De Concilio, 4 de abril de 2010.
La resurrección de la esperanza
Sergio Pérez Portilla
El campesino siembra porque tiene la esperanza cierta de que la semilla, misteriosa, humilde, constantemente, crecerá y, al cabo del tiempo justo, dará fruto precioso. Su esperanza no es ya en sí la realidad, pero sí es una realidad, es una certeza que nace de adhesión a una verdad: la semilla tiene dentro de su ser la abundancia.
La muerte de Jesucristo ha sido como sembrar la semilla. Su resurrección ha sido el fruto abundante y precioso de la salvación ofrecida a todos los hombres. Mediaron tres días. Sin ser una interpretación oficial, pensemos que son el símbolo del pasado, del presente y del futuro, es decir, digamos que hablan del tiempo. Así, después del futuro está el no-tiempo, la eternidad. Así, después del tercer día, Jesucristo, elevado ya no en la cruz sino en la gloria, ha entrado en la eternidad, en el no-tiempo y el no-espacio, su cuerpo ha dejado atrás todo límite y toda imperfección propios de la naturaleza humana en cuanto a lo que es y con respecto a lo que está llamada a ser, llegando a ser un cuerpo perfecto en una naturaleza perfecta.
Nosotros, en cambio, seguimos en medio de los tres días, en medio de los días en el sepulcro, que no es el cuerpo, como se pensaba antaño. Ya se superó esa concepción en la que el cuerpo era malo y lo único importante era lo espiritual, no, ya hemos caído en la cuenta de que somos esa unidad hermosa entre cuerpo y alma. El sepulcro es más bien una atadura a todo aquello que nos oprime, social, económica, políticamente y, de vez en cuando, de las erróneas interpretaciones acerca de las creencias religiosas. Seguimos viviendo en una cierta oscuridad que, unas veces más, otras menos, nos hace cuestionar si vale la pena tener esperanza en esta vida y en una vida posterior a la actual. Acostumbrados a vivir al día, pensar en lo demás puede parecer ocioso o, en palabras muy nuestras, ser algo no productivo.
Seguir encerrados entre rocas y rodeados de la oscuridad nos hace sentir tanta fragilidad que llegamos a pensar que sucumbiremos sin más. Pero la roca de la entrada se ha removido, para que todos, al igual que Pedro, Magdalena o el otro discípulo, nos asomemos para salir de una vez por todas. Entrar con ellos en el sepulcro para dejar ahí todo aquello que nos limita y nos ata, justo junto a los lienzos y al sudario, y salir a la luz, salir a la nueva dimensión que la resurrección de Cristo ha hecho posible.
La esperanza también fue encerrada, la esperanza también fue atada, la esperanza necesita también resucitar. Nuestra esperanza necesita resucitar. La resurrección es la esperanza misma de los cristianos, pero a la vez la esperanza necesita creer, necesita sentirse amada, necesita amar. Celebrar la resurrección de Cristo es a la vez adherirse, como el campesino, a una certeza fundada en la verdad: si Él ha resucitado, también nosotros lo haremos si permanecemos junto a Él. Esa es nuestra esperanza, esa es nuestra certeza.
Sergio Pérez Portilla
El campesino siembra porque tiene la esperanza cierta de que la semilla, misteriosa, humilde, constantemente, crecerá y, al cabo del tiempo justo, dará fruto precioso. Su esperanza no es ya en sí la realidad, pero sí es una realidad, es una certeza que nace de adhesión a una verdad: la semilla tiene dentro de su ser la abundancia.
La muerte de Jesucristo ha sido como sembrar la semilla. Su resurrección ha sido el fruto abundante y precioso de la salvación ofrecida a todos los hombres. Mediaron tres días. Sin ser una interpretación oficial, pensemos que son el símbolo del pasado, del presente y del futuro, es decir, digamos que hablan del tiempo. Así, después del futuro está el no-tiempo, la eternidad. Así, después del tercer día, Jesucristo, elevado ya no en la cruz sino en la gloria, ha entrado en la eternidad, en el no-tiempo y el no-espacio, su cuerpo ha dejado atrás todo límite y toda imperfección propios de la naturaleza humana en cuanto a lo que es y con respecto a lo que está llamada a ser, llegando a ser un cuerpo perfecto en una naturaleza perfecta.
Nosotros, en cambio, seguimos en medio de los tres días, en medio de los días en el sepulcro, que no es el cuerpo, como se pensaba antaño. Ya se superó esa concepción en la que el cuerpo era malo y lo único importante era lo espiritual, no, ya hemos caído en la cuenta de que somos esa unidad hermosa entre cuerpo y alma. El sepulcro es más bien una atadura a todo aquello que nos oprime, social, económica, políticamente y, de vez en cuando, de las erróneas interpretaciones acerca de las creencias religiosas. Seguimos viviendo en una cierta oscuridad que, unas veces más, otras menos, nos hace cuestionar si vale la pena tener esperanza en esta vida y en una vida posterior a la actual. Acostumbrados a vivir al día, pensar en lo demás puede parecer ocioso o, en palabras muy nuestras, ser algo no productivo.
Seguir encerrados entre rocas y rodeados de la oscuridad nos hace sentir tanta fragilidad que llegamos a pensar que sucumbiremos sin más. Pero la roca de la entrada se ha removido, para que todos, al igual que Pedro, Magdalena o el otro discípulo, nos asomemos para salir de una vez por todas. Entrar con ellos en el sepulcro para dejar ahí todo aquello que nos limita y nos ata, justo junto a los lienzos y al sudario, y salir a la luz, salir a la nueva dimensión que la resurrección de Cristo ha hecho posible.
La esperanza también fue encerrada, la esperanza también fue atada, la esperanza necesita también resucitar. Nuestra esperanza necesita resucitar. La resurrección es la esperanza misma de los cristianos, pero a la vez la esperanza necesita creer, necesita sentirse amada, necesita amar. Celebrar la resurrección de Cristo es a la vez adherirse, como el campesino, a una certeza fundada en la verdad: si Él ha resucitado, también nosotros lo haremos si permanecemos junto a Él. Esa es nuestra esperanza, esa es nuestra certeza.
3 comentarios:
Hola Sergio!:
Un escrito diferente, felicidades!!!
Dios te siga bendiciendo con ese maravilloso don de escribir.
Efectivamente "...si Él ha resucitado, también nosotros lo haremos si permanecemos junto a Él. Esa es nuestra esperanza, esa es nuestra certeza".
Felices Pascuas de Resurrección (un abrazo).
Con cariño ML
mee encantaa qee pàdree, "La esperanza también fue encerrada, la esperanza también fue atada, la esperanza necesita también resucitar. Nuestra esperanza necesita resucitar. La resurrección es la esperanza misma de los cristianos, pero a la vez la esperanza necesita creer, necesita sentirse amada, necesita amar." jajaj casii pongoo toodoo el texto!! peroo me encantoo esoo del campesiinoo, comoo lo hiniciastee y terminastee, con el mismoo ejemplo!!!!, mee encanta!! tqqqmmmmmmmmmmm!!! cuidatee nuuzz vemos loegiyoo!!!
¡Gracias ML, gracias Vo!
Les mando un abrazo enorme,y aunque atrasada, una gran felicitacion por la Resurrección de Cristo, nuestra victoria vedadera.
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