¿Y si no fuera Abril?
Sergio Pérez Portilla
Nos detuvimos y bajó del auto, ya sin decirme nada. La seguí extrañado. Ella comenzó a caminar y luego a correr, y yo pensé en gritarle, pero sabía que no me escucharía. Se adentró en el pastizal, y yo a cierta distancia de ella, mas ahí fue donde comencé a darme cuenta de qué era lo que hacía. Así era ella, así era Abril.
Sabía que lo haría, y lo hizo: volteó a verme y me regaló la sonrisa más hermosa que puede alguien tener. La emoción me hizo incluso sonrojar, pero ella lo había hecho mil veces antes con mil detalles más, y simplemente la amé. La seguí ya sin preocupación, hasta que llegó a la mitad del campo.
Recordé muchos momentos que habíamos compartido, abrazos, historias, juegos, caras tristes, risas, y tantos más. Pero no recordaba haber visto una escena como esa: ella, mi Abril, parada de frente al sol, abrió los brazos y le habló al lucero del día. Le dijo que era hermoso y le agradeció lo que obsequiaba a todos en este mundo. Y yo permanecí allí, detrás de ella, tratando de aprender su figura, pero también tratando de ver con sus ojos y sentir con su corazón. Me repetí que así era ella, que así era mi Abril.
Sergio Pérez Portilla
Nos detuvimos y bajó del auto, ya sin decirme nada. La seguí extrañado. Ella comenzó a caminar y luego a correr, y yo pensé en gritarle, pero sabía que no me escucharía. Se adentró en el pastizal, y yo a cierta distancia de ella, mas ahí fue donde comencé a darme cuenta de qué era lo que hacía. Así era ella, así era Abril.
Sabía que lo haría, y lo hizo: volteó a verme y me regaló la sonrisa más hermosa que puede alguien tener. La emoción me hizo incluso sonrojar, pero ella lo había hecho mil veces antes con mil detalles más, y simplemente la amé. La seguí ya sin preocupación, hasta que llegó a la mitad del campo.
Recordé muchos momentos que habíamos compartido, abrazos, historias, juegos, caras tristes, risas, y tantos más. Pero no recordaba haber visto una escena como esa: ella, mi Abril, parada de frente al sol, abrió los brazos y le habló al lucero del día. Le dijo que era hermoso y le agradeció lo que obsequiaba a todos en este mundo. Y yo permanecí allí, detrás de ella, tratando de aprender su figura, pero también tratando de ver con sus ojos y sentir con su corazón. Me repetí que así era ella, que así era mi Abril.