viernes, 20 de julio de 2007

Un escrito breve...

De hace unos meses, más o menos.

La sombra de tus manos
Sergio Pérez Portilla

para Diana Lidia
La mayor parte del día la he pasado pensando en ti, para bendecirte o para intentar olvidarte, para escucharte con el eco de tus ideas o para callarte con cada una de mis amenazas. El más pequeño cambio en nuestro ritual hace que me dé cuenta de lo mucho que te extraño, pues no estás cuando te corresponde hablar o cantar o callar o escuchar, no estás para estar, ni para hacerme estar con tu salida de ti, cuando te haces yo.

Resulta que la vivienda y el día son exactamente iguales que ayer, con sus nubes y sus paredes pintadas, cada cual, mas no respectivamente. El agua tarda lo mismo en salir de la regadera, incluso lo mismo en mojar todo mi cuerpo. Lo que ha cambiado ha sido la perspectiva, pues no es lo mismo mojarme que mojarnos, ni ver las nubes a que tú seas mi estrella. Las nubes son las mismas, yo no. El agua es igual, tú no. Tú mantienes ese algo que me encanta y me deshace, y me hace salir de mí para ir a ti, pero nunca eres igual, nunca has sido una máquina sin evolución ni revolución. Tú eres tú, pero nunca eres la misma, siempre hay algo nuevo en tus ojos y en tu olor, nunca te estancas, aunque no fluyas de continuo. Por eso cada día contigo es un nuevo día, no un día más.

Lo que resta del día quiero pasarlo contigo, pensando en ti, pero también pensando contigo; hablando de ti y contigo; sonriendo por ti, por tu misma risa y por tu silencio ante la mía. Lo que resta del día quiero poner mi cabello en la sombra de tus manos, y poner la sombra de mi amor en tus labios. Lo que resta del día debe valer más que la mayor parte de mi vida.