Casas de antaño
Sergio Pérez Portilla
Intenté robar tus ojos y lo que conseguí fue quedarme prendado de tu mirada. Son ojos de tarde de café, de tertulia en la hacienda, de comida hecha por la nana.
Intenté cantar a la vida, y la vida me cantó mis días, me cantó mis noches, armonizó cuartas y quintas vigilias con octavas horas bajas. No hay tristeza que resista al barullo de los niños.
Sentado con los viejos les pregunto por su casa, y me contestan que ya quieren estar ahí, que no se han cansado, pero ya hicieron lo que tenían que hacer. Les sonrío y me miran con dulzura.
Cae la noche, así como inventa el pozo historias, así cae la noche. Velas en lugar de focos, mesa en lugar de silencio, ollas y tortillas, queso y leche bronca.
El pasto se humedece. De nuevo lo intentaré.
Sergio Pérez Portilla
Intenté robar tus ojos y lo que conseguí fue quedarme prendado de tu mirada. Son ojos de tarde de café, de tertulia en la hacienda, de comida hecha por la nana.
Intenté cantar a la vida, y la vida me cantó mis días, me cantó mis noches, armonizó cuartas y quintas vigilias con octavas horas bajas. No hay tristeza que resista al barullo de los niños.
Sentado con los viejos les pregunto por su casa, y me contestan que ya quieren estar ahí, que no se han cansado, pero ya hicieron lo que tenían que hacer. Les sonrío y me miran con dulzura.
Cae la noche, así como inventa el pozo historias, así cae la noche. Velas en lugar de focos, mesa en lugar de silencio, ollas y tortillas, queso y leche bronca.
El pasto se humedece. De nuevo lo intentaré.