martes, 29 de septiembre de 2009

Latidos


Latidos
Sergio Pérez Portilla

No hay espacio donde quepa el corazón del que ama, su pecho es un misterio que oculta inmensidad, grandeza, temple y voluntad. Es como un baúl mágico que guarda lo que no tiene límites.
El corazón del que ama vive por esa extraña y sagrada conjunción de lo corporal y lo espiritual, vive porque ama y vive para amar. El amante, hombre o mujer, tiene un corazón que sangra, que llora, pero que siempre renueva, sana, transforma y multiplica lo que recibe. De él sólo brotan bienes abundantes.
El corazón que ama es la savia del mundo, el mar de las caudalosas ideas, la flor de los sentimientos. Es gracia y es don.
Jamás alguien que ame tendrá un corazón débil, pues el corazón del que ama se fortalece desde lo alto, se fortalece al dar, no pierde al compartir.
Y, al final, no hay tiempo que pueda envejecer al corazón del que ama, porque este corazón está destinado a nunca morir.

miércoles, 23 de septiembre de 2009

Color arena


Color arena
Sergio Pérez Portilla

¿Qué hiciste con tu canto, luna llena, el canto que te obsequió la primavera?


Atraviesan los haces las nubes, tocan aquí los tejados del pueblo y allá, en la pradera, son cobijados por la vegetación. Hay, al final del verde llano, sin huellas de camino, una vieja casa color arena. Hoy nadie la habita, y pocos se acuerdan de los que allí moraron. El tiempo se lleva los viejos recuerdos e implanta cientos nuevos, otros que después borrará con los eneros y los abriles, entre soles y granizos, como aves que se pierden entre nubes.
En este campo las hojas y las flores son más sinceros que cualquier asfalto de caminos de dos sentidos. En este campo llueve y la tierra se alegra y grita de emoción. En este campo el sol da vida, ilusión, color y razón. Y allá, al final de este llano, verde campo de ensueño, la casa deshabitada sigue esperando que haya vida en su interior.

lunes, 21 de septiembre de 2009

No es ningún secreto

Entre mil cosas más
Sergio Pérez Portilla

¿Alguna vez te has preguntado por qué te quiero tanto? Te lo voy a decir. Te quiero porque cuando hablas y sonríes me imagino que hasta los cielos se detienen y te ven como yo te veo, preciosa y sincera. Te quiero porque aún recuerdo la vez que me esperaste 8 minutos y cuando llegué me viste como si nunca me hubieras visto, y me regalaste tus ojos y tu silencio. Te quiero porque cuando hablamos no sé qué arcanos conjuros haces, pero con tu voz desaparece la prisa y enmudece nuestro alrededor. Te quiero porque tus manos han acariciado mi pelo, han tocado las mías, han descansado en mi pecho y han jugado con mi nariz. Te quiero porque me escuchas cuando hablo, me miras cuando canto y me abrazas cuando tienes ganas de llorar. Te quiero porque besarte sigue siendo un reto cada día, y al llegar la noche no puedo dejar de pensar qué hacer para conquistarte una y mil veces más.
Te quiero porque si no lo hiciera mi vida entera me reclamaría mi falta de sensatez, mi terrible desatino y mi poca seriedad.
Te quiero porque te conozco, mucho o poco, pero lo suficiente como para haberme enamorado de ti, y no poder dormir sin pensarte, sin quererte soñar.

jueves, 17 de septiembre de 2009

Con las lluvias


Con las lluvias
Sergio Pérez Portilla

He caído en la cuenta de que no puedo estar lejos de ti, necesito escucharte y posar mis manos en tu rostro, y que las tomes tú entre las tuyas como aprisionándolas, pero en realidad liberándome de cualquier atadura egoísta.
Eres tan pequeña que te siento frágil, pero tan bella que te siento lejos incluso de mis sueños menos humildes, en los que sin zapatos camino sobre nubes, y hago con mi sombrero una reverencia a la luna, dama callada, pedazo de historia de gigantes.
En mis tardes y en mis horas creí olvidarte, pero no hay convenio entre la mente y el corazón cuando tú apareces breve y el candado se rompe dejando la puerta abierta, las ventanas iluminadas, la casa despojada de inseguridad y el aire que recorre y renueva cada estancia y cada rincón. Es aire que se puede respirar.
He venido a enterarme, con las lluvias de estos días, que olvidarte no es opción de ningún modo, pues sigues tan clara en mi cabeza como antes, como siempre, como ahora. He venido a enterarme que tu voz es mi música y tus ojos son mi luz, y que hoy quiero cantar deslumbrado, y quiero abrazarte despacio.

lunes, 14 de septiembre de 2009

Entrevista

Hola a todos. Les comparto una entrevista que un seminaristo hizo al doctor J. B. Zilli y a un servidor. Ojalá les interese. Es con motivo de nuestra independencia.



Independencia: acontecimiento y actitud
Moisés A. Martínez Mtz.

Los que han estudiado historia en su momento revisaron diferentes esquemas para concebirla: los griegos, por ejemplo, la consideran circular; otras culturas, espiral; hay investigadores que por la visión que tienen de la historia la consideran ondulada; ascendente-descendente; lineal, entre otras. Independientemente del esquema que se contemple lo cierto es que estamos insertos en un tiempo y espacio en el que vamos haciendo la historia mediante acontecimientos. Un acontecimiento histórico tiene dos dimensiones: el qué (el hecho mismo) y el para qué (la intención del hecho).

Cada 16 de septiembre celebramos el qué de la Independencia de México, ciertam
ente el para qué trae consigo una consecuencia que se traduce en la actitud del mexicano ante este acontecimiento.

“Desde luego que para nosotros la Independencia es un acontecimiento, cada año lo recordamos con muchísimo gusto, recordamos con mucho amor al padre Hidalgo, que es el padre de la Patria. Ahora, esta independencia debiera traducirse a una actitud general de nuestra vida, que hiciéramos de este país que él quiso libre y soberano en verdad un país libre y soberano”. Comentó el presbítero, Dr. José Benigno Zilli, director de la facultad de Filosofía “Rafael Guízar Valencia”, respecto al para qué de la celebración de qué de la Independencia de México.

Por su parte el Lic. Sergio Pérez Portilla, egresado de la facultad de Filosofía “Rafael Guízar Valencia”. Agregó que una independencia necesita, tanto del acontecimiento que sea el detonante, como la actitud misma que le dará una cierta continuidad. Es una conjunción de ambas y se necesita que de algún modo el individuo se vea en un momento sublimado, para que a partir de ahí emprenda un proceso”.
Ya que la Independencia es un acontecimiento que debe llevar al mexicano a tomar una actitud frente a la realidad, el padre Zilli, como se le conoce en el Seminario, expresó que esta independencia debiera traducirse a una actitud general de nuestra vida, que hiciera de este país libre y soberano mediante la educación, pues todavía hay muchísimos analfabetos. También el trabajo, tiene que ser un trabajo disciplinado, eficaz, que ayude a que todo crezca, porque la independencia viene de la autosuficiencia de todo este grupo que tiene un territorio y una historia común.

Por su parte el licenciado Pérez Portilla afirma que primero tiene que haber una clara conciencia de lo que ha pasado, porque puede resultar que se ve el detonante pero que no se reflexiona en torno a él, y por lo mismo no hay una actitud. “Somos independientes, o lo hemos sido por casi ya 200 años, pero muchos de nosotros seguimos cayendo en otro tipo de dependencias porque no hemos sabido ver bien, no hemos podido reflexionar que no sólo es una independencia, sino que se trata de una lucha constante”. También comentó que las actitudes son varias, cada una depende de las dimensiones del individuo: intelectual, emotiva, física, religiosa. La acción concreta es distinguir: no tratar de meter una sola libertad, sino varias libertades que el hombre necesita, cada una en su ámbito: educación, aspectos solidarios que son importantes, y buena práctica en todos los lugares.

Sabiendo lo que implica el acontecimiento de independencia, tal vez se viva todos los días y no sólo el 16 de septiembre. Le agradecemos al padre J.B. Zilli y al profesor Sergio Pérez Portilla por habernos concedido esta entrevista.























Dr. J. B. Zilli

















Lic. Sergio Pérez Portilla

miércoles, 2 de septiembre de 2009

Bajamar


Bajamar
Sergio Pérez Portilla

Sí, tengo que aceptar que aún me parece, a media tarde en mi portal, percibir tu inquieto andar de media calle y de desenfado, y todavía creo sentir cómo flotas en derredor mío y me abrazas con dulzura y me besas con candor.
Estuve hace poco en la casa de la playa, y salí a caminar descalzo, dejé que la brisa me despeinara y que el olor a agua salada me introdujera en bellos recuerdos. No escribí nada sobre la arena. Nadie lo iba a leer. Tampoco recogí conchas ni piedras que el mar arrojó cerca de mí. Reté al sol, y me paré frente a él. Huyó en el horizonte, sangrante pero majestuoso. Y vi la luna que tanto me recuerda a ti, que trae a mi mente tu voz diciendo mi nombre, tus labios delicados, tu pelo de cascada nocturna, tu presencia toda.
Así estuve, de pie, hasta que la madrugada me invitó a volver adentro, y entonces caminé descalzo, con la brisa y el olor a agua salada.