Ayer
Sergio Pérez Portilla
Tomé el cofre entre mis brazos, como si recién hubiese nacido. Lo llevé a un lugar iluminado, y con reverencia lo abrí. Había papeles y joyas, y un par de artículos que seguramente en su momento fueron importantes, pero ya no. Leí lo que una hoja de color azul contenía y reflexioné cada una de las palabras; las releí, las volví a reflexionar y por la mitad doblé el papel. Lo guardé para después.
Volteé y observé una de esas joyas. No era ostentosa, pero su valor era evidente. La guardé en el bolso de mi camisa para usarla en otro momento, quizá mañana.
Es de noche, he pasado un largo rato en este lugar leyendo y guardando. Pero también he desechado un buen número de esos artículos. Ya no sirven y ya no me dicen nada. Perdieron su valor práctico y el simbólico también.
Este cofre yo lo llené hace mucho, cuando era más joven. Lo llené hace tiempo, lo llené ayer.
Sergio Pérez Portilla
Tomé el cofre entre mis brazos, como si recién hubiese nacido. Lo llevé a un lugar iluminado, y con reverencia lo abrí. Había papeles y joyas, y un par de artículos que seguramente en su momento fueron importantes, pero ya no. Leí lo que una hoja de color azul contenía y reflexioné cada una de las palabras; las releí, las volví a reflexionar y por la mitad doblé el papel. Lo guardé para después.
Volteé y observé una de esas joyas. No era ostentosa, pero su valor era evidente. La guardé en el bolso de mi camisa para usarla en otro momento, quizá mañana.
Es de noche, he pasado un largo rato en este lugar leyendo y guardando. Pero también he desechado un buen número de esos artículos. Ya no sirven y ya no me dicen nada. Perdieron su valor práctico y el simbólico también.
Este cofre yo lo llené hace mucho, cuando era más joven. Lo llené hace tiempo, lo llené ayer.