De ciertas observaciones
Sergio Pérez Portilla
Volteé al cielo, y vi una nube pasar. Era pequeña y conforme se movía cambiaba, sin demora, su figura. Sentí un poco de frío, pues el reloj indicaba que recién habíamos pasado las siete de la mañana, pero en este horario de verano las cosas no son iguales. Me quedé observando a mi pequeña nueva amiga, y pensé en cómo en un momento tenía una forma clara y estaba en un lugar, y al siguiente ya había cambiado su presencia y ubicación, ya era diferente. Y si una nube me enseñó eso, ¿qué no podría yo aprender de la vida?
Sí, la vida es un cambio constante, y con ello no digo que nada permanezca, mi querido Heráclito, aunque tampoco comparto contigo que nada fluya, estimado Parménides. No, la vida es algo más complejo y más sencillo. Una persona, por ejemplo, va cambiando, pero siempre se conserva algo en ella: si yo no hiciera más que cambiar, al cabo de un tiempo sería alguien completamente distinto, mas, como una intuición perfecta, entiendo y sé que yo soy yo, que yo no soy otro.
Por el contrario, si siempre fuera el mismo, mis imperfecciones me retendrían y no habría en mí apertura alguna para la perfección, para la trascendencia, para la santidad… Por eso, como una intuición perfecta, entiendo y sé que yo soy yo, pero que gracias a lo que vivo me voy descubriendo más y voy buscando más lo que me santifica.
Todos los días hay cambios, pero generalmente son delicados. Los notamos más cuando son bruscos, cuando en la familia hay algún contratiempo, cuando en la escuela o en el trabajo llega un nuevo profesor o jefe, o cuando renunciamos o nos hacen renunciar; en lo sentimental una ruptura o un paso de madurez hacia adelante; en la vida misma la muerte o un nacimiento.
Hay cambios y siempre habrá. Contra ellos no podemos, con ellos lo podemos todo. Contra ellos es una batalla perdida, el querer estancarse o el intentar engañar al tiempo y al espacio, a la historia que nos envuelve. Pero con ellos lo podemos todo, porque podemos avanzar, aprender, sonreír, compartir, encontrar, luchar, enfrentar, ganar, cantar, triunfar, disfrutar todo, y todo en bien propio. Pero el auténtico sentido de los cambios y su motivación más profunda está en nuestro Señor, pues con la Resurrección de Cristo hemos visto el cambio final al que estamos llamados: el paso que va de la muerte a la vida.
Sergio Pérez Portilla
Volteé al cielo, y vi una nube pasar. Era pequeña y conforme se movía cambiaba, sin demora, su figura. Sentí un poco de frío, pues el reloj indicaba que recién habíamos pasado las siete de la mañana, pero en este horario de verano las cosas no son iguales. Me quedé observando a mi pequeña nueva amiga, y pensé en cómo en un momento tenía una forma clara y estaba en un lugar, y al siguiente ya había cambiado su presencia y ubicación, ya era diferente. Y si una nube me enseñó eso, ¿qué no podría yo aprender de la vida?
Sí, la vida es un cambio constante, y con ello no digo que nada permanezca, mi querido Heráclito, aunque tampoco comparto contigo que nada fluya, estimado Parménides. No, la vida es algo más complejo y más sencillo. Una persona, por ejemplo, va cambiando, pero siempre se conserva algo en ella: si yo no hiciera más que cambiar, al cabo de un tiempo sería alguien completamente distinto, mas, como una intuición perfecta, entiendo y sé que yo soy yo, que yo no soy otro.
Por el contrario, si siempre fuera el mismo, mis imperfecciones me retendrían y no habría en mí apertura alguna para la perfección, para la trascendencia, para la santidad… Por eso, como una intuición perfecta, entiendo y sé que yo soy yo, pero que gracias a lo que vivo me voy descubriendo más y voy buscando más lo que me santifica.
Todos los días hay cambios, pero generalmente son delicados. Los notamos más cuando son bruscos, cuando en la familia hay algún contratiempo, cuando en la escuela o en el trabajo llega un nuevo profesor o jefe, o cuando renunciamos o nos hacen renunciar; en lo sentimental una ruptura o un paso de madurez hacia adelante; en la vida misma la muerte o un nacimiento.
Hay cambios y siempre habrá. Contra ellos no podemos, con ellos lo podemos todo. Contra ellos es una batalla perdida, el querer estancarse o el intentar engañar al tiempo y al espacio, a la historia que nos envuelve. Pero con ellos lo podemos todo, porque podemos avanzar, aprender, sonreír, compartir, encontrar, luchar, enfrentar, ganar, cantar, triunfar, disfrutar todo, y todo en bien propio. Pero el auténtico sentido de los cambios y su motivación más profunda está en nuestro Señor, pues con la Resurrección de Cristo hemos visto el cambio final al que estamos llamados: el paso que va de la muerte a la vida.
3 comentarios:
Hola Sergio:
"Hay cambios y siempre habrá!, Efectivamente cambios en todo, y los cambios son buenos, aunque algunos dolorosos"... "Pero con ellos lo podemos todo, porque podemos avanzar, aprender, sonreír, compartir, ... , y todo en bien propio"
Me recordó el libro de ¿Quien se ha llevado mi queso?, de Spencer Johnson,que habla de cómo adaptarnos a un mundo en constante cambio.
Pero el auténtico sentido de los cambios como dices está en la Resurrección de Cristo, nuestro Señor.
Recibe un fuerte abrazo!!
ML
Hola Sergio:
Se te extraña, ojala estés bien y pronto veamos un escrito.
Cuidate mucho.
Dios te bendiga Sergio!!!
Un abrazo!!
ML
¡Hola ML!
Pues he estado bastante reflexivo el último mes, precisamente por cuestiones de cambios. De hecho lo notarás con el texto de los elefantes.
Te agradezco mucho. Todo está bien, y todo estará mejor, de eso no hay duda. El libro que mencionas lo empecé a leer, mas no pude terminarlo porque era prestado. Trataré de conseguirlo.
¡Te mando un abrazo muy fuerte!
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