Balada
Sergio Pérez Portilla
Me he habituado tanto a tus brazos, a tu perfume, a tu deseo y a tus sueños, que empiezo a creer que siempre has sido para mí.
Nunca te busqué, pero día a día te esperaba. Caía la tarde y mi ventana me decía que mirara hacia afuera, que con la brisa del otoño un día llegarías y me harías muy feliz. Yo le creía y me asomaba con una sonrisa y una taza humeante en mis manos, con mis sueños escritos en un papel.
Tampoco desesperé, pero siempre añoré que te presentaras, que trajeras contigo la luz y la canción, el beso y la caricia, el verano y el amor.
Y llegaste, y tocaste a mi puerta, y yo que desde mi ventana te había seguido los pasos me abalancé para recibirte. Y abrí, y tú me viste y me dijiste que querías pasar. Yo te abracé y te llené de besos, y te conduje adentro, al lugar que preparé para ti desde que supe que vendrías a mi hogar, al lugar que siempre fue tuyo y que siempre lo será.
Sergio Pérez Portilla
Me he habituado tanto a tus brazos, a tu perfume, a tu deseo y a tus sueños, que empiezo a creer que siempre has sido para mí.
Nunca te busqué, pero día a día te esperaba. Caía la tarde y mi ventana me decía que mirara hacia afuera, que con la brisa del otoño un día llegarías y me harías muy feliz. Yo le creía y me asomaba con una sonrisa y una taza humeante en mis manos, con mis sueños escritos en un papel.
Tampoco desesperé, pero siempre añoré que te presentaras, que trajeras contigo la luz y la canción, el beso y la caricia, el verano y el amor.
Y llegaste, y tocaste a mi puerta, y yo que desde mi ventana te había seguido los pasos me abalancé para recibirte. Y abrí, y tú me viste y me dijiste que querías pasar. Yo te abracé y te llené de besos, y te conduje adentro, al lugar que preparé para ti desde que supe que vendrías a mi hogar, al lugar que siempre fue tuyo y que siempre lo será.