Latidos
Sergio Pérez Portilla
No hay espacio donde quepa el corazón del que ama, su pecho es un misterio que oculta inmensidad, grandeza, temple y voluntad. Es como un baúl mágico que guarda lo que no tiene límites.
El corazón del que ama vive por esa extraña y sagrada conjunción de lo corporal y lo espiritual, vive porque ama y vive para amar. El amante, hombre o mujer, tiene un corazón que sangra, que llora, pero que siempre renueva, sana, transforma y multiplica lo que recibe. De él sólo brotan bienes abundantes.
El corazón que ama es la savia del mundo, el mar de las caudalosas ideas, la flor de los sentimientos. Es gracia y es don.
Jamás alguien que ame tendrá un corazón débil, pues el corazón del que ama se fortalece desde lo alto, se fortalece al dar, no pierde al compartir.
Y, al final, no hay tiempo que pueda envejecer al corazón del que ama, porque este corazón está destinado a nunca morir.
Sergio Pérez Portilla
No hay espacio donde quepa el corazón del que ama, su pecho es un misterio que oculta inmensidad, grandeza, temple y voluntad. Es como un baúl mágico que guarda lo que no tiene límites.
El corazón del que ama vive por esa extraña y sagrada conjunción de lo corporal y lo espiritual, vive porque ama y vive para amar. El amante, hombre o mujer, tiene un corazón que sangra, que llora, pero que siempre renueva, sana, transforma y multiplica lo que recibe. De él sólo brotan bienes abundantes.
El corazón que ama es la savia del mundo, el mar de las caudalosas ideas, la flor de los sentimientos. Es gracia y es don.
Jamás alguien que ame tendrá un corazón débil, pues el corazón del que ama se fortalece desde lo alto, se fortalece al dar, no pierde al compartir.
Y, al final, no hay tiempo que pueda envejecer al corazón del que ama, porque este corazón está destinado a nunca morir.