
y si Dios aun les da permiso de estar con nosotros, pase lo q pase, debemos amarlas!!!
Este es de los serios, así que ¿qué más podemos decir?
Gracias por seguir leyendo.
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