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Sergio Pérez Portilla
Mis párpados se han vuelto una lucha perdida, rendidos caen y no se vuelven a levantar. Mis pensamientos siguen por unos momentos más, y en ellos vislumbro la cordillera que nunca he visitado, el aire que nunca he respirado y el agua que siempre he visto retornar al cielo después de bañar la tierra. Vago por segundos eternos, ambulante palabra contenida en mí, expresada, escuchada y vuelta a contener en otro, peregrina nostalgia que debe desaparecer.
Cada bifurcación me obliga a decidir después de obligarme a parar. Unas veces la derecha, conservadora y seria; otras la izquierda, aventurera y diferente, pero no me detengo, sigo avanzando y al voltear atrás sólo hay neblina. Adelante un precipicio, ¿podré saltarlo? ¡Claro que sí! No hago nada más que desearlo y estoy del otro lado. Ahora ya no estoy solo, pues escucho música, risas y…
Volteo mi cabeza, extrañado, y miro el reloj de la pared. Tan sólo han pasado…
Sergio Pérez Portilla
Mis párpados se han vuelto una lucha perdida, rendidos caen y no se vuelven a levantar. Mis pensamientos siguen por unos momentos más, y en ellos vislumbro la cordillera que nunca he visitado, el aire que nunca he respirado y el agua que siempre he visto retornar al cielo después de bañar la tierra. Vago por segundos eternos, ambulante palabra contenida en mí, expresada, escuchada y vuelta a contener en otro, peregrina nostalgia que debe desaparecer.
Cada bifurcación me obliga a decidir después de obligarme a parar. Unas veces la derecha, conservadora y seria; otras la izquierda, aventurera y diferente, pero no me detengo, sigo avanzando y al voltear atrás sólo hay neblina. Adelante un precipicio, ¿podré saltarlo? ¡Claro que sí! No hago nada más que desearlo y estoy del otro lado. Ahora ya no estoy solo, pues escucho música, risas y…
Volteo mi cabeza, extrañado, y miro el reloj de la pared. Tan sólo han pasado…
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