Noche líquida
Sergio Pérez Portilla
Y comenzó a llover.
Caminaba apresurado, y entre charcos y banquetas buscaba los bordes de las ideas, los límites de su pensamiento y de su saber. Arreció la lluvia. Casi siempre habla de lluvias y de caminos, y hoy le ha tocado una, fría y copiosa; y le ha tocado andar, apresurado y callado. La ventana con el cristal roto y polvoso lo vio pasar. La puerta despintada por el sol sintió su presencia. La esquina, la esquina lo esperaba.
Aquí tiene todo, en su mano. Aquí tiene nada, aquí tiene nada. ¿Y ahora hacia dónde? No lo sabe. El agua corre calle abajo, quizá seguirla. Quizá sea bueno seguirla, porque continúa lloviendo, cada vez más fuerte.
Sergio Pérez Portilla
Y comenzó a llover.
Caminaba apresurado, y entre charcos y banquetas buscaba los bordes de las ideas, los límites de su pensamiento y de su saber. Arreció la lluvia. Casi siempre habla de lluvias y de caminos, y hoy le ha tocado una, fría y copiosa; y le ha tocado andar, apresurado y callado. La ventana con el cristal roto y polvoso lo vio pasar. La puerta despintada por el sol sintió su presencia. La esquina, la esquina lo esperaba.
Aquí tiene todo, en su mano. Aquí tiene nada, aquí tiene nada. ¿Y ahora hacia dónde? No lo sabe. El agua corre calle abajo, quizá seguirla. Quizá sea bueno seguirla, porque continúa lloviendo, cada vez más fuerte.
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