El lago
Sergio Pérez Portilla
El suspiro de las luciérnagas que se esconden aquí y aparecen allá, los chapoteos de habitantes inquietos e insomnes, la orilla de tierra mojada, grillos cantando… un lago.
El trino de vivaces plumas danzarinas, el olor a rocío, a hierba, a tierra despierta, mojada todavía, y todavía definiendo, grillos saltando… un lago.
Una hora exacta con el sol sobre ella, una sombra justo bajo el follaje, una pisada y un camino, tres segundos, cuatro, cinco, ya está. A la derecha recuerdos, a la izquierda fantasías, sin mentiras, sin dobles sentidos, sin preparativos. Lago de poca profundidad pero amplias perspectivas. Aviento una piedra y rebota en tu piel dos veces, y la haces tuya.
Lago de agua templada, de agua clara, lago que no defrauda.
Sergio Pérez Portilla
El suspiro de las luciérnagas que se esconden aquí y aparecen allá, los chapoteos de habitantes inquietos e insomnes, la orilla de tierra mojada, grillos cantando… un lago.
El trino de vivaces plumas danzarinas, el olor a rocío, a hierba, a tierra despierta, mojada todavía, y todavía definiendo, grillos saltando… un lago.
Una hora exacta con el sol sobre ella, una sombra justo bajo el follaje, una pisada y un camino, tres segundos, cuatro, cinco, ya está. A la derecha recuerdos, a la izquierda fantasías, sin mentiras, sin dobles sentidos, sin preparativos. Lago de poca profundidad pero amplias perspectivas. Aviento una piedra y rebota en tu piel dos veces, y la haces tuya.
Lago de agua templada, de agua clara, lago que no defrauda.
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