domingo, 31 de agosto de 2008

Ahora sí

Casas de antaño
Sergio Pérez Portilla

Intenté robar tus ojos y lo que conseguí fue quedarme prendado de tu mirada. Son ojos de tarde de café, de tertulia en la hacienda, de comida hecha por la nana.
Intenté cantar a la vida, y la vida me cantó mis días, me cantó mis noches, armonizó cuartas y quintas vigilias con octavas horas bajas. No hay tristeza que resista al barullo de los niños.
Sentado con los viejos les pregunto por su casa, y me contestan que ya quieren estar ahí, que no se han cansado, pero ya hicieron lo que tenían que hacer. Les sonrío y me miran con dulzura.
Cae la noche, así como inventa el pozo historias, así cae la noche. Velas en lugar de focos, mesa en lugar de silencio, ollas y tortillas, queso y leche bronca.
El pasto se humedece. De nuevo lo intentaré.

El último


Recordar no es vivir
Sergio Pérez Portilla

Aire, aire nocturno, aire de luciérnagas y grillos que se esconden para descubrirse. Aire que toca las ventanas con una suavidad de algodón. Aire que sube y aire que baja, aire que nunca se detiene.
Comienza la historia del triste citadino que deambula entre calles sin casas, calles vacías de almas y llenas de gente, desfile de caras sin rostros, de relojes sin horas, de días indiferentes. Aire.
Las manos bien guardadas, como las esperanzas, como los panes, como las cinco monedas que valen menos cada vez.
Las bardas marcadas con pinturas corrientes, mostrando territorios cual orín de perro, salvajes anacrónicos e indefensos ante sí mismos. Comprensión y paciencia. Aire.
Necesito volver a respirar, necesito volver a respirarte. Necesito volver a volar, volar contigo, volar en ti. Aire.

jueves, 28 de agosto de 2008

Saludos

Hola a todos. Pues ya ven que entrando a clases muchas cosas se dificultan, ¡pero aquí les doy un excelente 3x1!
Bien, son 3 escritos: el primero es del estilo de siempre, el segundo es más filosófico (pero con la misma pluma, claro) y el tercero es para mi perrita. Se llama Lana.
Por ahí les tengo otra sorpresita, pero a su debido tiempo se las compartiré. Por ahora, los invito a leer y a dejar sus comentarios. Y gracias a quienes siguen de cerca este Mundo de palabras.
ATTE. Sergio Pérez Portilla.

1

Vino tinto en la terraza
Sergio Pérez Portilla

Y es que en medio de las olas una roca es seguridad, y a la mitad de la tormenta tu voz tranquilidad.
No, podría mirar el cielo mil veces, pero sin ti, estrella, no sería lo mismo. El arrebato y la impaciencia frente a la cordura y tu mirar. La esperanza del descanso y del eterno suspirar, la alegría del derroche de risas al clarear.
Me sigue pesando la verdad que no sabré, pero me sigue alentando la certeza del ayer.
Dejaré por este día que el río llegue a su destino, y si no se desborda, si no se desborda prometo que volveré a comenzar.

2

Interiores
Sergio Pérez Portilla

Quiero comenzar este día recordando los abrazos de mis padres, los juegos que con mis hermanos jugué, la noche del primer beso y las salidas con los amigos de ayer; así, con este bufet de vivencias, con esta constelación llena de vida, podré sin dudar ser yo.
Soy mi vivencia de ayer, mi conocimiento de hoy y mis esperanzas de mañana, soy una suma de genialidades de grandes hombres y mujeres, soy la obra del Eterno.
Quiero ser feliz, lo anhelo, y lo anhelo porque sé que lo puedo alcanzar, sé que para ello estoy aquí.
Ego sum hic et nunc. Ich bin ich. Estoy aquí y ahora. Soy yo.

3

Dorada
Sergio Pérez Portilla

Eres muy inquieta, demasiado. Comprendo que por tu edad seas tan impulsiva, es sólo que a veces pierdo un poco la paciencia, además de que por estos días tengo muchas cosas en la cabeza. Te gustan muchos los libros, aunque no creo que hayas leído uno solo, y la verdad, imagino que nunca lo harás. Pero ahí los tienes. Te ofrecería todos los que tengo, pero no me conviene. Te veo contenta, pero estoy seguro de que si pasáramos más tiempo e hiciéramos largas caminatas juntos, tu felicidad sería mayor. No sé. La verdad, hace ya algún tiempo que buscaba a alguien como tú. Eres muy linda, de eso no hay duda.
Aún recuerdo el día que nos conocimos, Te veías muy seria, pero apenas tomaste confianza y mira, siendo sinceros, eres de lo más extrovertida. ¡Pero qué más da! Ya eres parte de mi vida, y aunque a veces me hagas irritar, en un par de minutos ya estamos jugando de nuevo a ser tú y yo. Así que no se diga más, venga, vamos, demos un paseo y después, después ya se verá.

viernes, 22 de agosto de 2008

Regresando


Extravíos
Sergio Pérez Portilla

Ahí, al pie de la cascada, en medio de las rocas que formaban una isleta, viendo la caída pródiga de humedad, cerré los ojos y me puse a escuchar. Era un canto que no conocía, un canto vetusto, como la tortuga, pero fresco, como miel y azul. Era un canto suave y envolvente, constante, sibilante, del sur, que buscaba saciar la sed serena y buscaba abrazar con su tonada. Mis manos intentaban encontrarlo.
Calma, mucha calma y mucha paz. Me embriagué de consuelos y lágrimas y palabras y risas. Incluso olvidé que antes de llegar a la cascada había llorado por estar extraviado. Pero el canto era así, sanador, esperanzador.
Y ahí estuve, hasta que el mismo cauce me indicó el camino de regreso, el camino que me llevaría de vuelta a casa.

lunes, 11 de agosto de 2008

De agosto

Hola a todos, amigos y hermanos.


En primer lugar agradezco sus comentarios y visitas, y me disculpo por no haber escrito nada en algún tiempo. Ya estamos de vuelta. Les comparto hoy un escrito para reflexionar, y les cuento que en poco tiempo subiré uno o dos cantos más al reproductor, esperando que sigan siendo de bendición. No se diga más, aquí está el escrito, y espero sus comentarios.




Eloa maspú
Sergio Pérez Portilla

Los nativos lo llaman eloa maspú, y le temen. Es el viento negro. Saben que llegará porque los animales se ponen inquietos, las aves no cantan y porque ellos mismos no dejan de sentir tristeza, angustia, soledad. Los niños van con sus madres y les piden que los abracen, pero ni siquiera ellas con sus brazos y sus nanas los pueden hacer sentir mejor. Los mayores, los padres de familia, se alejan y discuten, ven al horizonte y quisieran no ver.
Eloa maspú llega siempre por la mañana, pero llega con la noche. Es frío, como el viento del norte, pero es a la vez un frío diferente, que no se siente en la piel, sino en el corazón. Cuando se acerca todos se meten en sus casas y cierran puertas y ventanas. Lo oyen golpeando las ramas de los árboles, como si fuera una ola rompiéndose en las piedras.
No pueden detenerlo, no pueden hacer que no llegue, pero han encontrado una forma de sentir menos frío y menos tristeza: además de juntar lo necesario para ese día, han comenzado a juntarse entre dos o más familias, y cuando más frío sienten, cuando más oscura está la habitación, comienzan a cantar. Las velas nunca son suficientes, pero sus voces, elevadas al cielo, les dan seguridad, seguridad en el temor.
Eloa maspú se va, pero saben que volverá. Por eso, cada vez que los padres de familia se alejan cuando saben que vendrá, discuten sólo una cosa: quién recibirá en su casa a sus amigos, para no sentir frío ni tristeza.