Pinceladas
Sergio Pérez Portilla
De las miradas ilícitas, de los años vencidos, de los excesos de vino, de las mesas sin fruteros y de las flores anuales. De todo ello nace el verso, de todo ello aprende el cantor. Ha visitado el hijo a la madre y ella está feliz, con las manos arrugadas y trémulas, con el corazón agitado, vivo.
Ha soñado la palabra tantas veces que es libre, que cada vez que despierta mira sus cadenas y las rompe, hasta que llega la noche y nuevamente es condenada. Juicio y castigo.
Siguen cayendo los pétalos, y aún no hay decisión. Cerámica de artesanos adorna la mesilla, vela aromática al centro, lápiz y hoja en blanco.
Todo era inicio e inspiración para el viejo poeta y cantor, todo socorría y todo valía. Allá, amigo, allá no necesitas de tu folio y tu carbón. Allá tú serás poesía y canción.
Sergio Pérez Portilla
De las miradas ilícitas, de los años vencidos, de los excesos de vino, de las mesas sin fruteros y de las flores anuales. De todo ello nace el verso, de todo ello aprende el cantor. Ha visitado el hijo a la madre y ella está feliz, con las manos arrugadas y trémulas, con el corazón agitado, vivo.
Ha soñado la palabra tantas veces que es libre, que cada vez que despierta mira sus cadenas y las rompe, hasta que llega la noche y nuevamente es condenada. Juicio y castigo.
Siguen cayendo los pétalos, y aún no hay decisión. Cerámica de artesanos adorna la mesilla, vela aromática al centro, lápiz y hoja en blanco.
Todo era inicio e inspiración para el viejo poeta y cantor, todo socorría y todo valía. Allá, amigo, allá no necesitas de tu folio y tu carbón. Allá tú serás poesía y canción.
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