martes, 19 de febrero de 2013

Sellados con tu beso

Sellados con tu beso
Sergio Pérez Portilla
 
Ata tus sueños a mis manos, estoy a punto de volar. Voy a elevarme por sobre los bosques y las llanuras, andaré con las nubes y vagaré solo, cruzaré el cielo nocturno y el sol resplandecerá frente a mí, y simplemente me iré. Volaré porque me lo pide el corazón, me lo exige, me interpela y me confronta. Volaré porque sé que puedo volar, aunque no sepa cómo, aunque aún no lo sepa sé que lo sabré, porque está inscrito en mi piel el deseo de hacerlo, y mi mente me dice fuerte que no, pero me da mil razones para el sí.
Seguro estoy que conoceré colores y olores que nunca imaginé, saborearé la música que hace la tierra mojada y fecunda, llevaré vida al desierto. No soy la Vida, pero sé que puedo llevarla.
Y quiero tus sueños en mis manos, atados con tus cabellos, sellados con tu beso, porque tú siempre vas hacia ellos, y quiero verte volar.
 
 

miércoles, 6 de febrero de 2013

Brillos

Brillos
Sergio Pérez Portilla

Las estrellas pueblan el cielo esta noche, veo millares en formaciones conocidas y puedo ver muchas más, todas aguantando los años y los vientos, viendo cómo aquí destruimos el mañana, cómo somos capaces de soñar y de aniquilar nuestros sueños, simplemente porque no nos gustaría compartir todo lo bueno.
Las estrellas acompañan canciones y delirios de borrachos, pero nunca se sienten defraudadas por la ingratitud y el olvido.
Esa estrella, la más brillante, me recuerda mucho una historia que escuché hace mucho, y que leo de nuevo cada tanto. Habla de un recién nacido y de sus padres, y de unos visitantes con presentes en sus manos. Sí, es la historia de un niño que es más brillante que esa estrella, la más brillante de este hermoso cielo invernal.

lunes, 4 de febrero de 2013

Tratos

Tratos
Sergio Pérez Portilla

Insisten tanto mis manos en saber de ti, que he decidido llegar a un acuerdo con ellas. Iremos de noche a tu lugar, no hace falta que los ojos vean, y les diré que toquen a tu puerta. Cuando salgas, extenderé una de ellas y buscaré la tuya. Mi corazón estará tan agitado, que querrá salir y tocarte, pero quedará atorado en mi garganta, lo sé, y ni siquiera me dejará hablar. Tú me verás, con esos ojos que me hacen un perfecto desconocido, o el peor de los inoportunos, el menos prudente. Dudarás un segundo, o menos, pero en cuanto mi mano toque la tuya, te quemará y te alejarás. Dirás cosas que hagan incómodo el momento, yo sabré retirarme entonces. Me alejaré una vez más y mis manos me dirán que tenía razón, que no encontraron el calor de antes, que ya no hay lugar para ellas. Ese es nuestro acuerdo.